Crítica:FERIA DE ABRIL

El Cid gana otra batalla

Cartel de lujo. Y con los toros del vivísimo abuelo de Galapagar. ¿Se puede pedir más? Sí, que embistan. Sí, que toreen. Y embistieron. Y hubo toreo.

Allá iba El Cid, dispuesto a continuar el idilio que mantiene con Victorino, a no dar batalla por perdida. Salió Bordoñés, un cárdeno, y desde que lo vio, lo mimó; no lo dejó tocar. Metió la cabeza en verónicas que fueron creciendo y lamiendo la arena llegó al penco, al que derribó y luego levantó. Trabajo tan esmerado le valió una ovación. Y aún se había de esmerar más. Lo mimaba -era un cañón-: el capote suave, volando a media alt...

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Cartel de lujo. Y con los toros del vivísimo abuelo de Galapagar. ¿Se puede pedir más? Sí, que embistan. Sí, que toreen. Y embistieron. Y hubo toreo.

Allá iba El Cid, dispuesto a continuar el idilio que mantiene con Victorino, a no dar batalla por perdida. Salió Bordoñés, un cárdeno, y desde que lo vio, lo mimó; no lo dejó tocar. Metió la cabeza en verónicas que fueron creciendo y lamiendo la arena llegó al penco, al que derribó y luego levantó. Trabajo tan esmerado le valió una ovación. Y aún se había de esmerar más. Lo mimaba -era un cañón-: el capote suave, volando a media altura, el quite reposado, y Espinosa, el piquero, pasó el portón entre palmas. El animal estaba justo, era bravo: triunfo seguro. Se arrancó de lejos a la muleta y rompió a hervir el caldo. En la primera serie los redondos eran un lujo y, entre música y palmas, se empezó a recrear. En la segunda lo llevaba metido en la tela, como a un niño, y ya en la izquierda, haciendo el avión, el hocico en la arena, planeaba rítmico como un reloj. Allí llegaron los naturales más naturales, y los de pecho más largos, al hombro contrario. Borracho de torear le dio dos desplantes de gratitud y algunos empezaron a pedir el indulto, pero El Cid, con buen criterio, se echó en lo alto y se abrazaba a Alcalareño cuando el presidente sacó el pañuelo blanco por segunda vez.

Victorino / Liria, El Cid, Cortés

Toros de Victorino Martín; bravos y encastados, varios con nobleza. El 2º se premió con vuelta al ruedo. Pepín Liria: pinchazo sin soltar y honda tendida y caída (palmas); estocada tendida (saludos). El Cid: estocada (dos orejas); estocada caída, al rincón (oreja). Salvador Cortés: dos pinchazos y estocada (saludos); estocada (palmas). Plaza de la Maestranza, 19 de abril. 8ª corrida de abono. Lleno.

Al rematar la sexta verónica que recibió el quinto, El Cid vio de reojo entreabierta la puerta del Príncipe. Y volvió a los cuidados, el capote dulce con planeo alto hacia Parrón, que picó liviano en la cruz. Lo citó en el centro y tosieron dos señores, tal era el silencio. El toro, bravo y con casta, no era tan claro como el primero pero El Cid no dudaba, le forzaba, con energía, tirando bien con la izquierda, venciendo y convenciendo. Se estaba cargando la plaza de electricidad y llegó una serie larga, ligada, curvilínea, rematada e iluminada con un farol. En la siguiente, natural y lenta, se desbordó la emoción. También estaba el diestro emocionado cuando rubricó con dos firmas y un ayudado. Luego se vació en la estocada, y el toro, tras levantar de un puntazo al puntillero, cayó. La puerta del Príncipe estaba esperando.

El veterano Liria sabe bien lo que es este ganado. No tuvo el mejor lote, pero tampoco estuvo como sabe. Al primero, un encastado que le dio rasgones en capote y muleta, pese a estar bien picado por Sánchez, le volvió la sangre fiera de su casta. Al primer pase le dejó la espada que escondía la franela como una alcayata y el resto fue todo hacerle pasar, sin perderle la cara un segundo, apartándose de los derrotes y la cabeza rápida del entrepelado. Se aplaudía su valor pero las tablas fueron tibias tras el arrastre: le había faltado decisión. E igual pasó con el cuarto, media tonelada cárdena a la que esperó de rodillas, en silencio sepulcral que se hizo eterno. Tal vez le dio tiempo a repasar toda su vida. También aquí se hubo de limitar a esquivar su mirada aviesa y buscadora y sus cárdenas intenciones.

Cortés aún nota el tacto de los cuatro trofeos en las manos. Y eso a lo mejor le impidió estar. Se le fue un bravo tercero. No se ponía en el sitio. Ni él ni la muleta. También en el sexto le perdió la precaución. Aunque dibujaba buenas curvas con la muleta, estaba fuera del lugar del embroque y no encontró el punto donde surge el escándalo. Que es el de mandar y templar. Y aligerar, porque se puso un poco pesado. Menos mal que la estocada entró suave y fácil.

LA CORRIDA DE HOY. Toros de Zalduendo para Morante de la Puebla, El Juli y José María Manzanares. Digital + retransmite el festejo a las 18.30.

El Cid saliendo ayer a hombros por la puerta del Príncipe.GARCÍA CORDERO
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