Reportaje:

Pesadilla en San Francisco

Los vecinos de un edificio de Bilbao denuncian la concentración permanente de toxicómanos en la puerta del inmueble

"A nadie le gusta tener siempre a una panda de yonquis en el portal". Con esta resignación se expresa David Fernández, de 33 años, que hace casi dos se mudó a un apartamento de nueva construcción situado entre las calles Hernani y San Francisco de Bilbao. David y el resto de los vecinos de este inmueble de 26 viviendas y 41 parcelas de garaje viven una situación de pesadilla, que podría alimentar un guión de cine. Sus ilusiones de disfrutar de una vivienda largamente esperada se han visto frustradas por la presencia continua de un grupo de toxicómanos, que han tomado posesión de los bajos del ...

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"A nadie le gusta tener siempre a una panda de yonquis en el portal". Con esta resignación se expresa David Fernández, de 33 años, que hace casi dos se mudó a un apartamento de nueva construcción situado entre las calles Hernani y San Francisco de Bilbao. David y el resto de los vecinos de este inmueble de 26 viviendas y 41 parcelas de garaje viven una situación de pesadilla, que podría alimentar un guión de cine. Sus ilusiones de disfrutar de una vivienda largamente esperada se han visto frustradas por la presencia continua de un grupo de toxicómanos, que han tomado posesión de los bajos del edificio. Los residentes han denunciando al Ayuntamiento que los concentrados, además de consumir alcohol, orinar, defecar en su garaje, meter ruido y dejar su calle hecha un asco, atraen a traficantes de droga. Sin ningún resultado.

"A veces, tratas de limpiar, pero no te dejan. Te dicen que la acera es suya"

La fachada del inmueble, cuyos amplios ventanales imitan la arquitectura tradicional de la zona, ha perdido el brillo de las construcciones nuevas. A la suciedad visible en el exterior del portal y la parte baja de la fachada, se suman las marcas de huevos que desconocidos han estrellado contra la pared. En el último año, los porteros automáticos de este inmueble, situado a unos 50 metros del nuevo Museo de Reproducciones Artísticas han sido destrozados al menos en tres ocasiones.

En una carta que en febrero recibieron del director de Seguridad Ciudadana, Francisco Martín Pérez, éste reconoció que una serie de personas se congregaban en el lugar, pero zanjó cualquier intervención del Ayuntamiento al advertir de que lo hacían "en actitud pacífica". Izaskun, presidenta de esta comunidad del número 28 de la calle Hernani, cuenta que los residentes en este edificio construido en mayo de 2005 han llamado "miles de veces" a la Policía Municipal para solicitarles que echen a estas personas de allí. Además de prohibir la ingesta de alcohol en la vía pública, la normativa contra el botellón del Ayuntamiento de Bilbao insta a acabar con los asentamientos permanentes particulares en la vía pública, cuando molestan al resto. El concejal de Seguridad Ciudadana, Eduardo Maíz, declinó responder a este periódico sobre los motivos que llevan a incumplir esta ordenanza. Fuentes del área de Seguridad Ciudadana del Consistorio de Bilbao justificaron que la Guardia Urbana necesita que los vecinos les avisen en el momento en que estos individuos cometen alguna infracción. "Es un problema difícil, porque no se les puede detener si no hacen nada", indicó un portavoz de este departamento. Tampoco aclaró si alguna vez se ha impuesto una multa a las personas que se concentran en esa calle.

El grupo ha encontrado asiento, desde poco después de que se levantara el edificio, en la amplia repisa del local comercial situado en la confluencia entre ambas calles. Su propietario, Mustapha El Marrouti, lo puso en alquiler hace año y medio y todavía no ha podido arrendarlo. "Cuando algún cliente viene a verlo y observa que esta gente sigue allí un día tras otro, se echa para atrás", dice. Está acostumbrado a retirar jeringuillas usadas junto al escaparate. También halla botellas de cerveza, latas, alguna cartera vacía y otros desechos que este grupo abandona, mientras cada día las manchas de suciedad penetran más en la piedra caliza. "A veces, tratas de limpiar, pero no te dejan. Te dicen que la acera es suya y que ellos no se van de allí", se lamenta Mustapha. Tampoco las barras de hierro que ha colocado hace algunas semanas en el saliente para impedir que se sienten ha impedido que continúen congregándose.

Mustapha reconoce que estas personas son "enfermas" y merecen una atención especial por parte de las instituciones, pero cree que, por los problemas que originan, no pueden permanecer durante todo el día junto a su local.

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Deitze Otaduy, de 31 años, asegura que, en algunas de las múltiples ocasiones en que ha llamado por teléfono a los agentes de la Guardia Urbana, los policías le han llegado a confesar que no pueden intervenir si los concentrados permanecen "tranquilos, bebiendo en la calle". Cuando se les ha avisado en el momento exacto en que se estaba produciendo una pelea, cuenta que los patrulleros se han limitado a calmarlos. Izaskun atestigua que, en las pocas ocasiones en que han sido invitados a dejar la esquina, se han sentado varios números más abajo, donde han continuado bebiendo.

Para los residentes, el día a día en su edificio les ha obligado a acostumbrarse a sortear la suciedad y a estar alerta. "Ninguno hemos tenido que lamentar agresiones, pero siempre piensas que es gente muy imprevisible y temes que en cualquier momento te puedas llevar un susto", apunta Deitze. El olor a orines y excreciones en la primera de las tres plantas del garaje es insoportable. Esta ingeniera en I+D, cuya parcela se sitúa cerca de la puerta de entrada al aparcamiento, lamenta que el hedor ha llegado a penetrar la tapicería de su vehículo y lo sigue percibiendo a kilómetros de distancia. Izaskun añade que a menudo hurgan en los contenedores situados frente al inmueble y dejan la basura esparcida en la calle.

David, que es jefe de ventas de una empresa comercial, cuenta que el ruido de la continua presencia de personas en la calle no le deja dormir. "Sabes que has ido a vivir a una zona donde hay bares y asumes que los fines de semana pueda haber exceso de ruido. Pero yo nunca pensé que tampoco entre semana iba a poder pegar ojo", se queja.

Prácticamente la mitad de las viviendas de este edificio se encuentran alquiladas. Los propietarios que residen son en su mayoría parejas jóvenes, que se han trasladado al barrio de San Francisco desde otras zonas de Bilbao o de sus inmediaciones. David explica que se animó a mudarse a este barrio deprimido porque creyó las promesas de regeneración de los representantes institucionales, pero reconoce que ahora se lo "pensaría dos veces" comprar un piso en esta zona.

El presidente de la Asociación de Vecinos Independiente de San Francisco, Juan Carlos Antón, advierte de que en torno a estos "enfermos" se producen también delitos de tipo penal, como el narcotráfico. Y mantiene que, ante la venta de droga frente a sus casas, los vecinos están obligados a guardar silencio. "No puedes ver y denunciar nada, absolutamente nada, porque inmediatamente serás amenazado y perseguido", afirma.

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