Editorial:

Irán canta victoria

El Ministerio de Asuntos Exteriores iraní ha calificado de "montaje teatral" la primera comparecencia pública de los marineros británicos arrestados por Teherán y puestos en libertad esta semana. Lo mismo podría decirse, y con mayor razón, de la gestión de la crisis realizada por el régimen de los ayatolás: los primeros compases de este contencioso han respondido al guión clásico de una guerra de propaganda.

Junto a los soldados apresados, la principal víctima, y además inadvertida, del juego de informaciones contradictorias al que se han librado ambas capitales ha sido una vez más la l...

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El Ministerio de Asuntos Exteriores iraní ha calificado de "montaje teatral" la primera comparecencia pública de los marineros británicos arrestados por Teherán y puestos en libertad esta semana. Lo mismo podría decirse, y con mayor razón, de la gestión de la crisis realizada por el régimen de los ayatolás: los primeros compases de este contencioso han respondido al guión clásico de una guerra de propaganda.

Junto a los soldados apresados, la principal víctima, y además inadvertida, del juego de informaciones contradictorias al que se han librado ambas capitales ha sido una vez más la legalidad internacional. Mientras Londres desmentía que sus militares se encontrasen fuera de las aguas iraquíes, Teherán exhibía unas imágenes de los prisioneros contrarias a las Convenciones de Ginebra; es más que probable que, además, los sometiera a tratos intimidatorios para obtener una declaración reconociendo que habían invadido las aguas iraníes. La situación de Londres era delicada, puesto que algunos episodios acaecidos en las cárceles de Irak limitan al Gobierno de Blair, lo mismo que al de Bush, a la hora de reivindicar su legitimidad para denunciar lo ocurrido con sus soldados.

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La satisfacción mostrada por el régimen iraní tiene que ver no con el desenlace pacífico de la crisis, puesto que era difícil imaginar cualquier otro escenario, sino con el hecho de que el principal aliado de Washington se haya visto obligado a tratar de igual a igual con su principal enemigo. El gran beneficiario ha resultado ser el presidente Ahmadineyah, que ha visto reforzada su posición interna a través de lo que, a ojos del régimen de Teherán, sólo puede ser considerado como un éxito exterior. El mensaje a la comunidad internacional ha sido claro, por más que destile una notable dosis de cinismo: Irán sabe ceder cuando los asuntos se negocian directamente entre las partes.

El referente último de este mensaje no es, por descontado, la crisis de los soldados británicos. Teherán está pensando en otra cosa mucho más seria, como Washington y Londres: la partida diplomática en torno a la capacidad nuclear iraní.

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