El polvorín de Asia Central

La sombra de la retirada de Irak enturbia en España el debate sobre la presencia militar en Afganistán

"Si por Zapatero fuera, las tropas se vendrían de Afganistán hoy mismo". Este comentario, de un cercano colaborador del presidente español, apenas constituye ninguna sorpresa. Al líder del PSOE no le gusta cómo se gestó la misión en Afganistán y mucho menos cómo se está manejando. Pero sabe que, tras provocar una profunda crisis en las relaciones con EE UU, cuyas secuelas todavía perduran, con su decisión de retirar las tropas de Irak en abril de 2004, no puede volver a hurgar en la misma herida.

Además, la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) cuenta con todos los...

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"Si por Zapatero fuera, las tropas se vendrían de Afganistán hoy mismo". Este comentario, de un cercano colaborador del presidente español, apenas constituye ninguna sorpresa. Al líder del PSOE no le gusta cómo se gestó la misión en Afganistán y mucho menos cómo se está manejando. Pero sabe que, tras provocar una profunda crisis en las relaciones con EE UU, cuyas secuelas todavía perduran, con su decisión de retirar las tropas de Irak en abril de 2004, no puede volver a hurgar en la misma herida.

Además, la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) cuenta con todos los requisitos que cabe exigir a una operación de este tipo: tiene las bendiciones de la ONU y del Gobierno legítimo de Kabul. Nada que ver, por tanto, con Irak.

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Quien no lo ve así es Al Qaeda que, en un reciente vídeo, acusaba a Rodríguez Zapatero de haber engañado al pueblo español por sacar las tropas de Irak y llevarlas a Afganistán. En un mensaje póstumo, los terroristas suicidas de Leganés amenazaban con repetir atentados como el del 11-M si se mantenían los soldados españoles en Afganistán.

Por razones muy diferentes, Izquierda Unida y el PP ven paralelismos entre los casos afgano e iraquí. La primera, para pedir a Zapatero que sea coherente y traiga los soldados a casa. El segundo, para justificar a posteriori su apoyo entusiasta a la invasión de Irak y, de paso, acusar a los socialistas de fariseos.

La opinión pública española, como la mayoría de las europeas, no ve demasiado claro qué hacen sus militares en ese rincón remoto de Asia Central. Un 49% de los españoles, según la última encuesta del Instituto Elcano, apoya la presencia en Afganistán, pero este respaldo podría reducirse drásticamente si se multiplicaran las bajas (82 militares españoles han muerto en esta misión, pero sólo dos por fuego hostil, precisamente los dos últimos). Consciente de ello, el Gobierno intenta mantener un perfil bajo, lo que resulta difícil con la nueva Ley Orgánica de Defensa Nacional, que obliga a pedir permiso al Parlamento para mandar un soldado más de los 690 autorizados.

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La última vez que se votó fue en mayo de 2006, cuando el Congreso dio luz verde a un refuerzo de 150 efectivos. El PP ha invitado al ministro de Defensa, José Antonio Alonso, a que vuelva a las Cortes para revalidar esta autorización, prometiéndole que tendrá su apoyo. Pero el Gobierno socialista español, que ha visto las barbas de su homólogo italiano cortar, no está dispuesto a poner en peligro las suyas.

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