Reportaje:ESCAPADAS | Labastida | Fin de semana

Un bastión monumental

La fama en cuanto a monumentos históricos en la Rioja Alavesa se lo lleva desde siempre Laguardia, mientras que Labastida se ha caracterizado durante años como el municipio preferido por vizcaínos y guipuzcoanos para disfrutar del clima... y del vino de la zona, todo hay que decirlo. Sin embargo, la villa más occidental de la comarca pide paso en el listado de localidades con atractivos monumentales, las que cuentan con encantos para el visitante ocasional.

Labastida es, sin duda, uno de los pueblos imprescindibles en la configuración de la Rioja Alavesa y su historia y urbanismo recoge...

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La fama en cuanto a monumentos históricos en la Rioja Alavesa se lo lleva desde siempre Laguardia, mientras que Labastida se ha caracterizado durante años como el municipio preferido por vizcaínos y guipuzcoanos para disfrutar del clima... y del vino de la zona, todo hay que decirlo. Sin embargo, la villa más occidental de la comarca pide paso en el listado de localidades con atractivos monumentales, las que cuentan con encantos para el visitante ocasional.

Labastida es, sin duda, uno de los pueblos imprescindibles en la configuración de la Rioja Alavesa y su historia y urbanismo recogen los avatares de un territorio que vivió primero las guerras contra los árabes, luego el conflicto castellano-navarro, para terminar en convertirse en un lugar de prestigio en los siglos XVII y XVIII. Antes de entrar en el pueblo, cuando se llega desde Briñas, hay que parar en la Fuente de la Salud, que ya habrá tiempo de degustar sus vinos. Su agua milagrosa servirá también para ascender por las empinadas calles y llegar, después de pasar bajo el arco de Larrazuria, desde la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción hasta el templo-fortaleza del Santo Cristo.

El casco histórico se halla repleto de casas blasonadas que reflejan el poderío de la villa

Este es un paseo que supone descubrir a la inversa el proceso de asentamiento de Labastida. Es evidente que los primeros pobladores que llegaron en el siglo XII no lo hacían a un lugar muy seguro: baste recordar que es la única localidad de la comarca que recibió su fuero de Fernando III de Castilla, aunque hasta aquel 1242 el enclave había vivido las disputas de los monarcas navarros y castellanos, como le ocurrió a toda la Rioja Alavesa y a la Sonsierra, hoy riojana. La propia etimología del topónimo refleja ese carácter original de bastión, de plaza fuerte estratégica en el valle del Ebro, justo después de pasar el desfiladero conocido como Las Conchas de Haro.

Con la llegada de tiempos más pacíficos, los pobladores fueron bajando hacia el llano, salpicando la ladera de casas y creando calles sin orden ni concierto. Ahora se ha rehabilitado toda esa zona, por lo que la bajada desde el Santo Cristo se puede realizar por un paseo entre callejas laberínticas para detenerse, por ejemplo, frente al Ayuntamiento, declarado monumento nacional y una joya del estilo renacentista greco-romano. Levantado en 1732, se trata de la expresión culminante del citado periodo de 200 años en el que el pueblo, y también toda la Rioja Alavesa, vivió un periodo de bonanza sólo comparable al actual.

El casco histórico está repleto de casas blasonadas que reflejan ese poderío que empezó a tomar la villa hacia 1600, cuando se levantó el templo principal. La de la Asunción es una iglesia que impone, tal vez por los 52 metros de altura de su torre, quizás por esa ubicación a media ladera que lleva al interesado a tener que subir por la calle para poder contemplarla en toda su expresión. Merece la pena cruzar la puerta, aunque sólo sea para disfrutar con el retablo rococó en madera de nogal, recargado hasta marear a la propia imagen románica de Nuestra Señora de Toloño, traída desde la ermita que se levantó en la cumbre de la que toma su nombre.

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El paseo a Toloño, de una hora, aunque con pendientes considerables, permite llegar a un lugar mítico, enclave de referencia para más de 50 pueblos de los alrededores, en el que se llegaron a celebrar corridas de toros. Con el tiempo, aquella ermita, que luego fue convento de los Jerónimos y siempre santuario, acabó en ruinas. Con ella, también desapareció el uso de los neveros, construidos en la época de esplendor del pueblo, en 1678 y 1705, que recogían en los buenos años hasta 24 toneladas de nieve para abastecer tanto a Labastida como a Miranda, Haro y pueblos de Treviño.

Y ya puestos a pasear, se puede cerrar la visita a Labastida muy cerca. En la carretera que lleva a Bodegas Remelluri, que también merecen una parada, se encuentran restos de sepulturas alto-medievales. En el término de Santa Eulalia, y junto a la ermita de La Consagrada, se pueden visitar unos enterramientos de aquellos primeros habitantes de la zona, de entre los siglos V y X.

Ameztoy y la ermita de Remelluri

Cómo llegar: Labastida se encuentra a la entrada de la Rioja Alavesa por el oeste. El mejor acceso es llegar hasta Armiñon por la N-I y desde allí tomar la N-124 hasta lo que se conoce como el portal de la Rioja, una rotonda de la que sale el desvío a Labastida.

Alojamiento: Labastida cuenta con un hotel, el Jatorrena ( 945 331050). En Salinillas de Buradón, un pueblo que pertenece a este municipio, se puede acudir al agroturismo Areta Etxea (945 337275). Y en el centro de Labastida se encuentran los apartamentos Solar de Quintano en una gran casona con encanto (646 492352).

Dónde comer: En Labastida, hay una buena selección de restaurantes. Estas son algunas referencias: Ariño (945 331024), El Bodegón (945 331027), Alai (945 331105), Petralanda (945 331111) o López de Aguileta (945 331633)

Actividades: Remelluri es una de las bodegas más singulares de la Rioja Alavesa. Situadaa a las afueras de Labastida, cuenta con una de las mejores expresiones de arte contemporáneo de toda la comarca... en una ermita románica. Durante diversas estancias en la finca, el pintor Vicente Ameztoy recreó con su particular estilo en los muros de esta pequeña iglesia las imágenes de San Ginés, San Cristóbal, Santa Sabina, San Esteban, Santa Eulalia y San Vicente, además de un Paraíso, que son de obligada visita.

Y, antes o después, una visita a la propia bodega, que seduce desde la entrada a la finca. Beneficiado por el respaldo de la sierra de Toloño, agraciado por el sol de Levante, con unas condiciones orográficas envidiables, el paraje es ideal. Y sus vinos así lo demuestran desde que salieron al mercado allá por 1971. La bodega ofrece visitas organizadas. Más información en www.remelluri.com.

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