Reportaje:El conflicto de Oriente Próximo

El desliz nuclear del primer ministro

El reconocimiento por parte de Olmert de que Israel es una potencia atómica desata una tormenta política en el Estado hebreo

¿Ha quebrado el primer ministro israelí, Ehud Olmert, la política de ambigüedad que ha mantenido el Estado de Israel desde hace medio siglo en torno a su armamento nuclear? Políticos y analistas debatían ayer acaloradamente, como suele ser habitual en este país, las palabras del jefe del Ejecutivo, que vienen a decir que el Estado judío no puede ser comparado con Irán, "cuando el régimen de Teherán desea acceder al armamento nuclear como Estados Unidos, Francia, Israel y Rusia". "Ha sido una interpretación errónea sacada de contexto", se apresuraron a advertir los portavoces de la Oficina del ...

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¿Ha quebrado el primer ministro israelí, Ehud Olmert, la política de ambigüedad que ha mantenido el Estado de Israel desde hace medio siglo en torno a su armamento nuclear? Políticos y analistas debatían ayer acaloradamente, como suele ser habitual en este país, las palabras del jefe del Ejecutivo, que vienen a decir que el Estado judío no puede ser comparado con Irán, "cuando el régimen de Teherán desea acceder al armamento nuclear como Estados Unidos, Francia, Israel y Rusia". "Ha sido una interpretación errónea sacada de contexto", se apresuraron a advertir los portavoces de la Oficina del Primer Ministro y del Ministerio de Asuntos Exteriores. Pero entre la clase política se ha desatado una tormenta política de primera magnitud. No en vano, se está poniendo en tela de juicio uno de los principios fundamentales de la doctrina de seguridad del Estado sionista.

"La declaración de Olmert bordea la irresponsabilidad", afirma Yossi Beilin

Desde la derecha y la izquierda llovieron ácidas críticas sobre el jefe del Gobierno. Yuval Steinitz, diputado del Likud, exigió su dimisión. "Su desafortunada declaración daña la política de ambigüedad, y ello se añade a otros lapsus como el desafortunado anuncio sobre el destino de los soldados capturados en Líbano", afirmó Steinitz. Yossi Beilin, parlamentario de Meretz, tampoco se anduvo por las ramas: "La asombrosa declaración del primer ministro indica una falta de cautela que bordea la irresponsabilidad y suscita dudas sobre si es la persona adecuada para ejercer como jefe del Gobierno".

A simple vista podría parecer que el asunto no debería tener mayor trascendencia, porque no hay país en el mundo -especialmente los Estados árabes y musulmanes- que ignore que Israel dispone de cabezas nucleares desde hace décadas. Pero el asunto es de la máxima relevancia para un país que no ha suscrito el Tratado de No Proliferación nuclear (TNP) y que podría ver afectadas, aunque siempre en escasa medida, sus relaciones bilaterales con su eterno aliado: Estados Unidos.

La política de ambigüedad seguida por Israel desde finales de los años 50 pretende asegurarse tres objetivos: en primer lugar, no colocar a Washington en una situación embarazosa, dado que no se conoce la contribución de la primera potencia mundial al programa nuclear de su socio en Oriente Próximo, aunque fuera Francia quien iniciara la ayuda a Israel cuando este país daba sus primeros pasos en materia atómica. En segundo término, el Estado judío siempre ha temido que el anuncio explícito de la posesión de un arsenal atómico podría disparar una carrera nuclear entre los países árabes de Oriente Próximo. Algo que en alguna medida está sucediendo ahora que Irán se haya embarcado en el desarrollo de su propio programa. Varios países del Golfo Pérsico, temerosos como nadie de un Irán con capacidad atómica, ya han anunciado su intención de desarrollar planes similares, aunque insistan en que su finalidad fuera sólo la generación de energía. Por último, si Israel admitiera su potencial, podría ser incluido en la lista de naciones a las que se prohibiría la exportación de determinadas materias primas.

Los Gobiernos hebreos han gastado grandes sumas de dinero para impedir filtraciones; mantuvieron en prisión durante casi dos décadas a Mordejai Vanunu, el ingeniero que desveló la posesión del arma nuclear, e incluso existe un cargo ad hoc en la Administración para aplicar esa política de no decir ni sí ni no.

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¿Es una coincidencia que Olmert, poco antes de aterrizar anteanoche en Alemania, citara a Israel junto a países que disponen de bombas atómicas? ¿Es casualidad que el nuevo secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, asegurara en una comparecencia ante el Senado que Israel es un Estado nuclear? El tiempo lo dirá. Pero lo que es evidente es que el Gobierno de Tel Aviv, empezando por su jefe, ha endurecido sobremanera sus amenazas hacia Irán. Olmert señaló días atrás que no descarta ninguna medida para impedir que el régimen islámico persa se haga con la bomba nuclear y en los foros políticos en los que intervienen dirigentes o periodistas extranjeros apenas se habla de otro asunto.

Persisten las dudas sobre si la confusa entrevista del primer ministro representa el punto final a una senda seguida desde los primeros años de la fundación del Estado judío. No obstante, la mayoría de los expertos se inclinan por pensar que la estrategia de la ambigüedad continuará. "Mientras Estados Unidos no exija a Israel el sometimiento a la supervisión internacional, como demanda a Irán y Corea del Norte, no habrá cambios", escribía ayer en el diario Yediot Ajoronot el analista Ronen Bergman.

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