Reportaje:

Clásicos recuperados

Barcelona rescata parte de su legado popular con la rehabilitación de dos bares modernistas, el Velódromo y el Versalles

A principios de los años setenta el teatro barcelonés Capsa, ubicado en la calle de Pau Claris, se convirtió en uno de los bastiones de la vanguardia. En su escenario se estrenaron obras de las compañías más punteras de la época. Allí se pudieron ver, por ejemplo, los irreverentes trabajos con los que se presentó al público Els Joglars. Posteriormente, se recicló como cine en el que se proyectaban películas en versión original subtituladas en castellano. Cuando echó el cierre, en 1998, se proyectaba el filme Alice y Martin, de André Téchiné.

De aquella vidilla artística no queda ...

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A principios de los años setenta el teatro barcelonés Capsa, ubicado en la calle de Pau Claris, se convirtió en uno de los bastiones de la vanguardia. En su escenario se estrenaron obras de las compañías más punteras de la época. Allí se pudieron ver, por ejemplo, los irreverentes trabajos con los que se presentó al público Els Joglars. Posteriormente, se recicló como cine en el que se proyectaban películas en versión original subtituladas en castellano. Cuando echó el cierre, en 1998, se proyectaba el filme Alice y Martin, de André Téchiné.

De aquella vidilla artística no queda ni rastro: el edificio ha sido totalmente reformado. Sus instalaciones las ocupan ahora varias oficinas en régimen de alquiler y una planta baja dedicada a uso comercial. Allí se inaugurará a principios del próximo año una tienda de la multinacional de muebles Dedon, fundada en la década de 1980 por Bobby Dekeyser, ex futbolista del Bayern de Múnich.

Pero los nostálgicos no deben tirar la toalla. La empresa de cervezas Moritz está rehabilitando un clásico de la capital catalana: el Velódromo, el mítico bar ubicado en el número 213 de la calle de Muntaner. Desde que abrió sus puertas en 1934, el local fue un referente imprescindible de la vida bohemia de la ciudad. Su propietario, un gran aficionado al ciclismo llamado Manuel Pastor, le encargó el proyecto al arquitecto modernista Manel J. Raspall. Por entonces no presentaba mayor interés, pero la desaparición de bares similares -contemporáneos suyos, como La Luna, el Salón Rosa, Marfil y tantos otros cafés que ya son historia- acabó convirtiéndolo en una leyenda. También en el ámbito cultural, porque fue uno de los centros de reunión de la gauche divine y cobijó la fundación de la revista L'Avenç, cabecera especializada en la historia de Cataluña.

No obstante, entre sus grandes atractivos sobresalió uno bien prosaico: el Velódromo se alzó pronto en un templo lúdico consagrado al billar. Las obras se están realizando con el objetivo de respetar al máximo las molduras de madera de estilo art déco que embellecen el recinto.

Además, se mantendrá la disposición original y se conservarán los elementos de mobiliario y decoración que conformaron la fuerte personalidad del bar restaurante, marcada por una impresionante escalera central también de madera. La fecha de inauguración no está fijada, pero el proyecto ha devuelto la ilusión a sus antiguos parroquianos, entre los que estaban los miembros de la peña motorista de Barcelona, que organizaban allí sus animadas tertulias.

Este proceso de recuperación del legado histórico más humilde no se da sólo en el centro de la capital catalana. El barrio de Sant Andreu celebrará en breve el rescate de otro clásico: el bar restaurante Versalles, situado en la confluencia de las calles Gran de Sant Andreu y de Pons i Gallarza, cuyo propietario es en la actualidad Eduard Colomer. El local, que forma parte del complejo de Can Vidal, construido a principios del siglo pasado, se está rehabilitando para recuperar al fin su esplendor modernista, oculto hasta ahora por un puñado de desafortunadas reformas.

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El bar se inauguró originalmente en 1928 con el nombre de Petit Versailles, un rótulo demasiado afrancesado para las autoridades municipales franquistas, que obligaron a sus dueños a españolizarlo. De las obras se ocupa el despacho de arquitectos G22a, del mismo barrio. Su primer cometido ha sido derruir los falsos techos bajo los que se escondían los capiteles de las columnas, un altillo rodeado por una barandila de madera y las arcadas que daban una gran luminosidad al espacio.

Javier Sanz, el arquitecto que dirige el proyecto, explica que la rehabilitación es muy compleja porque debe combinar los requisitos de conservación del patrimonio y la adaptación a las normativas actuales por las que se rigen estos comercios. "La idea es mantenernos muy fieles al original de 1928. Este bar está catalogado como monumento histórico, aunque durante la posguerra se hicieron muchas reformas que alteraron su estilo modernista. Nos hemos basado en fotografías de la época, porque los planos se han perdido", apunta Sanz. El mobiliario típico de mesas de mármol y sillas de madera también volverá al Versalles en su nueva etapa, lo que acentuará todavía más su preciosista estampa añeja.

Dentro de este revival en boga, destacan los planes de rehabilitación de El Molino -el mítico teatro del Paralelo en el que reinó durante décadas el cabaret más picante y subversivo-, expuestos recientemente por el Ayuntamiento de Barcelona. El proceso urbanístico en curso supondrá la catalogación del edificio como equipamiento histórico, lo que asegura su conservación para alegría de los artistas y simpatizantes que han batallado sin descanso con el afán de mantener viva su memoria. Toda la información sobre esta sala se podrá consultar en el futuro en una página de Internet todavía en construcción: www.molinolandia.com.

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