Columna

Competitividad de la economía gallega

Galicia, a pesar de su crecimiento económico, presenta unos reducidos niveles de productividad, causantes a la vez de una baja competitividad regional y de un escaso posicionamiento en la economía global. La productividad gallega no crece de forma sostenida por encima de las restantes economías de nuestro entorno geográfico. Definimos a la productividad como la capacidad de producción que se es capaz de generar con una unidad de factor productivo. Dicho de otra forma, si evaluamos la combinación para producir bienes y servicios, observamos que, a pesar de los crecimientos de la población ocupa...

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Galicia, a pesar de su crecimiento económico, presenta unos reducidos niveles de productividad, causantes a la vez de una baja competitividad regional y de un escaso posicionamiento en la economía global. La productividad gallega no crece de forma sostenida por encima de las restantes economías de nuestro entorno geográfico. Definimos a la productividad como la capacidad de producción que se es capaz de generar con una unidad de factor productivo. Dicho de otra forma, si evaluamos la combinación para producir bienes y servicios, observamos que, a pesar de los crecimientos de la población ocupada, existe menos variación positiva en lo que atañe a los niveles de eficiencia.

Para Paul Krugman, la productividad es el elemento esencial de los indicadores económicos de un país. No es menos cierto que la productividad del trabajo no depende solamente del capital, del trabajo y de la tecnología, sino también de la propia especialización o patrón sectorial. En Galicia se constata que la productividad agraria, la de las actividades de la construcción y de los servicios es muy baja y muy divergente con los promedios nacionales. Estas magnitudes subrayan que estamos ante patrones de especialización distintos y con crecimientos disímiles.

Los cambios estructurales llevados a cabo en los últimos años señalan que la economía gallega se ha deslizado hacia sectores y actividades de débil crecimiento productivo, agravándose la brecha entre las productividades gallega, española y europea. Estos elementos nos permiten enfocar de manera más nítida el concepto de la competitividad regional. En la actual fase de globalización (mayores mercados, mayores niveles de comercio y más países transacionando bienes y servicios) con menores trabas reglamentarias, menores costes de transporte y mayores avances tecnológicos y de comunicación, la competencia se acrecienta y la rivalidad entre empresas y territorios son una buena muestra de la necesidad y capacidad de competir.

Galicia, al aplicar el índice de competitividad regional, compuesto de 17 indicadores, registra una tímida convergencia con la media española (86% en 2000 y 88,2% en 2004).Se sitúa en el puesto noveno de las CCAA, es decir, en la mitad del ranking, pero su posicionamiento a lo largo del periodo 2000-2004 se acerca más a la CCAA de menor índice que a la comunidad autónoma de mayor ratio de competitividad. En todos los apartados del índice de competitividad regional (indicadores macro-económicos, laborales, de desarrollo empresarial, de infraestructuras y de accesibilidad, y de tecnología) los ratios se sitúan por debajo de los promedios españoles.

Destacamos un alejamiento más intenso en lo que hace referencia a los indicadores de innovación y tecnología (71%) y desarrollo empresarial (83%). Son, pues, estos dos elementos los referentes básicos para afrontar las estrategias de crecimiento y sobre los que deben pivotar las acciones de los programas económicos. Para sorpresa de algunos, Galicia está más próxima de los promedios nacionales en lo que hace referencia a los indicadores referidos a las infraestructuras y accesibilidad; y a los que conciernen a los índices macro-económicos.

Los indicadores de la competitividad gallega también nos ilustran otros datos de interés. Hemos ganado posicionamiento en los aspectos relacionados con el desarrollo empresarial y en los aspectos de la innovación y desarrollo -prueba del afianzamiento de las empresas gallegas en los mercados internacionales y de las apuestas institucionales en el campo del I+D+i-, pero hemos retrocedido en los otros tres ratios de la competitividad regional. Es decir, en los indicadores laborales (tasas de ocupación y costes salariales por trabajo), en el ámbito de las infraestructuras y la accesibilidad (dotación y porcentaje de utilización de infraestructuras y tecnología, en la cualificación profesional y en el desarrollo de la intermodalidad de los modos de transporte), y en los aspectos macro-económicos, en los que se aprecia el paulatino descenso del peso de la economía gallega respecto a España (5,19% en 2000 y 5,06% en 2005). En suma, todavía queda mucho por hacer.

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