Editorial:

Iniciativa fallida

El intento de última hora auspiciado por el presidente Zapatero de intentar consensuar con el PP una declaración conjunta sobre el fin de ETA, con vistas a la votación de mañana en el Parlamento Europeo, ha resultado fallido. El acuerdo era desde luego improbable, porque a estas alturas hubiera supuesto desautorizar a todos los portavoces populares (incluido el encargado de negociar un posible texto común, Alejo Vidal-Quadras) que han venido sosteniendo que el error no era tal o cual frase de la declaración, sino el hecho en sí de llevar el debate a Estrasburgo.

¿Lo era? Hay motivos par...

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El intento de última hora auspiciado por el presidente Zapatero de intentar consensuar con el PP una declaración conjunta sobre el fin de ETA, con vistas a la votación de mañana en el Parlamento Europeo, ha resultado fallido. El acuerdo era desde luego improbable, porque a estas alturas hubiera supuesto desautorizar a todos los portavoces populares (incluido el encargado de negociar un posible texto común, Alejo Vidal-Quadras) que han venido sosteniendo que el error no era tal o cual frase de la declaración, sino el hecho en sí de llevar el debate a Estrasburgo.

¿Lo era? Hay motivos para pensar lo contrario. Es cierto que ETA ha soñado siempre con disponer de un foro en el que justificar su recurso a la violencia; pero ahora, tras tres años sin muertos, de lo que se trataría es de hacer ver a ETA que una ruptura del alto el fuego le enfrentaría no sólo a las instituciones españolas, sino a las europeas y a los grupos políticos de todos los colores: hacer ver a ese mundo no sólo el anacronismo del terrorismo en la Europa actual, sino que todos los partidos consideran impensable una vuelta a los atentados.

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Una resolución en esos términos habría sido posible a condición de haber empezado por recabar el apoyo, o la no beligerancia en contra, del Partido Popular; incluso debió haberse intentado presentar conjuntamente. Como mínimo, debió haber existido una comunicación entre el presidente Zapatero y el líder de la oposición, Mariano Rajoy. Sobre todo, evitar que el desenlace fuera votar entre dos textos alternativos patrocinados por el PSOE y el PP, con el previsible resultado de una votación que muestre una fuerte división de la Eurocámara sobre la cuestión a debate.

La iniciativa pudo haber tenido otro desenlace de haber actuado los partidos españoles con una visión menos estrecha de la que revelan sus explicaciones a posteriori: para José Blanco, número dos socialista, "el PP se opone a que Europa apoye la paz"; para su homólogo en el PP, Acebes, "ETA va a conseguir una de sus mayores victorias sobre la democracia y la sociedad española". Es cierto que ETA y Batasuna están dando una interpretación triunfalista de la iniciativa, de modo que lo que para los partidos democráticos es un blindaje europeo del fin de la violencia, es para ellos "poner sobre la mesa la autodeterminación y la territorialidad".

Le será difícil a Batasuna y ETA encontrar entre los 732 eurodiputados muchos defensores de su interpretación, especialmente como justificación del recurso a la violencia. Y además, ¿no habría sido más sensato que el PP avalase la interpretación del PSOE en lugar de la de Batasuna? Ayer, el Tribunal Supremo ordenó inventariar los bienes de las herriko tabernas de la ilegalizada Batasuna en trámite de liquidación de bienes. Sean cuales sean las consecuencias últimas de esta decisión, el Estado de derecho sigue actuando.

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