Crónica:Fórmula 1 | Alonso coge el relevo de un mito

Alonso abre su leyenda

El español se corona bicampeón mundial de F-1 con una actuación inteligente, Schumacher se despide a lo grande y Massa gana

Es difícil adivinar si las emociones que sintió Fernando Alonso en el circuito de Interlagos fueron iguales o superiores a las que demostró en 2005 al proclamarse el campeón más joven de la historia de la fórmula 1 en el mismo escenario. No ganó la última carrera, pero ése no era su objetivo. Se colocó pronto en una cómoda segunda posición y la defendió hasta la conclusión dejando que el brasileño Felipe Massa fuera el héroe en su tierra y se anotara la segunda victoria de su vida. Al español le movían aspiraciones mucho más elevadas. Tenía en la mano el segundo título mundial y sólo debía cer...

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Es difícil adivinar si las emociones que sintió Fernando Alonso en el circuito de Interlagos fueron iguales o superiores a las que demostró en 2005 al proclamarse el campeón más joven de la historia de la fórmula 1 en el mismo escenario. No ganó la última carrera, pero ése no era su objetivo. Se colocó pronto en una cómoda segunda posición y la defendió hasta la conclusión dejando que el brasileño Felipe Massa fuera el héroe en su tierra y se anotara la segunda victoria de su vida. Al español le movían aspiraciones mucho más elevadas. Tenía en la mano el segundo título mundial y sólo debía cerrarla. Lo hizo con valentía, con decisión, demostrando que nada es capaz de perturbarle, que la presión no le afecta en absoluto.

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Probablemente, su segunda corona adquirirá un valor más significativo que la primera por el hecho de haberla ganado manteniendo una batalla abierta hasta la última cita con el mejor de siempre, Michael Schumacher, en el año del adiós del alemán. Es cierto que la primera quedará grabada en su memoria con letras de oro no sólo por la gesta, sino también por ser el primer español en conseguirla. Sin embargo, esta vez todo le resultó más difícil. Enfrente tenía a dos colosos, Ferrari y Schumacher, que nunca lanzan la toalla. Y eso fue una complicación que llegó a parecer insalvable cuando, a falta de dos grandes premios, había igualdad a puntos.

Pero la suerte se le había puesto de cara a Alonso en Brasil ya en la clasificación -Schumacher salió el décimo- y le hizo una última concesión cuando un pinchazo pareció arruinar la carrera del germano, que estaba ganando posiciones de forma imparable y había incluso superado a Giancarlo Fisichella para colocarse el sexto. Aunque sabía que sumar su octavo título mundial era un milagro, Schumi, a sus 37 años, volvió a darlo todo, buscando al menos los puntos necesarios para que Ferrari superase a Renault. Tampoco lo logró.

El reventón le relegó a la última posición y con mucho tiempo perdido. Pero Schumacher no se resignó a marcharse de la F-1 envuelto en el pelotón y sin dejar constancia de su calidad. Muy al contrario, regresó como un coloso, adelantando a unos y otros, marcando vueltas rápidas, hasta colocarse de nuevo en los puntos. Su batalla no acabó ahí. Con todo perdido, quiso mostrar hasta dónde podía llegar. Y ofreció la mejor versión de sí mismo, especialmente cuando a pocas vueltas de la conclusión volvió a superar a Fisichella y adelantó también a Raikkonen en una clara prueba de que sus cualidades de pilotaje siguen intactas.

Fue el mejor adiós. Tal vez no el que habría soñado, pero sí el que querían sus seguidores: una despedida con una remontada espectacular, aunque en este caso inútil. En definitiva, tanto alarde de facultades no hizo más que dar un valor suplementario al éxito de su gran adversario.

Alonso, a sus 25 años, concluyó con una carrera brillante, sin tomar excesivos riesgos, pero mirando siempre al podio y no renunciando a nada. Corrió con la cabeza más que con el corazón. Arrebató la segunda posición a Raikkonen en el primer repostaje y se mantuvo firme, concentrado, pensando sólo en que nada fallara. Era más de lo que podía pedir. Es cierto que la rotura del motor en Japón y las dificultades que tuvo Schumacher en el duelo final le pusieron las cosas más fáciles.

Pero el gran valor de este segundo título de Alonso no reside en haberlo cuadrado en Brasil, sino en haber sido capaz de no perder los nervios cuando fue cediendo la ventaja de 25 puntos que había adquirido en Canadá. Las cosas fueron tan difíciles para él como para Schumacher. Pero él se sintió maltratado. Tal vez por eso su ilusión se multiplicó. Levantó el puño en la vuelta de honor. Y lanzó otro "¡toma!" por la radio antes de dar las gracias a su equipo. "Al final", razonó, "el tiempo pone todas las cosas en su sitio". A él le dio la segunda corona mundial. A Schumacher, una gran despedida.

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