El artista que nunca se pierde expone en Toulon

El Centre Méditerranéen d'Art, situado en la ciudad francesa de Toulon y dependiente del departamento del Var, expone, hasta el 19 de noviembre, 31 pinturas, una escultura y 10 grabados de Antoni Tàpies realizados entre 1982 y 1992. Se trata de obras de gran formato, varias de ellas sobre cartón, a menudo, con un importante protagonismo del barniz utilizado como pintura. "En ellas están presentes elementos de lenguaje que ya figuran en el primer Tàpies, el de los años cuarenta, como las alas o los zapatos. En Tàpies nadie se pierde", concluye el comisario de la exposición, Gilles Altieri.
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El Centre Méditerranéen d'Art, situado en la ciudad francesa de Toulon y dependiente del departamento del Var, expone, hasta el 19 de noviembre, 31 pinturas, una escultura y 10 grabados de Antoni Tàpies realizados entre 1982 y 1992. Se trata de obras de gran formato, varias de ellas sobre cartón, a menudo, con un importante protagonismo del barniz utilizado como pintura. "En ellas están presentes elementos de lenguaje que ya figuran en el primer Tàpies, el de los años cuarenta, como las alas o los zapatos. En Tàpies nadie se pierde", concluye el comisario de la exposición, Gilles Altieri.

Cuerpos humanos, a veces evocados sólo a través de su sexo, en otras oportunidades gracias a los pies y las manos, reducidos a una sonrisa, a una melena o, por qué no, a pelos del propio pintor pegados a la tela o al papel gracias al barniz. En algunas obras el espesor de la materia, su densidad y sus formas pueden recordar el Tàpies de hace 20 años, pero aunque todo sigue ahí, como sus cruces, al mismo tiempo evoluciona.

Altieri firma, junto a Itzhak Goldberg y Barbara Rose, los textos que acompañan el catálogo de esta exposición-homenaje a uno de los grandes artistas de la segunda mitad del siglo XX. En una de las salas del Hôtel des Arts de Toulon se muestran 10 grabados que conviven con los textos del poeta Jacques Dupin en el libro Matière du souffle. En otra, se han reunido obras que trabajan el rostro humano, en otras la muerte flota a través de una muy simple vanitas que entrecruza tibias como una bandera pirata mientras que, en lo alto de la escalera, encontramos una marmita luminosa, digna de los alquimistas, en la que se cuecen los secretos de la Teología natural. Todas las obras han sido cedidas por las galerías Lelong de París y Zúrich.

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