El peor musical del mundo

'Los productores', el fenómeno teatral de Broadway, llega a Madrid. Santiago Segura y José Mota serán dos pillos empeñados en levantar la producción más cutre que se haya visto jamás. Un delirante taquillazo que lleva la firma del genial Mel Brooks

"¡Un espectáculo tan ridículo que le hará delirar!". Así define el crítico Ben Brantley, del periódico The New York Times, el musical The producers (Los productores), que se estrena el próximo jueves en la Calle 42 de Madrid. El escenario del teatro Coliseum, al final de la Gran Vía, se ha transformado en el Manhattan de finales de la década de los cincuenta: el decorado donde se desarrolla una de las más chifladas narraciones de la historia del musical moderno y el espectáculo que más premios Tony (el equivalente de los Oscar en el teatro estadounidense) ha recibido nunca. Nada menos que 12....

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"¡Un espectáculo tan ridículo que le hará delirar!". Así define el crítico Ben Brantley, del periódico The New York Times, el musical The producers (Los productores), que se estrena el próximo jueves en la Calle 42 de Madrid. El escenario del teatro Coliseum, al final de la Gran Vía, se ha transformado en el Manhattan de finales de la década de los cincuenta: el decorado donde se desarrolla una de las más chifladas narraciones de la historia del musical moderno y el espectáculo que más premios Tony (el equivalente de los Oscar en el teatro estadounidense) ha recibido nunca. Nada menos que 12.

Los productores es más que números. Ha sido y es un fenómeno social en Nueva York. Cuando, el 19 de abril de 2001, Mel Brooks -autor del guión, la letra y la música de las canciones- vio bajar el telón del mítico teatro St. James de Broadway, supo que, por fin, el sueño que había guardado en su interior desde que tenía nueve años se había materializado. Y por todo lo alto. La crítica se volcó con el show, las 1.623 personas que noche tras noche llenaban el teatro se desternillaban de risa, función tras función, y el boca a boca logró que la bola de nieve engordase tanto que la obra pasó a convertirse en un personaje más de esa maravillosa isla llamada Manhattan.

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En la serie 'Sexo en Nueva York', por ejemplo, los guionistas consideraban un artículo de lujo un par de entradas para ver la función. Lujo por la pasión desatada entre habitantes y turistas de la Gran Manzana para asistir a Los productores. Incluidas las elegantísimas protagonistas de Sex & the city. El fenómeno aún continúa en la ciudad de los rascacielos, donde la obra se ha representado ya más de 2.300 veces, y se ha extendido por otras ciudades donde se monta ahora (Londres, Milán, Sidney y Buenos Aires).

Uno de esos afortunados fue el escritor Mario Vargas Llosa, que un año después del estreno, y tras presenciar las tres horas que dura el espectáculo, escribía lo siguiente en un artículo en EL PAÍS: "Es pura delicia de principio a fin, por la agilidad y la gracia de los diálogos, que chispean de ironías, hallazgos, burlas y sorpresas, así como por la belleza y variedad de las canciones y la perfección de los números de baile".

Ahora llega la transmutación española. En la Gran Vía no es posible subir al escenario versiones originales y subtitularlas como se hace, por ejemplo, en la ópera. El público quiere entender lo que escucha, y esto siempre es un riesgo para obras que se han creado para ser cantadas y representadas en inglés. Y más en esta producción repleta de juegos de palabras, chascarrillos muchas veces intraducibles y con el finísimo humor de Mel Brooks. Sin embargo, los productores de Los productores cuentan, al menos, con dos ases en la manga: el actor y director Santiago Segura, y José Mota, actor y humorista bien conocido por ser la mitad del dúo cómico-televisivo Cruz y Raya. Ambos encabezan el cartel de una función que en su versión original contó también con dos pesos pesados: Nathan Lane y Matthew Broderick.

"Yo jamás había trabajado tanto", cuenta Segura en su camerino del Coliseum. "El público puede estar tranquilo. La traducción se ha cuidado al milímetro y aún hoy [falta escasamente un mes para que se abra el telón] continuamos añadiendo y cambiando cosas", concluye. El policía más cutre que haya dado el cine español lleva más de un año de trabajo intensivo con un profesor de canto para afrontar una partitura de 19 canciones al más puro estilo clásico de Broadway; nada de temas pop de Abba, Queen, Mecano o Andrew Lloyd Weber.

Por lo visto -o escuchado- en los ensayos y sesiones de calentamiento de voz en el vestíbulo del teatro, parece que las clases le han convertido en lo más parecido a un cantante profesional. "Es lo que hay que ser. En Estados Unidos, la formación de los actores es múltiple: actúan, cantan y bailan. Yo puedo ser el rey del karaoke o el rey de cantar en la ducha. La suerte es que siempre he tenido mucho oído, y en ese sentido no ha sido tan complicado. Pero le guardo mucho respeto al público, y al que paga la entrada para ver esta función hay que darle lo mejor. Y yo les aseguro que este espectáculo está a la altura de Broadway con mucho esfuerzo", explica un serio y profesional Segura. Además ha compaginado los ensayos con sus trabajos en Astérix en los Juegos Olímpicos, Manolete e Isi & Disi, alto voltaje. "Llegaba de rodar y ahí estaba el profesor para practicar dos horitas", confirma torciendo el gesto en señal de cansancio físico.

A finales de marzo, otro sonriente hombre de 80 años hablaba sentado frente a una mesa de una lujosa habitación del hotel Ritz de Madrid. Era Mel Brooks, un judío nacido en Brooklyn (Nueva York), autor de todo este tinglado y productor, además, de la última versión cinematográfica de Los productores, que en España recibió malas críticas y poca aceptación del público.

Brooks explica divertido y con una sagacidad extraordinaria la forma en la que suele componer. "Tarareo y lo grabo todo con un magnetófono. ¿Qué quiere? No fui a la Julliard School, sino a una academia militar", cuenta con sorna. Una de las mayores dificultades que tendrá Los productores para el público español es que se trata de un musical de musicales, de una partitura clásica al estilo de los creadores que a Brooks le gustaban de niño: Benny Goodman, Bing Crosby y Cole Porter. Algo no muy conocido por el gran público español, que sólo en la última década ha comenzado a tener acceso a una oferta de teatro musical muy distinta a Hello, Dolly! o Kiss me Kate.

Brooks le resta importancia y responde con una batería de preguntas: "Usted es español, ¿no? Y le gusta la música como a todos los españoles, ¿verdad? Son buenas canciones y ya han gustado. Lo único que le puedo decir es darle un consejo para usted y para todos los amantes de la música y el teatro en este país: ¡Corran a comprar su entrada. Si esperan demasiado, se arrepentirán!". Puro Mel Brooks.

El alter ego de Torrente, el brazo tonto de la ley cuenta que se encontraba en 2001 apatrullando cerca del número 246 al oeste de la Calle 44 en Nueva York. "Pon que era día 7 de junio, pues le pedí a la taquillera del teatro dos entradas. Ella me dijo: 'Tenemos para el día 9'. Estupendo, pensé. 'De junio, sí…, pero del año que viene', respondió ella con la típica flema de las taquilleras de Broadway". La anécdota de Segura confirma el consejo ofrecido por Brooks. Además, tanto el director de la saga de Torrente como Mota han firmado sólo por la primera temporada, es decir, los espectadores tendrán escasamente un año si quieren verles como los protagonistas de Los productores.

Para Santiago Segura, ver este musical fue como una revelación: "Me pareció tan bueno que nada más salir del teatro [compró entradas de reventa, cuatro veces más caras de su precio habitual] supe que quería hacer una cosa así en España. Volví a verla en Londres y volví a sentir lo mismo". Desde entonces intentó involucrar a varios de sus amigos para llevarla a cabo, productores, directores. "Tenía claro que para hacerlo había que tomárselo a lo grande. Y la gente de Stage Entertainment son los mejores en esto [han montado en Madrid, entre otros, Cabaret, Mamma Mia!, El fantasma de la ópera, Cats y Rent], así que cuando me lo propusieron me pareció como un regalo, algo que sólo te pasa una vez en la vida, y un reto", explica Segura, que deja claro que no ha tenido nada que ver en la producción, es decir, no ha puesto ni uno de los seis millones de euros que cuesta levantar un monstruo así.

Lo que el actor y director vio en esos teatros, lo que le hizo desear trabajar en esta función, lo definía así Vargas Llosa: "Un verdadero aquelarre de felicidad histriónica en el que los decorados y los vestuarios se suceden a un ritmo delirante, creando la ilusión de un mundo desmesurado y grotesco donde nada es estable ni respetable ni temible".

Sólo unos datos para sustentar estas palabras. El espectador español podrá ver 280 trajes en escena, 150 tocados y sombreros, 120 pares de zapatos, más de 1.000 metros de tela utilizada para confeccionar el vestuario, 20 decorados y 27 cambios de escena, 96 proyectores móviles, 180 proyectores de luz convencional, 9.000 bombillas y una orquesta de 19 músicos en el foso.

Una gran producción para contar una historia delirante que le valió a su autor un Oscar de Hollywood en 1969. El musical Los productores es una versión corregida y aumentada de la primera película de Brooks del mismo nombre. Se estrenó en 1968 y no tuvo el tirón que ha supuesto su versión para los escenarios. Pero los miembros de la Academia de Hollywood supieron ver que aquella historia era una mina de oro y le otorgaron la estatuilla.

El propio Mel Brooks ha contado que en 1998 recibió una llamada en su despacho de los estudios Culver en Los Ángeles. Se trataba de David Geffen, el editor de discos y productor teatral y cinematográfico que, entre otras cosas, fundó, junto a Steven Spielberg y Jeffrey Katzenberg, los estudios DreamWorks SKG. Fue Geffen, el visionario, quien pensó que la trama de 1968 podría convertirse en uno de los musicales más famosos de la historia de Broadway y convenció a Brooks.

Ésta es una sinopsis de la historia que les cautivó: un productor de Broadway, Max Bialystock (el papel que hará Santiago Segura), ha perdido su buena racha y acaba de estrenar una obra titulada Funny boy, un fracaso estrepitoso basado en Hamlet. Por si esto fuera poco, días más tarde le cae una inspección de sus libros de contabilidad. La vida no puede ir peor para él. El gris contable Leo Bloom (José Mota), escudriñando los libros, descubre que el productor puede ganar más dinero con una obra que sea un fiasco que con un taquillazo. "Puede sumar un millón de dólares de inversores, gastar 100.000 y guardarse el resto". El embrollo ya está montado. Bloom deja su triste trabajo para dedicarse a lo que siempre ha querido ser en esta vida: un productor de musicales, y ver su nombre escrito con cientos de bombillas amarillas. Ambos recorren todo Manhattan buscando el peor guión, el director más torpe y denostado y los peores actores para montar un desastre asegurado. También seducen a viejecitas multimillonarias para conseguir el capital con el que más tarde escapar a Río de Janeiro.

Contratan a un neonazi que está como una cabra y ha escrito un panegírico del Führer que terminará titulándose Primavera para Hitler. Con ese libreto se trasladan al barrio pijo, donde tras muchas peripecias logran embarcar en la empresa a un excéntrico director de escena, gay e histriónico. Una sueca despampanante y de nombre larguísimo, Ulla, para abreviar, llama a la puerta de Bialystock y Bloom (este personaje lo interpretará Dulcinea Juárez) para avivar aún más el embrollo. Ella solamente quiere ser estrella de una comedia musical, pero terminará enamorada de uno de los protagonistas.

Más tarde comienzan las audiciones para los intérpretes de Primavera para Hitler. Papel que, por supuesto, es encomendado al propio autor de la obra. Y llega el día del estreno. Más líos y una rotura de pierna que impide al actor principal subir a escena, así que será finalmente el director alocado y amanerado quien asuma el personaje. Pero resulta que los ingredientes para el peor musical de la historia encajan como un engranaje de relojería suiza y el musical es un taquillazo. Bialystock termina en la cárcel y Bloom huye con Ulla a Río. Pero en un arrebato de gran amistad regresan para el juicio de Max. El resto de la trama, hasta completar tres horas, es igualmente enloquecida.

El encargado de que todo esto cuadre en el escenario madrileño es un joven director de escena estadounidense llamado BT McNicholl. Él fue el encargado de dirigir la versión española de Cabaret que ahora mismo está en gira por España y también de la versión estrenada en Amsterdam. Justo antes de comenzar los ensayos, en los que va continuamente acompañado por un intérprete, ya que no habla ni una palabra de castellano, se sienta en un cómodo sillón de orejas en el piso alto de un Starbucks de la Gran Vía. Come un muffin de chocolate y asegura que "José Mota va a ser todo un descubrimiento para el público español". McNicholl, asesor de desarrollo creativo de la Metro Goldwyn Mayer, ha oído hablar mucho de Santiago Segura, ha visto uno de sus Torrentes y sabe que es muy famoso en España: "Santiago Segura es un valor para la producción. No tenemos miedo a que su personalidad pueda más que el personaje de Bialystock. Tiene una vis cómica natural y es un gran actor. Además significa un valor añadido para la producción. Nathan Lane también era Nathan Lane en Broadway y la obra fue un éxito".

En pantalones de chándal y con camiseta gris se presenta José Mota al ensayo. Lleva en la mano un reproductor portátil de CD con el que escucha constantemente la partitura que tendrá que cantar. El componente de Cruz y Raya ya ha demostrado que tiene oído y capacidad de cantar en las imitaciones que ha hecho de grupos musicales tanto españoles como extranjeros con su compañero Juan Muñoz. "Me gusta mucho el género musical", asegura. Y desgrana sus favoritos: El fantasma, Miss Saigón… Cuenta cómo fue su "amiguete" Segura el que pensó en él para interpretar a Leo Bloom. "Es uno de los personajes con más trayectoria de todo el musical, y la verdad que lo afronto con mucho respeto". Leo comienza siendo un perdedor, un apocado y pusilánime contable, y termina en la cárcel de Sing Sing. Es la oportunidad de Mota para demostrar su capacidad para componer un personaje más allá de los sketches a los que está acostumbrado en televisión.

La obra se representará todos los días excepto los lunes; los sábados habrá función doble. Un compromiso muy fuerte para un año. "Podré compaginarlo con Cruz y Raya", afirma Mota. "De todas formas, Juan, mi compañero, y yo siempre hemos tenido en el dúo una actitud de mucho respeto por las cosas que hacemos en solitario. El 60% del trabajo con el que nos habíamos comprometido con TVE ya está grabado, y utilizaré las mañanas y los lunes para grabar esas partes que necesitan estar más pegadas a la actualidad. Y también haremos el especial de Nochevieja". Eso sí, quiere dejar claro que afronta este trabajo con toda la humildad del mundo, y espera que no haya comparaciones con Matthew Broderick. "Yo me lo he tomado con la mayor honestidad posible". En los ensayos, Mota sigue a rajatabla las indicaciones del director, y cuando se da una hora para cenar a toda la compañía, él sigue con el pianista afinando y cantando el tema que aún le suena fuera de tono.

Dulcinea Juárez, una guapa tarraconense de 29 años, ha sido la elegida para representar el papel de Ulla, algo que a los directores de casting les había costado mucho encontrar. Querían a una rubia despampanante y altísima, que supiera actuar, cantar y bailar al mismo tiempo, y eso en España resulta complicado. Pero con Juárez se dio una paradoja. Ella, que no ha visto nunca un montaje musical, ni en Broadway ni en el West End londinense, ni en ningún otro país extranjero, era la chica perfecta y finalmente la más experimentada de los tres actores principales de este musical. Precisamente, los productores de Los productores sólo tuvieron que desplazarse unos metros, a otro teatro de la Gran Vía, para verla en la versión de El Mikado de W. S. Gilbert, representada por la compañía catalana Dagoll Dagom. Allí estaba la pizpireta y atrevida Yum-Yum, interpretada por Juárez, cantando, bailando y actuando. El papel de Ulla era suyo. La actriz, con formación en guitarra clásica, también había participado en el musical La bella y la bestia en el papel del candelabro Lumiere. "Aquí salgo con unos taconazos de 10 centímetros, peluca rubia y acento sueco".

Una última cuestión para Mel Brooks. En este musical se mofa en cierta forma del asunto nazi y del colectivo homosexual. ¿No teme que alguien pueda sentirse ofendido? "Es todo lo contrario. Es un ajuste de cuentas con una gente que se portó muy mal con sus semejantes sólo por ser distintos. No es posible que nadie pueda ofenderse. Es la revancha de varios colectivos contra el horror".

El musical 'Los productores' se estrena el próximo día 14 en el teatro Coliseum de Madrid. www.losproductores.es.

Santiago Segura, Dulcinea Juárez y José Mota encabezan el reparto de 'Los productores', el musical más premiado de Broadway.ÓSCAR CARRIQUÍ

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