Reportaje:

30 años de infierno y silencio

Los hijos del parricida de Osuna relatan el régimen de terror que su padre impuso en el hogar durante tres décadas sin que nadie se atreviera a presentar denuncia

Carmen Serrato, la mujer asesinada en Osuna (Sevilla) el pasado sábado por su marido, temía un final trágico desde hace años. "A veces, decía: 'Veremos cómo termina esta novela", afirmaba ayer uno de sus hijos, Manuel Lucena, de 27 años. La novela terminó trágicamente con la muerte por disparos de escopeta de Carmen, de 54 años, y de una hija embarazada, de 34, con la que convivía desde hace dos semanas. Manuel fue quien recientemente animó a su madre a denunciar a su marido, Francisco Lucena, e intentar poner fin a 30 años de malos tratos, humillaciones y violencia. Una violencia que e...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Carmen Serrato, la mujer asesinada en Osuna (Sevilla) el pasado sábado por su marido, temía un final trágico desde hace años. "A veces, decía: 'Veremos cómo termina esta novela", afirmaba ayer uno de sus hijos, Manuel Lucena, de 27 años. La novela terminó trágicamente con la muerte por disparos de escopeta de Carmen, de 54 años, y de una hija embarazada, de 34, con la que convivía desde hace dos semanas. Manuel fue quien recientemente animó a su madre a denunciar a su marido, Francisco Lucena, e intentar poner fin a 30 años de malos tratos, humillaciones y violencia. Una violencia que en este tiempo sufrieron, sobre todo, Carmen y los cuatro hijos mayores. "Mi padre le partió la mandíbula a mi hermano Francisco cuando era adolescente por ponerse un pendiente. Incluso, llegó a apuntar a la cabeza de mi abuelo, su propio padre, con una escopeta", recuerda Manuel, uno de los seis hijos del matrimonio.

En Osuna, localidad de 18.000 habitantes, hay al menos 60 órdenes de alejamiento en vigor
Más información

Carmen Serrato, limpiadora, tuvo su primer hijo a los 16 años y a los 20 ya tenía tres. En la vivienda familiar se respiraba un ambiente de temor, siempre de puertas adentro, que los hijos todavía no han superado. "Mi padre pegaba a mi madre por no firmar un papel, por no querer acostarse con él o por hablar con mi tía", explica Manuel. En las tres últimas décadas, sólo uno de los hermanos, Francisco, de 36 años, se atrevió a denunciar a su padre.

Fue en mayo del año pasado. Francisco, que vive en Marbella (Málaga), recibió una llamada amenazante de su padre: "Descolgué el móvil. Era mi padre. Me dijo que estaba en Marbella para matarme. No sé cómo, la llamada se grabó en el contestador", explica el hijo con voz entrecortada. El hombre, casado y padre de dos niños, iba hacia su casa en coche cuando divisó a su progenitor al acecho cerca de la vivienda familiar. "Di la vuelta y llamé a la Policía Nacional. Les dije donde estaba, pero cuando llegaron no lo encontraron. Una vez en comisaría, cuando me disponía a firmar la denuncia, llamó de nuevo y los agentes presentes pudieron oír la conversación. Le insté a que me dijera dónde estaba y, por fin, dieron con él y lo apresaron", añade. Francisco Lucena estuvo cuatro días en prisión, hasta que se celebró el juicio, en el que se le impuso una orden de alejamiento de 600 metros de distancia y el pago de tres euros diarios durante dos meses por amenazas.

"Sin la escopeta no era nadie". Así describe Manuel Lucena a su padre, quien actualmente se recupera en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla de un tiro que se disparó a la cara y que le ha destrozado un ojo y la mandíbula. "Fueron cosquillas, sabía que no moriría", opina con rabia su hijo. El hombre se autolesionó al verse acosado por las fuerzas de seguridad. Expertos en criminología consideran improbable que tuviera intención de suicidarse, dada la herida que se provocó: "Era cazador y sabía cómo podía morir. Es más fácil disparar desde otras trayectorias", afirma una de estas fuentes.

La tragedia sucedió dos semanas después de que Carmen denunciara a su marido ante la Policía Local, el pasado 11 de agosto. Al día siguiente, el Juzgado de Instrucción número 2 de Osuna dictó una orden de protección, que incluyó la prohibición de acercase a menos de 150 metros, y se envió a Carmen al Centro municipal de la Mujer, donde el 17 de agosto pidió asesoramiento legal. "El día 22 acudió para iniciar los trámites de la separación y esto fue algo que su marido no pudo soportar, pues para él, ella era de su propiedad", dice Ángeles García, del Instituto Andaluz de la Mujer.

Pese a que los vecinos aseguran haber visto a Francisco Lucena merodear por la vivienda de su hija, desde la orden de alejamiento, ninguna denuncia más hizo pensar a los agentes policiales que había peligro. "A la mujer se le ofreció mudarse a una casa de acogida, pero prefirió quedarse con su hija, pues aseguró que no había vuelto a ser molestada", afirma María Jesús Fernández, concejal de la Mujer en el Ayuntamiento. El hombre aprovechó una salida de su yerno con su nieto y entró en la vivienda. "Mientras salía del garaje, Francisco se acercó a la casa con su escopeta y apuntó al yerno con el arma. Éste aceleró y, tras estar a salvo, llamó a la policía. El padre logró entrar y, al regresar, el crimen ya estaba consumado", explica Javier, amigo del yerno.

"Si hubiera habido más denuncias, puede que el Juzgado dictara otra medida, pero sólo tenemos constancia de una", afirma Juan José Ramírez, jefe de la Policía Local. Añade que en Osuna, (18.000 habitantes), hay más de 60 órdenes de alejamiento en vigor y dos agentes para patrullar la calle en cada turno. "Existen pulseras imantadas que informan si hay un acercamiento, pero no disponemos de ellas", afirma el agente. "Si los vecinos o familiares hubieran llamado para denunciar que merodeaba, lo hubiésemos podido arrestar por incumplir la orden", añaden en la Guardia Civil.

Manuel Lucena (a la derecha), en el Ayuntamiento de Osuna, con dos hermanos y un cuñado (centro).GARCÍA CORDERO

Archivado En