Reportaje:El fenómeno de la inmigración

A Madrid con un número de teléfono y una dirección

Abdelaye y Alassane, dos inmigrantes senegaleses, abandonan Barcelona rumbo a la capital tras pasar 15 días en un albergue

Dos chicos italianos preguntan a la recepcionista de una pensión de Barcelona de qué manera pueden llegar al parque Güell. Equipados con flamantes gafas de sol, bolsa de mano y un plano de Barcelona, los jóvenes también se mueren por saber cuál de las dos rutas que ofrece el bus turístico (la norte o la sur) resulta más atractiva. En el mismo centro se alojan desde hace 15 días otros dos chicos. Son senegaleses, pero no están de vacaciones y sus inquietudes son más prosaicas.

Abdelaye Diop, de 27 años, y su amigo Alassane Nang, de 29, buscaban ayer a toda costa una dirección postal y un...

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Dos chicos italianos preguntan a la recepcionista de una pensión de Barcelona de qué manera pueden llegar al parque Güell. Equipados con flamantes gafas de sol, bolsa de mano y un plano de Barcelona, los jóvenes también se mueren por saber cuál de las dos rutas que ofrece el bus turístico (la norte o la sur) resulta más atractiva. En el mismo centro se alojan desde hace 15 días otros dos chicos. Son senegaleses, pero no están de vacaciones y sus inquietudes son más prosaicas.

Abdelaye Diop, de 27 años, y su amigo Alassane Nang, de 29, buscaban ayer a toda costa una dirección postal y un número de teléfono. El tiempo se les echa encima: sus días de estancia en la pensión se agotan y necesitan un contacto que les ayude a abrir alguna puerta. Tras una larga travesía en cayuco desde las costas del país africano, y después de un mes en los saturados centros de acogida de las islas Canarias, Abdelaye y Alassane se han dedicado a esta búsqueda incansable durante las dos últimas semanas.

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No han estado solos. A diferencia de los 50 inmigrantes subsaharianos que llegaron el pasado lunes a Cataluña mediante un envío de excepción del Gobierno central, estos dos jóvenes senegaleses han disfrutado de la red de acogida que funciona de forma habitual en los traslados de inmigrantes desde el archipiélago a la Península. Además de proporcionarles alojamiento, una ONG que colabora en la acogida de inmigrantes les ha ayudado a orientar su incierto futuro.

Abdulaye y Alassane, que son como el día y la noche -optimista y extrovertido el uno, taciturno y reservado el otro-, lo tienen claro: se van a Madrid. Tienen la certeza de que en la capital vive un amigo de ambos. Tan sólo les falta concretar dónde está su domicilio y cuál es su número de móvil. Suponen que este amigo y compatriota les va a ayudar a abrirse camino.

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¿Qué quieren? Lo mismo que la gran mayoría de inmigrantes que abandonan África para llegar a Europa: trabajar y ganarse la vida mejor de cómo lo hacían en su país. "Vamos a buscar trabajo de lo que sea", dice Abdulaye, que viste una divertida camiseta gris con el dibujo de un lagarto. Alassane, más sobrio en el vestir, parece meditar mientras enciende un cigarrillo en una coqueta terraza con sillas y mesas.

Aunque se confiesan "cansados" después de tantos días de lucha, el calor que golpea en la zona alta de Barcelona apenas les afecta. "Estamos acostumbrados", dice Abdelaye con una media sonrisa. Se dan una ducha, y como nuevos. Hacia las dos de la tarde, y acompañados por una trabajadora de la ONG, los dos jóvenes abandonan la pensión junto a otros dos senegaleses, que tienen previsto ir a buscarse la vida a Valencia. Son los más rezagados del grupo de 20 africanos que llegó hace unos días al centro.

El resto ya se ha ido: a otras comunidades autónomas o incluso a otros países de la Unión Europea. Allá donde tienen amigos o familiares que les faciliten las cosas y les ayuden a encontrar un modo de subsistir. Es un comportamiento habitual. La secretaria general de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado (CCAR), Ágata Sol, explica que la mayoría de africanos abandonan Cataluña.

Después de 72 horas desde su llegada, nadie conoce aún el paradero del medio centenar de inmigrantes llevados de forma irregular a Barcelona en un avión fletado por el Gobierno central. Las ONG no han podido establecer contacto con ellos, ni parecen tener esperanzas de hacerlo. Cruz Roja, por ejemplo, explica que trabaja "bajo demanda" de la Administración, con lo que no ve factible ir a buscar a los senegaleses que, se supone, merodean perdidos por las calles de la ciudad. Los educadores de calle del Ayuntamiento de Barcelona han recibido instrucciones para que, si se encuentran a algún africano perdido dentro de su ruta habitual, les ofrezcan su ayuda. Pero de momento, nada.

Mientras, los subsaharianos instalados temporalmente en Barcelona ven pasar los días a la espera de alguna solución que reactive sus esperanzas. Alojados en albergues y pensiones que les consiguen las entidades sociales, su vida cotidiana transcurre sin demasiado sentido en una ciudad que, para ellos, es totalmente desconocida. Cuando no descansan en sus habitaciones, los africanos -la mayoría procedentes de Senegal, pero también de Malí y Gambia- van a comer y a cenar a los comedores sociales. Ayer, decenas de subsaharianos pasaron por el que hay situado en el convento de San Agustín. "También les damos comida para llevarse, para que no pasen hambre por ahí", comenta una de las monjas que trabajan en el centro.

La presión mediática a raíz del envío excepcional de inmigrantes en situación irregular a Cataluña ha puesto en tensión a la colonia de senegaleses que aguardan en Barcelona. Esta presión ha llegado incluso a la pensión donde se alojan los dos senegaleses: "Ya estoy harto, he salido cuatro veces en los medios de comunicación", dice Alassane en tono de protesta. Su compañero de fatigas, Abdelaye, se lo toma con humor: preveían salir ayer por la tarde hacia Madrid, y ya disponían de un teléfono de contacto y de una dirección. Aunque probablemente, la travesía no ha hecho más que empezar para estos dos senegaleses.

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