Crítica:POP | Rosario

Inercia circular

Rosario presentó ante su público de Madrid, su gente, los temas de su disco Contigo me voy. Nada nuevo en la carrera de esta cantante, si bien la madurez a la hora de pisar un escenario queda ahora bien patente y ella no tiene necesidad de parecerse a su madre ni a Lenny Kravitz. La cantante salió a por todas, exhibiendo ese baile de calambrazo en las piernas que le caracteriza. El beso, Mientras me quede corazón y A flor de piel, fueron las tres primeras andanadas que sirvieron para introducir la voz de El Pescaílla, traída hasta el presente a través de la tecnología y qu...

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Rosario presentó ante su público de Madrid, su gente, los temas de su disco Contigo me voy. Nada nuevo en la carrera de esta cantante, si bien la madurez a la hora de pisar un escenario queda ahora bien patente y ella no tiene necesidad de parecerse a su madre ni a Lenny Kravitz. La cantante salió a por todas, exhibiendo ese baile de calambrazo en las piernas que le caracteriza. El beso, Mientras me quede corazón y A flor de piel, fueron las tres primeras andanadas que sirvieron para introducir la voz de El Pescaílla, traída hasta el presente a través de la tecnología y que abre el tema Al son del tambor. Mucho por vivir y Qué bonito, dos de sus temas más conocidos, dejaron a la artista situada y dominando escena.

Rosario

Rosario (voz), Fernando Illán (bajo y dirección musical), Ricardo Marín y Dayan Abad (guitarras), Nacho Lesko (teclados, cajón y coros), Charly Sardá (batería), Ramón González León (percusión), Owe Larsson (trombón y percusión), Paco Ibáñez (trompeta y percusión) y Teresa Bautista y Chonchi Heredia (coros). Teatro Albéniz. Madrid, 8 de junio.

Tras lo citado llegó uno de los más brillantes momentos de la noche, con una de las mejores canciones del nuevo disco: El niño de tus ojos, sentido tema que la cantante dedica a los niños de la calle. Otros dos momentos festivos, Cayetano y Estoy aquí, volvieron a revolucionar el ambiente, para calmarse después con En el mismo lugar, en la que fue acompañada por la voz de un cada vez más fantasmal Antonio Vega. Con los Tangos, Rosario recordó nada menos que a su abuela y con 1.000 colores a su hija, a quien sacó a bailar al final. En el fin de fiesta estalló la cohetería armada con la complicidad del guitarrista y compositor Juan Maya, quien contribuyó en los números finales del concierto. Éste concluiría en el bis con otro de los clásicos de la cantante: Sabor, sabor.

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