Editorial:

Imprevisión africana

Se intuía que podía suceder a medio o largo plazo, y se consideraba uno de los peores escenarios posibles.Pues ya está aquí, mucho antes de lo previsto pero con unas dimensiones perfectamente previsibles. Las mareas de inmigrantes que intentan penetrar en territorio europeo sin documentación alguna, a través de Canarias, primero desde Marruecos, después desde Mauritania, Senegal y otros puntos de la costa africana, eran desde hacía tiempo, más que una amenaza, un acontecimiento esperado. Ni este Gobierno ni los anteriores, ni la UE estaban preparados para asumir este problema que es continenta...

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Se intuía que podía suceder a medio o largo plazo, y se consideraba uno de los peores escenarios posibles.Pues ya está aquí, mucho antes de lo previsto pero con unas dimensiones perfectamente previsibles. Las mareas de inmigrantes que intentan penetrar en territorio europeo sin documentación alguna, a través de Canarias, primero desde Marruecos, después desde Mauritania, Senegal y otros puntos de la costa africana, eran desde hacía tiempo, más que una amenaza, un acontecimiento esperado. Ni este Gobierno ni los anteriores, ni la UE estaban preparados para asumir este problema que es continental y requiere medidas europeas.

Ahora se anuncia que se va a subsanar la ausencia diplomática española en países como Malí, Sudán y Cabo Verde. Se hace en el marco del anunciado Plan África (2006-2008) diseñado ya, según el Ejecutivo, aunque no completado. La raquítica diplomacia española en el África subsahariana es una gravísima e inexplicable dejación de todas las administraciones desde hace mucho tiempo. Uno de los objetivos del plan es reforzar las medidas internas de control de fronteras y la cooperación para regular la migración y repatriar a los irregulares. La falla económica que hay entre Europa y África es la mayor del mundo y actúa como un irresistible sifón humano. Los africanos seguirán arriesgando sus vidas por venir y, si fracasan, volverán a intentarlo, y de ahí que la única disuasión sea abrir expectativas en África e ilustrar a sus habitantes sobre peligros y miserias ocultos tras la llamada de la prosperidad europea.

Las líneas maestras del plan se centran en la mejora de las condiciones de vida, sociales y económicas en los países de origen. Es un esfuerzo que no corresponde hacer sólo a España, sino a toda Europa. Es necesario hacerlo con seriedad, con el desmantelamiento de un proteccionismo ya inasumible frente a productos africanos, sobre todo agrarios, y aumentando la ayuda al desarrollo. El Gobierno de Zapatero está cumpliendo lo prometido al haberse triplicado hasta 400 millones de euros en tres años la ayuda a estos países. Aun así, es poco, y lo que ahora se haga no tendrá efectos reales en muchos años. Y la situación requiere medidas urgentes.

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Afianzar la democracia, la seguridad y la paz en la región, crear riqueza social y económica, fomentar la educación e impulsar la cooperación al desarrollo son los ejes de este plan. Se trata de objetivos obligados y urgentes que no puede impulsar España en solitario.La vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, ha advertido con razón que el compromiso con África no debe impedir transmitir a los inmigrantes potenciales la decisión del Gobierno de repatriar a quienes optan por la inmigración ilegal. Pronto, la Conferencia Ministerial Euroafricana sobre Migración y Desarrollo que se celebrará en Rabat en julio será una buena ocasión para forjar un compromiso global que desactive un flujo irregular que tantas veces se convierte en tragedia.

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