Crítica:LAS VENTAS

Dignísima actitud

Muy meritoria y digna fue la actitud de los tres matadores que ayer integraban el primero de los dos carteles previos al ciclo isidril. Y como aperitivo, unos toros infames, a cual más desclasado, contra los que se estrellaron sin remedio las ilusiones de los toreros. Pero es de justicia destacar que exprimieron la oportunidad hasta el límite e intentaron hacerse acreedores de una posible sustitución en San Isidro, aunque su mala suerte quizás les haya cerrado las puertas. No obstante, se debe confiar en la necesaria generosidad que merecen estos hombres valientes.

A sus dos toros esper...

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Muy meritoria y digna fue la actitud de los tres matadores que ayer integraban el primero de los dos carteles previos al ciclo isidril. Y como aperitivo, unos toros infames, a cual más desclasado, contra los que se estrellaron sin remedio las ilusiones de los toreros. Pero es de justicia destacar que exprimieron la oportunidad hasta el límite e intentaron hacerse acreedores de una posible sustitución en San Isidro, aunque su mala suerte quizás les haya cerrado las puertas. No obstante, se debe confiar en la necesaria generosidad que merecen estos hombres valientes.

A sus dos toros esperó Fernández Pineda de rodillas ante la puerta de toriles, lo que dice mucho de su valerosa actitud. A ambos los veroniqueó con soltura, rapidez y elegancia a la verónica, y a los dos plantó cara con gallardía. Con dos pases cambiados por la espalda comenzó la faena al tercero, un toro que le permitió pocas filigranas. Dibujó Pineda un trincherazo de cartel, y se le notó que torea poco y que sus fundamentos técnicos son escasos, pues abusa del pico y cita con la muleta retrasada las más de las veces, pero, al menos, tiró de la embestida con raza. Su segundo engañó a todos en el caballo, pues si bien acudió con presteza, en la pelea predominó el cabeceo sobre la fijeza; después, el animal se desfondó y los ardientes aplaudidores se llevaron un disgusto. Pineda no pudo lucirse, aunque lo intentó por ambos lados y lo mató, como a su primero, de una buena estocada.

San Román / Diego, Pineda, Torres

Toros de Antonio San Román, bien presentados, mansos, blandos y muy descastados. Juan Diego: ovación y silencio. Fernández Pineda: ovación tras aviso y palmas tras aviso. Torres Jerez, que confirmó la alternativa: ovación y silencio tras aviso. Plaza de Las Ventas. 6 de mayo. Algo menos de media entrada.

Llegaba Torres Jerez a confirmar una alternativa que recibió en la feria de agosto de Almería del año pasado. Sólo dos festejos en su haber y 28 años. Su bagaje es muy escaso, pero vino a Madrid como hay que venir: con valor y responsabilidad. Llamó la atención que ante su dificultoso primero, descastado y de corto recorrido, se asentó en la arena, tomó la muleta con la zurda y sobre esta mano planteó la faena. Los pases no pudieron ser limpios y largos, pero sí muy meritorios y emotivos, porque surgían de la enorme ilusión de un torero. Sosísimo era el sexto, y aunque el planteamiento de faena fue inteligente, su labor no pudo pasar de voluntariosa. Se jalearon sus redondos a un toro parado, pero lo que se premiaba era su dignísima actitud, merecedora, como la de sus compañeros, de nuevas oportunidades.

Juan Diego mostró, quizás, la imagen más frágil, lejana de aquella tarde agosteña de 2003 cuando consiguió emocionar a todos y salir a hombros por la Puerta Grande con un toreo artista y profundo. Sigue mantienendo el porte elegante y fino, se lució en unas verónicas y una tanda de redondos bien trazados en su primero, pero le faltó enfadarse un poco más para superar la falta de casta al que le hizo una labor que no pasó de vulgar. Muy rajado el otro y sólo pudo ofrecer voluntad y una muy escasa puntería con el descabello.

El diestro Juan Diego, en un momento de la lidia del segundo toro de la tarde.ULY MARTÍN
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