Reportaje:

La tentación acecha al político jubilado

El escándalo protagonizado por el ex canciller alemán Gerhard Schröder ilustra el difícil salto de lo público a lo privado

"Quizá recibió una oferta que no pudo rechazar", dice Kim Campbell, ex primera ministra de Canadá, con un punto de malicia y ecos de El Padrino, para explicar que Gerhard Schröder aceptara la presidencia del consejo de vigilancia de una filial de la gasista rusa Gazprom a cambio de 250.000 euros anuales al poco de ser desplazado de la cancillería germana por Angela Merkel. El tan estrepitoso como jugoso tránsito del tiburón político al no menos voraz mundo de la empresa, tiene a Alemania encendida, como airadas manifestaciones del tipo "conducta propia de una república bananera".
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"Quizá recibió una oferta que no pudo rechazar", dice Kim Campbell, ex primera ministra de Canadá, con un punto de malicia y ecos de El Padrino, para explicar que Gerhard Schröder aceptara la presidencia del consejo de vigilancia de una filial de la gasista rusa Gazprom a cambio de 250.000 euros anuales al poco de ser desplazado de la cancillería germana por Angela Merkel. El tan estrepitoso como jugoso tránsito del tiburón político al no menos voraz mundo de la empresa, tiene a Alemania encendida, como airadas manifestaciones del tipo "conducta propia de una república bananera".

Para Karel van Miert -tres veces comisario de la UE y miembro del comité ético que arbitra los potenciales conflictos de intereses de quienes vuelven a la vida privada tras su paso por el Ejecutivo comunitario- lo que ha hecho el alemán Schröder "es inaceptable; debería haber esperado".

El Código de Conducta de la UE se refiere a las actividades y pensiones después del mando
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No esperó. A Schröder le bastó un mes para dar un salto no libre de sospecha de la política al dinero contante y sonante, aderezado el convoluto (chanchullo) con el hecho de que entre los actos finales del Gobierno interino que él encabezaba figuró el aval para un crédito de 900 millones de euros a Gazprom. Campbell subraya que "la cuestión es si él sabía por entonces que iba a acabar en esa posición" en la empresa del Gasoducto del Norte de Europa, que traerá gas de Rusia a Europa vía Alemania por el Báltico y ayudó a crear de mutuo acuerdo con su amigo Vladímir Putin, sin cuyo aval nada se mueve en Gazprom. "Eso es falso", responde con irritación el ex canciller a quienes establecen una relación entre aval gubernamental y presidencia corporativa.

Kim Campbell fue la primera mujer que encabezó un Gobierno en Canadá en 1993. Hoy es secretaria general del Club de Madrid, una organización que agrupa a 68 ex jefes de Estado y de Gobierno democráticos que se marca como misión ayudar a las transiciones a la democracia en todo el mundo. Como muchos otros ex, Campbell participó en los consejos de fundaciones y otras organizaciones internacionales, escribe, dicta conferencias y participa en congresos (recientemente en uno sobre terrorismo en Bruselas) para lograr una retribución decente.

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El chileno Ricardo Lagos ha sido el último en sumarse al Club de Madrid, donde se encuentran desde Bill Clinton y Mijaíl Gorbachov a Vaclav Havel o el mozambiqueño Joaquim Chissano, pasando por todos los ex jefes de Gobierno españoles. El club tiene entre sus miembros al ex canciller democristiano Helmut Kohl, cuyo pasado no está exento de sombras: hizo juego sucio en la financiación de su partido y hay sospechas sobre la razón del generoso contrato de asesoría que le hizo su amigo y zar de los medios de comunicación Leo Kirch. ¿Podría ser el socialdemócrata Schröder invitado al club? "Nadie lo ha propuesto", responde Campbell antes de apuntar un mohín de rechazo. "Hay que tener en cuenta que uno de los objetivos del club es dar ejemplo. Quizá recibió una oferta que no pudo rechazar, pero debería haber pensado en las consecuencias".

El planeta de los ex mandatarios es un caleidoscopio de situaciones personales y económicas, con miembros activos en la política de sus países (Romano Prodi vuelve al asalto en Italia; los franceses mueren con las botas políticas puestas), otros retirados de ella y volcados en la escena internacional (la irlandesa Mary Robinson, el portugués António Guterres) y otros dedicados a los negocios (John Major, presidente para Europa del Carlyle Group, uno de los mayores consorcios financieros del mundo).

Gorbachov, tan poco valorado en Rusia como apreciado en Occidente, se lamenta de las dificultades de la vida, con los achaques propios de los 75 años y una pensión equivalente a los 1.200 euros. "Havel no tiene pensión", revela Campbell, "vive de sus libros". En el otro extremo, Estados Unidos. Los ex presidentes salen de la Casa Blanca con un retiro que ahora supera los 180.000 dólares anuales, que unidos a otras prebendas y privilegios (transportes, escolta, secretaría) hacen que el Tesoro dedicara el año pasado 1,1 millones de dólares a cubrir a Clinton. Ninguno de sus predecesores vivos, Jimmy Carter, Gerald Ford y George Bush padre, bajó del medio millón anual. Como un nuevo Luis XIV, Clinton es el Presidente Sol: participa en misiones de buena voluntad por el mundo; su libro de memorias, precedido por un adelanto de 10 millones de dólares, vendió un millón de ejemplares en una semana; dicta conferencias a razón de 100.000 dólares la charla...

"Los Gobiernos deberían definir los límites de las pensiones, pero teniendo en cuenta que también hay que seguir atendiendo la atención del público. Si no, la política es sólo para los ricos", sostiene Campbell.

La peripecia de Schröder evoca automáticamente la de Martin Bangemann, el alemán que también participó en tres comisiones de la UE y sucumbió en el escándalo que acabó con la de Jacques Santer en 1999, de la que también era miembro Van Miert. Mientras el belga tuvo una actuación impecable, al germano se le asocia con un frustrado salto sin solución de continuidad de la comisaría de Telecomunicaciones a la asesoría de Telefónica. El plan cuajó un año después, tras la descomunal escandalera del primer intento.

"Casos como los de Bangemann y Schröder crean preocupa

ción en la gente", dice Van Miert, miembro del comité ético de la Comisión Europea que interviene en la interpretación del Código de Conducta que deben suscribir los comisarios.

El código fue creado tras la caída de la Comisión Santer y ha sido progresivamente refinado, con referencias a qué actividades se pueden realizar y la definición de pensiones e indemnizaciones. "Podría servir de modelo para los Gobiernos de toda la UE, que deberían tener tanto un código como un comité ético", apunta el ex comisario. "Éste funciona bastante bien".

El código establece que "un comisario debe esperar un año para aceptar una actividad privada relacionada con su antigua responsabilidad", señala Van Miert, que ha intervenido en varias consultas sobre hasta dónde se podía llegar. "Schröder debería haber esperado". En Alemania echan de menos la honradez de antaño, que llegó hasta Kohl. Cuando dejó la cancillería, el gran Konrad Adenaur se dedicó a presidir el partido, jugar a la petanca y cuidar las rosas de su jardín. "Schröder ha perdido el norte", dicen ahora. "Esto apesta".

Vladímir Putin (izquierda) charla con Gerhard Schröder a bordo de un tren de alta velocidad, en diciembre de 2004.REUTERS

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