Crítica:MÚSICA ANTIGUA | The Hilliard Ensemble

In Paradisum

Cuatro voces, una inmersión total en lo más profundo de la polifonía renacentista. The Hilliard Ensemble partió de la Missa pro Difunctis, de Orlando di Lasso, enriquecida por varios motetes intercalados de Palestrina. Es un tipo de recreación muy de nuestros días, apoyándose en que en la actualidad se ha perdido casi por completo el contexto litúrgico de las obras y lo que domina son las reconstrucciones exclusivamente musicales de época. Lo dice también Juan Carlos Asensio: "La liturgia funeraria fue algo casi cotidiano en tiempos pretéritos. Y no me refiero a las simples conmemoracio...

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Cuatro voces, una inmersión total en lo más profundo de la polifonía renacentista. The Hilliard Ensemble partió de la Missa pro Difunctis, de Orlando di Lasso, enriquecida por varios motetes intercalados de Palestrina. Es un tipo de recreación muy de nuestros días, apoyándose en que en la actualidad se ha perdido casi por completo el contexto litúrgico de las obras y lo que domina son las reconstrucciones exclusivamente musicales de época. Lo dice también Juan Carlos Asensio: "La liturgia funeraria fue algo casi cotidiano en tiempos pretéritos. Y no me refiero a las simples conmemoraciones o los propios entierros, sino al ceremonial que les acompañaba. Casi todo ese boato y duelo ha desaparecido". Y, en efecto, los intérpretes de hoy se basan en sus planteamientos en reconstrucciones más o menos afines al espíritu musical, por encima de la oración y la liturgia, y atendiendo prioritariamente a criterios puramente sonoros.

La interpretación anteayer del Hilliard Ensemble fue magnífica y la capacidad de abstracción de la música prendió en un público especialmente receptivo. El cuarteto inglés -David James, contratenor; Steven Harrold y Rogers Covey Crump, tenores; Gordon Jones, barítono- lleva esta música en las venas desde hace muchos años y la ampliación a repertorios más contemporáneos no les ha alejado ni un ápice de sus orígenes. Se les nota el esfuerzo para mantener una tensión emotiva. Y ello no hace más que aumentar su capacidad de comunicación. El Miserere de Palestrina, pongamos por caso, fue sobrecogedor, y no digamos el Agnus Dei de Lasso. Pero, en general, es la sensación de conjunto, el efecto de continuidad lo que prevalece. La veteranía del grupo garantiza la madurez interpretativa. Es un tipo de veteranía, en cualquier caso, no desprovista de frescura, y el público así lo recibió, con una calidez impresionante en las ovaciones que sorprendió a los propios intérpretes. El lleno en la iglesia de San Cipriano fue total. Este festival, se mire por donde se mire, funciona. Es una noticia estupenda en estos tiempos que corren.

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