Columna

Juego de ojos

Silvio y George están de charla en un salón de la Casa Blanca. Silvio ha querido arrancar su campaña electoral con un viaje a América, aunque retire las tropas italianas de Irak. Siempre será un amigo. George también parte de viaje. Se va a India, el país que jugó a favor del otro bando en la guerra fría pero que ahora mismo cuenta con tantas afinidades con Washington como el que más, y luego a Pakistán, el aliado que aloja al enemigo. Sonríen, se saludan, miran a las cámaras. Éstas captan un leve juego de ojos: George no los despega del pelo negro, planchado, que cubre buena parte de la cabez...

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Silvio y George están de charla en un salón de la Casa Blanca. Silvio ha querido arrancar su campaña electoral con un viaje a América, aunque retire las tropas italianas de Irak. Siempre será un amigo. George también parte de viaje. Se va a India, el país que jugó a favor del otro bando en la guerra fría pero que ahora mismo cuenta con tantas afinidades con Washington como el que más, y luego a Pakistán, el aliado que aloja al enemigo. Sonríen, se saludan, miran a las cámaras. Éstas captan un leve juego de ojos: George no los despega del pelo negro, planchado, que cubre buena parte de la cabeza senatorial de Silvio, libre también de arrugas a sus casi 70 años.

Es una cuestión de miradas furtivas. O directas, como la de un filósofo sobre un político al que entrevista. Lo realmente interesante no son las respuestas. No es la primera vez que sucede: antes, el filósofo también había debatido con un ilustre cardenal. En público, en un teatro romano. Y de nuevo lo más interesante fueron las preguntas, la mirada. Luego el cardenal se convirtió en Papa, y el diálogo en un pequeño éxito editorial. El filósofo es un ilustrado de izquierdas, y espera mucho del político, quizás más de lo que le puede dar. Pero con su entrevista consigue algo digno de ser reseñado: sus ojos dibujan la línea de puntos de los temores de la derecha y los deseos de la izquierda. Cuestiones inherentes a una y otra: temores y deseos. En Italia, este fantasma se llama Zapatero, y Paolo Flores d'Arcais lo ha convocado en carne y hueso en una larga entrevista que publica su revista, el mensual Micromega, convertido en semanal con motivo de la campaña electoral durante los dos meses de combate por una nueva mayoría que culminará el 8 de abril.

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El filósofo le pide si cree en Dios, se pregunta si la Iglesia católica es compatible con la democracia, le reprocha que haya rechazado "moral y políticamente" las viñetas de Mahoma, elogia su combate por la igualdad de derechos, su cumplimiento de las promesas e incluso reivindica la política de la ingenuidad como arma de la izquierda. ¡Ojalá Prodi pensara como él! El presidente español responde con tiento y corrección. Tolerante con la Iglesia, evita pronunciarse sobre la eutanasia, y transpira optimismo, un terco optimismo al que no vencen las amargas reflexiones del filósofo.

Vamos a cruzar este juego de ojos entre el filósofo italiano y el político español con otra mirada. Esta vez es la de Aznar sobre Berlusconi y surge del capítulo que le dedicó en su Retratos y perfiles (2005). Cuenta allí cómo el magnate quiso conocerle ya en 1993, tras las elecciones que dejaron al PP en puertas del Gobierno. "Me dijo que consideraba como propias las ideas y los postulados que estábamos defendiendo", dice. "Acudía a pedirme consejo o al menos alguna sugerencia, -prosigue- porque, después de meditarlo durante mucho tiempo, había tomado una de las decisiones más importantes de su vida, que era entrar en la vida política activa".

Berlusconi le lleva 17 años a Aznar. Además, es inmensamente rico. Es el fundador de su partido, Forza Italia, que se confunde con su persona y su empresa. Nadie cuenta con más medios, de comunicación sobre todo. (También con más procesos judiciales). Todo esto no es óbice para que el ex presidente español afirme, crédulamente: "A veces me ha dicho, con tono risueño, que yo he sido su maestro en la vida política, e incluso me llama su profesor, un profesor cuyas instrucciones, afirma, 'sigo puntualmente". Y más: "Durante los años que Berlusconi permaneció en la oposición (...) siempre tomó como punto de referencia al Partido Popular. Primero lo hizo como partido de oposición y, luego, a partir de 1996, como partido de Gobierno. Sólo por esto, aquella actitud se merecía nuestro apoyo". "Cuando llegó por segunda vez al poder nuestra acción y nuestro ideario se convirtieron en elementos de referencia para su acción de Gobierno".

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No hay espacio aquí para seguir la ronda de ojos, con los de Aznar y Bush, en una cena reciente en la Casa Blanca. Pero ya se ve que en el espejo de Italia se desafían los claros de Zapatero y los foscos de Aznar y que en el combate por el Palazzo Chigi algo serio se juega Europa entera.

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