Editorial:

Ley de reproducción

La Ley de Reproducción Asistida, aprobada ayer por el Congreso, puede presumir de haber puesto el marco legal a la altura de los avances científicos, en un campo donde la velocidad y el carácter a menudo imprevisible del progreso técnico no lo ponen nada fácil. Su entrada en vigor, probablemente alrededor del verano, beneficiará sobre todo a las parejas que necesitan ayuda médica para tener un hijo, que verán despejadas algunas trabas introducidas en la anterior legislatura para satisfacer a los obispos -como la limitación a tres óvulos fecundados por cada ciclo de fertilización ...

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La Ley de Reproducción Asistida, aprobada ayer por el Congreso, puede presumir de haber puesto el marco legal a la altura de los avances científicos, en un campo donde la velocidad y el carácter a menudo imprevisible del progreso técnico no lo ponen nada fácil. Su entrada en vigor, probablemente alrededor del verano, beneficiará sobre todo a las parejas que necesitan ayuda médica para tener un hijo, que verán despejadas algunas trabas introducidas en la anterior legislatura para satisfacer a los obispos -como la limitación a tres óvulos fecundados por cada ciclo de fertilización in vitro- y podrán beneficiarse de las mejoras técnicas que hayan demostrado su seguridad y eficacia en las dos décadas transcurridas desde que se redactó el marco legal anterior.

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Gran parte del debate parlamentario se centró ayer en uno de los aspectos más novedosos del texto: el que permite a algunos padres con un hijo gravemente enfermo la posibilidad de seleccionar, entre varios embriones obtenidos por fecundación in vitro, aquel cuyos genes sean compatibles con los del hijo enfermo, de modo que el embrión, una vez implantado en la madre, gestado y nacido, pueda salvar al hermano con un trasplante de células de su cordón umbilical. El PP y Unió Democràtica de Catalunya (UDC) se opusieron a este y otros puntos relacionados con la investigación biomédica "en defensa de la dignidad del embrión". Reflejaron así la postura de la Conferencia Episcopal, para la que un óvulo fecundado es ya una persona a todos los efectos. Se trata del mismo argumento que la Iglesia católica utiliza para oponerse al aborto, sólo que aplicado no ya al feto, sino a embriones de dos semanas como los que pueblan por centenares de miles los congeladores de las clínicas.

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Las parejas que recurren a esta posibilidad -entre 50 y 100 viajan cada año desde España a otros países para ello- quieren tener un hijo, y sólo pretenden aumentar la probabilidad de que su cordón umbilical pueda salvar la vida a su hermano. Los casos serán examinados uno a uno por la Comisión Nacional de Reproducción Asistida para evitar abusos. Si esta medida que no perjudica a nadie permite algún día salvar una vida, habrá merecido la pena.

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