Cartas al director

Gil Calvo y el odio al trabajo

El pasado 23 de diciembre, Gil Calvo publicó un interesante artículo sobre el cual quisiera hacer algunas observaciones. Comparto plenamente con él su crítica a la desfasada pedagogía escolástica de la que la Iglesia y la mayor parte del profesorado siguen siendo sus principales defensores. Sin embargo, resulta sorprendente que el autor cargue sus tintas única y exclusivamente sobre el alumnado, el cual, según su argumentación, es la víctima del elitismo escolástico.

De este modo, no tiene empacho alguno en hablar de la subcultura estudiantil del "odio al esfuerzo, el desprecio al traba...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El pasado 23 de diciembre, Gil Calvo publicó un interesante artículo sobre el cual quisiera hacer algunas observaciones. Comparto plenamente con él su crítica a la desfasada pedagogía escolástica de la que la Iglesia y la mayor parte del profesorado siguen siendo sus principales defensores. Sin embargo, resulta sorprendente que el autor cargue sus tintas única y exclusivamente sobre el alumnado, el cual, según su argumentación, es la víctima del elitismo escolástico.

De este modo, no tiene empacho alguno en hablar de la subcultura estudiantil del "odio al esfuerzo, el desprecio al trabajo", para desde ahí reclamar mayor capacidad disciplinaria para los directores de los centros escolares. En ningún momento habla de una negociación de las normas, de su posible elaboración democrática, de la implicación de la comunidad educativa en su aplicación. Todo se reduce a la mano dura contra un estudiantado caracterizado por su "indisciplina escolar, chulería arrogante, machismo racista e impune abuso de poder". Sin duda, el actual funcionamiento de nuestra escuela induce el odio al trabajo. No obstante, en centros -pienso, por ejemplo, en colegios públicos de educación infantil y primaria en Madrid como La Navata, Trabenco o Palomeras Bajas- en los que niños y niñas son capaces de decidir sobre qué quieren investigar, donde se fomenta el aprendizaje cooperativo, en los que se respeta y alienta la palabra del alumnado, lo que hay es amor al saber, deseo de leer y ganas de comunicar.

Por otro lado, si lo que queremos es detectar el odio al trabajo, el autor podría leer el brillante artículo de Mariano Fernández Enguita ¿Es pública la escuela pública?, donde se encontrará una reflexión sobre la denodada lucha de buena parte del profesorado por reducir los días lectivos y por compactar la jornada laboral. Espero que alguien escriba un artículo similar sobre el profesorado universitario, especialmente sobre aquellos que ni publican ni se implican en las tareas de gestión.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Si salimos del terreno de la escuela, me pregunto cómo interpretar que haya empresas en las que se prejubilan trabajadores a los 53 años para que en su lugar entren jóvenes -los del "odio al trabajo"- a quienes esperan jornadas maratonianas.

Archivado En