Editorial:

Dios y el César

El Vaticano es un Estado con condición de observador en la ONU y que mantiene relaciones diplomáticas plenas con muchos países. Las relaciones con cada uno son seguramente muy diferentes, pero puede apostarse a que no hay muchos en los que el Estado mantenga una política tan favorable a los intereses de la Iglesia como España. Contempladas desde esa perspectiva, las querellas domésticas entre el Gobierno y los obispos españoles pueden relativizarse.

Como éste es un país de hidalgos, se considera de mal tono hablar de dinero pero la aportación anual del Estado (Gobierno central y Comunid...

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El Vaticano es un Estado con condición de observador en la ONU y que mantiene relaciones diplomáticas plenas con muchos países. Las relaciones con cada uno son seguramente muy diferentes, pero puede apostarse a que no hay muchos en los que el Estado mantenga una política tan favorable a los intereses de la Iglesia como España. Contempladas desde esa perspectiva, las querellas domésticas entre el Gobierno y los obispos españoles pueden relativizarse.

Como éste es un país de hidalgos, se considera de mal tono hablar de dinero pero la aportación anual del Estado (Gobierno central y Comunidades Autónomas) al sostenimiento de Iglesia y financiación de los colegios católicos asciende a unos 3.000 millones de euros. Hace años, el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, sugirió a los obispos españoles que le indicaran un sistema de financiación pública de la Iglesia existente en algun país que resultase más favorable que el vigente en España, comprometiéndose a aplicarlo de inmediato. La oferta podría extenderse al tratamiento de la enseñanza de la religión en el sistema educativo público. ¿En qué país no confesional -y quien desee que el nuestro vuelva a serlo tendría que justificarlo- existe un sistema tan respetuoso con las creencias de los católicos: obligatoriedad de la oferta de enseñanza de la religión por profesores designados por la Iglesia y pagados por el Estado, y libertad de los alumnos para cursarla o no?

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Aunque exista una conexión obvia en muchos de los asuntos a tratar, una cosa son las relaciones de Estado a Estado entre España y la Santa Sede y otra las relaciones entre el Gobierno y los obispos españoles. Los motivos de desacuerdo entre el Gobierno y la Conferencia Episcopal Española pueden y deben tratarse en su nivel propio. Es decir, sin que afecte necesariamente a las relaciones con el Vaticano, que deben tener continuidad con independencia del signo político del Ejecutivo. Pero una relación normalizada en este nivel puede favorecer el acuerdo interno.

Sus 2.000 años de experiencia avalan a la diplomacia vaticana a la hora de separar el trigo de la paja y distinguir el ruido de las nueces. Se comprende, por ello, el interés mostrado ayer por la vicepresidenta Fernández de la Vega en deslindar su entrevista con el Secretario de Estado del Vaticano, Ángelo Sodano, de las querellas del día -incluyendo la manifestación de hoy contra la LOE-, aunque hablasen de ellas.

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