Tribuna:

El lado dormido de la razón

Una figura humana recostada sobre un libro, en un cuadro de Goya, nos alerta de los peligros de que la razón baje la guardia, apague las luces y se quede dormida. En la obra El sueño de la razón produce monstruos aquel pintor perseguido por la España oscurantista de su época dibuja una defensa de la filosofía iluminista de la Ilustración, elemento éste clave en la comprensión de ese gran cambio histórico surgido en Occidente, denominado modernidad y definido a partir del desarrollo de algunos procesos encadenados; Renacimiento, humanismo, Reforma y, finalmente, a partir del siglo XVIII,...

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Una figura humana recostada sobre un libro, en un cuadro de Goya, nos alerta de los peligros de que la razón baje la guardia, apague las luces y se quede dormida. En la obra El sueño de la razón produce monstruos aquel pintor perseguido por la España oscurantista de su época dibuja una defensa de la filosofía iluminista de la Ilustración, elemento éste clave en la comprensión de ese gran cambio histórico surgido en Occidente, denominado modernidad y definido a partir del desarrollo de algunos procesos encadenados; Renacimiento, humanismo, Reforma y, finalmente, a partir del siglo XVIII, Iluminismo o Ilustración.

La evolución de la ciencia y la técnica, el paso de una sociedad agraria a una industrial, del modo de producción feudal al capitalista y la transición de lo colectivo a lo individual son también, entre otras muchas, características centrales de la modernidad. El protagonista es un ser humano que empieza ya a reconocerse en la unidad del género humano, a comprender la universalidad de la historia y a confiar en la capacidad de la razón para resolver sus problemas.

Y entonces Aznar y Carod, Ibarretxe y Mayor Oreja; una España afirmada con una Euskal Herria que la cuestiona

Sin embargo, todo este proceso, este despertar histórico, llevaba dentro de sí una parte dormida; el romanticismo y sus precedentes históricos, caracterizados todos ellos por la repulsa a la fría dureza de la razón, el rechazo de la moderna sociedad burguesa industrial y la nostalgia por un imaginario paraíso perdido del mundo premoderno.

Por los senderos del racionalismo, el pensamiento crítico de la Ilustración francesa, el idealismo filosófico alemán y el liberalismo inglés propusieron la desmitificación de los valores tradicionales, los dogmas religiosos y las explicaciones mágicas del romanticismo. En lo político, provocaron la aparición y la estabilización de los sistemas democráticos.

Cuando en España ésta por fin llegó tras una larga dictadura, comenzó un proceso constituyente que, en su dimensión territorial, derivó en un cierto movimiento de acordeón. En el primer impulso de nuestra democracia, descentralización hacia los entes territoriales y aprobación de los estatutos de autonomía para fijar los pilares políticos, jurídicos y administrativos del Estado, seguido de un progresivo cuestionamiento de éste por parte de los principales beneficiarios de la descentralización. En el segundo (los últimos años de Gobierno del PP), una reivindicación de centralismo sobre un principio, en la retórica y en la práctica política, de no reconocimiento de la pluralidad que caracteriza al complejo modelo español. Ahora, un tercer movimiento inaugurado por el Gobierno central con intenciones de racionalidad política y mejora en la gestión de las políticas sociales que, sin embargo, es confundido otra vez y utilizado desde algunas partes para la reivindicación de la identidad nacional, la diferencia y los derechos históricos como fuente de la que emanan competencias, regímenes fiscales y definiciones nacionales de carácter exclusivo. Tras el necesario ejercicio del primer movimiento -descentralización y legitimación del Estado en el conjunto del territorio-, entró en escena un romanticismo que, con diferentes colores, ha teñido el comportamiento de la mayoría de los partidos y que, con una propuesta ideológica e identitaria excluyente y extenuante, impide cualquier avance en materia de modernización política.

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De fondo, la defensa y el enfrentamiento permanente de banderas y naciones, la nación española frente a la nación vasca, la España obligatoria frente a una Cataluña también nación. La afirmación de la una siempre mediante la negación de la otra como constante histórica: un absurdo político irresoluble que enfrenta el mismo producto ideológico en diferentes envases, el mismo romanticismo con diferente bandera: la defensa de una patria frente a la defensa de otra patria sobre un fondo de mitos, dogmas y cuestiones antropológicas que han ocupado de lleno y casi carcomido el debate político.

Con todo, más de treinta años ya de razón dormida. Y en este sueño, una corriente orientada en la dirección contraria al gran movimiento iluminista e ilustrado desde el que ya nos avisaba el propio Goya de ese peligroso instante en el que, cansados del "frío mármol de la razón", de la luz encendida del cuestionamiento y la racionalización de la vida, optamos por bajar la guardia y apagar las luces. Y así, seducidos por "el cálido jardín del romanticismo", la razón se viene con nosotros bajo las sábanas del sueño. Y entonces Aznar y Carod-Rovira, Ibarretxe y Mayor Oreja, una España afirmada con una Euskal Herria que la cuestiona, una Euskal Herria afirmada con una España que la impide, la desintegración de la patria de todos los españoles cuando Cataluña es una nación, la negación de la identidad catalana cuando España es patria sagrada, común e indivisible de todos los españoles. Y de ahí, el quejido y la protesta de muchos de nosotros, ciudadanos hartos de la extendida imposición de tener que elegir una patria de carácter nacional en la que irremediablemente, sea ésta la que sea, nunca cabremos todos.

Ya no sabemos si soñamos o si estamos siendo soñados, pero, en cualquier caso, aquí seguimos, conviviendo con los monstruos de nuestro lado dormido: pasión sobre razón, fantasía sobre realidad, dogma sobre ciencia y mito sobre Historia. Y hasta que alguien nos despierte de una vez, hasta que suene algún despertador histórico o político, romanticismo sobre Ilustración, y así nos va.

Eduardo Madina es secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi y diputado.

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