Columna

Leo, leo

En unos días, al poner la radio, al sentarse frente al televisor, al acudir al cine o al levantar simplemente la vista, usted se va a enterar de lo que es una buena campaña publicitaria. El Ministerio de Cultura vuelve al ataque con un agresivo plan de animación a la lectura que promete agitar las conciencias y alcanzar sectores estratégicos, jóvenes y niños, así como incidir en grupos minoritarios desatendidos hasta el momento: inmigrantes, discapacitados y presos. Prepárese porque, de aquí a enero, se van a emitir en las cadenas nacionales y autonómicas 717 anuncios. En 5.000 salas de cine d...

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En unos días, al poner la radio, al sentarse frente al televisor, al acudir al cine o al levantar simplemente la vista, usted se va a enterar de lo que es una buena campaña publicitaria. El Ministerio de Cultura vuelve al ataque con un agresivo plan de animación a la lectura que promete agitar las conciencias y alcanzar sectores estratégicos, jóvenes y niños, así como incidir en grupos minoritarios desatendidos hasta el momento: inmigrantes, discapacitados y presos. Prepárese porque, de aquí a enero, se van a emitir en las cadenas nacionales y autonómicas 717 anuncios. En 5.000 salas de cine del país se proyectarán spots sobre el asunto. Oirán hasta la saciedad cuñas y más cuñas de radio. Y para que el tema no se quede ahí, se colocarán 6.000 vallas publicitarias en lugares estratégicos. En resumen, el Plan de Fomento de la Lectura va a invertir 31 millones de euros (más de 5.000 millones de pesetas) en el sueño de lograr que los más jóvenes apaguen la televisión, la videoconsola o la PSP y acudan a una librería o a una biblioteca para descubrir la insólita aventura de disfrutar con un libro.

Sinceramente, deseo a la ministra Carmen Calvo, a su equipo, a los gobiernos autónomos que van a recibir tres millones de euros para aumentar la dotación de sus bibliotecas, a Iberia, que pondrá en 200 aviones una oferta de libros, así como al mundo del deporte, que va a sumarse a la propuesta ministerial con la fórmula "un libro, un balón", deseo, digo, que tanto derroche de buena voluntad haga posible el ansiado milagro de convertir España en un país de lectores. No obstante, mi escepticismo me dice, como siempre, que la clave de todo está en la escuela, en los planes de estudio y en los maestros. En ellos reside la potestad de sembrar la fascinación en un niño y de crear un lector futuro. Lo dije no hace mucho: el amor a los libros se forja en la infancia, en la lectura en voz alta, en la elección de un texto inolvidable, en el contagio de esa magia que los libros despiertan. Lo demás, ya se ve, son sólo buenas intenciones, parches y falacias que sólo provocan buen efecto y ese engaño a los ojos que en el fondo nos complace y nos permite dormir a pierna suelta.

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