Tribuna:

Gracias, Isabel

Este verano EL PAÍS ha publicado, en su edición de Cataluña, una serie de artículos con el título Alimentos con apellido en los cuales la escritora Isabel Olesti hace un recorrido en profundidad por la historia de los principales productos agroalimentarios catalanes. Han sido artículos elaborados con ingenio y pericia a partir de una rigurosa información técnica que caracteriza a cada producto al mismo tiempo que lo diferencia del resto de los alimentos. Para ser justos, el trabajo que Isabel Olesti ha elaborado es más bien un compendio de crónicas territoriales que de artículos de opin...

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Este verano EL PAÍS ha publicado, en su edición de Cataluña, una serie de artículos con el título Alimentos con apellido en los cuales la escritora Isabel Olesti hace un recorrido en profundidad por la historia de los principales productos agroalimentarios catalanes. Han sido artículos elaborados con ingenio y pericia a partir de una rigurosa información técnica que caracteriza a cada producto al mismo tiempo que lo diferencia del resto de los alimentos. Para ser justos, el trabajo que Isabel Olesti ha elaborado es más bien un compendio de crónicas territoriales que de artículos de opinión, y un recuento de viajes a cada uno de los rincones de nuestro país buscando las esencias de nuestra historia a partir del espacio agrario que está en la raíz de toda nuestra cultura.

Alimentos con apellido define a la perfección nuestra idiosincrasia como pueblo y la evolución histórica de nuestra agricultura en el constante proceso de adaptación a los nuevos retos en el ámbito de la alimentación y el consumo de productos derivados del campo. Precisamente, hace pocos días estuve de viaje oficial en China y en Japón, dos países que, en cuanto a producción se refiere, dejan reducidas a cifras numéricamente pequeñas las producciones de nuestro país. Dos tigres asiáticos en los cuales tenemos un camino muy largo que recorrer a la hora de promocionar nuestros productos y nuestras formas de vida. Dos países a los que tenemos mucho que enseñar en cuanto a producción y tecnología alimentaria, pero de los cuales también debemos aprender. Son nuestros competidores en este gran mercado que es el mundo y, con toda seguridad, en algún momento deberemos aliarnos, con la seguridad de que ellos tendrán algo que nosotros no tengamos y viceversa.

Hasta ahora ningún consejero de Agricultura de nuestro país había viajado a estos dos países a intentar abrir mercado para nuestros productos. De hecho, hasta ahora ningún consejero de Agricultura había manifestado la necesidad de viajar por el resto del mundo para buscar nuevas alianzas, propuestas de acuerdos internacionales, colaboraciones y nuevos mercados para nuestra producción y nuestra tecnología. Algunos -así me lo han comentado en Cataluña- no han entendido el objetivo de este viaje, a pesar de que a estas alturas parece ilógico mencionar que las reglas del comercio internacional no son las de antaño y el aislamiento perjudica enormemente al desarrollo económico y social de los territorios.

Volviendo al principio: en las interminables horas de vuelo entre continentes, aproveché para releer los artículos de la escritora de Reus Isabel Olesti y tengo que reconocer que me sorprendió la facilidad con que pasa de los conceptos culturales a los técnicos, de las identidades territoriales al paisajismo, de la historia a la economía, de la literatura a los hábitos de consumo. En estos artículos está toda nuestra agricultura. Y como muy bien resume Isabel Olesti, en Cataluña sólo podremos conseguir un lugar destacado en el mercado a través de la calidad y de la diferenciación de nuestros productos. Para tener éxito hay que trabajar en esta línea. De hecho, son muchos los agricultores y ganaderos de toda Cataluña que lo han entendido así y que trabajan duramente en la investigación agroalimentaria, en la recuperación de variedades autóctonas y en la comercialización de productos únicos que en ningún lugar del mundo podrían copiar por mucho que lo intentasen. Pero, curiosamente, de estos agricultores se habla muy poco, o al menos ésta es la percepción que tengo, aunque quizá se trate de un interés personal que no todos los lectores compartan.

A pesar de las adversidades de todo tipo, en Cataluña se percibe un creciente fenómeno de regeneración de las zonas rurales, que hace que viajando por el territorio descubras auténticas iniciativas pioneras en el ámbito agroalimentario. Sin ir más lejos, tenemos grandes profesionales artesanos que exportan sus quesos a medio mundo; jóvenes productores de vino que, en su apuesta por la calidad, se abren camino en un mercado internacional cada vez más complejo y son venerados en Estados Unidos; zonas como la Alta Anoia, en las que se cultiva un garbanzo de culto, por no hablar de la pera limonera de Lleida, la manzana de Girona, el melocotón de la Ribera d'Ebreo la avellana de Reus, variedades únicas e inimitables. Podríamos pasarnos horas y horas enumerando y describiendo el trabajo de la gente de nuestro campo. Y eso es lo que ha hecho, con especial cariño, la escritora de Reus con sus artículos.

Isabel Olesti ha contribuido a que todos nos creamos un poco más que tenemos una agricultura excepcional y con un potencial inmenso, a pesar de que el campo no atraviese uno de sus mejores momentos históricos y de que el encaje de las sociedades rurales en un mundo cada vez más urbano no sea nada fácil. Sin duda, la contribución de los medios de comunicación es fundamental para el futuro de nuestra agricultura y en este sentido Alimentos con apellido ha contribuido de forma excepcional a la promoción de nuestros productos agroalimentarios de primera calidad.

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Por todo ello, y en nombre de todo el sector, gracias, Isabel.

Antoni Siurana es consejero de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Generalitat de Cataluña.

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