Entrevista:MICHEL PICCOLI

La sensualidad de un mito

Es más que un actor, es una leyenda. A punto de cumplir 80 años, con la historia de un siglo a la espalda, Michel Piccoli desnuda sus recuerdos de Buñuel, Dalí, Ferreri, Azcona o Mastroianni; desvela sus secretos de actor y habla del papel imprescindible de la cultura europea.

Aquel día estaba en la Embajada francesa en Madrid a punto de viajar a Almagro, donde iba a recibir el homenaje del Festival de Teatro Clásico. Alrededor de ese hombre grande había obras de Manolo Valdés y tapices clásicos, acaso la combinación cosmopolita que define la cultura de su país. Él mismo representa la pasión francesa por el teatro y por el cine, y cuando habla de ello, y también de Francia, adopta al tiempo la expresión del orgullo y la humildad a la que cualquier actor se debe; él no es nadie, dice, hasta que un director no lo dirige, y él ha dirigido también, quizá para darse cuen...

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Aquel día estaba en la Embajada francesa en Madrid a punto de viajar a Almagro, donde iba a recibir el homenaje del Festival de Teatro Clásico. Alrededor de ese hombre grande había obras de Manolo Valdés y tapices clásicos, acaso la combinación cosmopolita que define la cultura de su país. Él mismo representa la pasión francesa por el teatro y por el cine, y cuando habla de ello, y también de Francia, adopta al tiempo la expresión del orgullo y la humildad a la que cualquier actor se debe; él no es nadie, dice, hasta que un director no lo dirige, y él ha dirigido también, quizá para darse cuenta de que sin ese espejo el actor no es nadie… Para él, entender el alma humana, para expresarla en el escenario, es comprender al tiempo el alma de los embajadores y de los zapateros… Aquel día, ni una sola vez abandonó la sonrisa con la que penetró en asuntos como la vida y la muerte…

Va vestido de blanco, y en efecto es grande como en las películas y como en el teatro; nada más encontrarle, ya establece una corriente que tiene que ver con la tranquilidad y con la sensualidad que desprende, en las películas y en la cercanía, como si su cuerpo se estuviera adaptando no sólo a lo que dice, sino también al que acaba de llegar; está acostumbrado a atender, y a veces tiene la delicadeza de celebrar que se le pregunte por algo concreto. Por ejemplo, qué da el actor de sí, qué ofrece para que una obra de arte sea lo que quiere el director. Tiene la mirada mucho más cercana y cálida, noble, que en algunas de sus películas, y algunas veces, mientras le miraba para acercarme a esa mirada, me pregunté si este Michel Piccoli que ahora está aquí, bien rasurado, no como en algunas de sus películas en las que destacan sus cejas, su barba de algunas horas, cierto cansancio existencial y, en todo caso, un cuerpo grande que lo domina todo, sería reconocido si saliera a la calle ahora y entrara en un bar cualquiera de la zona. Y la conclusión es que la gente tardaría algo, acaso no demasiado, en advertir que él es el actor francés que han visto tantas veces. Es un hombre afectuoso, que te mira como si le fueras a llevar noticias de otros amigos, y, en efecto, nosotros le llevamos recuerdos de Rafael Azcona, el guionista de dos de sus películas más importantes (La gran comilona y Tamaño natural) y el que tuvo la idea que originó el primer filme que le dirigió Marco Ferreri, Dillinger é morto, rodado en el parque Güell de Barcelona… La conversación sobre Azcona ("era tímido, silencioso, pero enseguida surgió entre nosotros una gran corriente de simpatía, de calor mutuo") muestra ese Piccoli cálido y amistoso que inmediatamente rompe la imagen previa que uno puede tener de cualquier actor grande para ser la de un hombre que, además de seguir siendo el actor que es, también es un personaje agradecido a la vida, y a lo que los otros le han dado… Está a punto de cumplir 80 años (el 27 de diciembre de 2005), ha actuado en incontables obras de teatro y ha hecho cerca de doscientas películas, y la imagen que ofrece, desde que te da la mano, es la de un hombre dispuesto, disponible para que le vuelvan a llamar. Siempre está en barbecho, dice, cualquier idea es bienvenida a su tarea de actor, y algunas de esas tareas han sido verdaderamente atrevidas, como aquella La gran comilona, en la que le dirigió Marco Ferreri, o como aquella Tamaño natural, en la que Luis García Berlanga le hizo partenaire de una muñeca hinchable… Uno de sus grandes encuentros fue el que tuvo con Luis Buñuel… De él habla como de una relación amorosa, o religiosa, o de un compañero de colegio cuya muerte niega… "No morirá nunca", dijo cuando tuvo la noticia de la muerte del gran surrealista español, y repitió lo que Buñuel dijo cuando le preguntaron por otro amigo muerto: "No hablo de los amigos muertos… Les pongo estrellas, como a los restaurantes". Así que pedimos qué estrellas le pondría a Buñuel… "Huy, él es el que lo decide". Como si Buñuel estuviera aún al lado. Una historia, sobre su relación con la guerra mundial, dejó en el aire la mirada de un niño asustado por la vida. Fue niño el actor grande.

Siempre que le vemos en cine, y ahora que le vemos, y hasta su nombre, evoca salud, sensualidad, amor por la vida…

Tiene usted razón, puedo dar esa impresión, de salud, de sensualidad, y de hecho muchos de mis personajes expresan esa sensualidad, ese amor por la vida… Sin embargo, en muchos otros papeles he ocultado esa parte de mi personalidad, porque el personaje no la requería… Me alegra lo que dice porque me gusta mucho la sensualidad oculta, escondida… No sólo la sensualidad con las mujeres, sino también con los amigos, con la comida… Me gusta que esa sensualidad permanezca secreta… Por eso odio las películas pornográficas…

Nunca ha renunciado, ni en el cine ni en el teatro, a hacer del cuerpo un instrumento clave de la interpretación…

¡Pero voy muy vestido siempre! No, en serio… Una de las cosas del oficio de actor es actuar con los gestos y con el cuerpo, dar todo lo que tienes, ser todo lo que eres. El texto es capital, desde luego, aunque muchas veces (como en Dillinger é morto, de Marco Ferreri) he tenido papeles prácticamente mudos, pero sin la sensualidad del individuo, del actor, el espectador no recibe nada; la sensualidad es fundamental, y yo me siento muy sensual: ¡pero de una sensualidad oculta!

Así que el cuerpo está ahí, y nunca renuncia a él…

En realidad, a lo que no puedo renunciar nunca de ninguna manera es a la personalidad de los autores, de los directores de cine… Porque para mí, ser intérprete no es ser intérprete de mí mismo, sino de lo que dicen los autores o los directores… No me interesa representarme a mí.

A ese respecto, un gran crítico español, Ángel Fernández-Santos, dijo de usted, hablando de 'Los equilibristas', sobre Jean Genet, que "compone la casi inimaginable personalidad de Genet con tal facilidad que parece, en un trabajo tan esforzado y áspero, no hacer ni el menor esfuerzo, dando así a su meticulosa elaboración aspecto de improvisación…".

¿Qué puedo contestar a eso, un elogio tan estimulante…?

¿Y cómo prepara su improvisación…?

Trabajando, trabajando mucho; leyendo, estudiando, tratando de ser aquel que me proponen que sea, para que al final quien digo que soy sea quien quiere que sea el director… Me preparo cada día, y procuro ir fresco al rodaje; lo aprendo todo, pero pretendo dar la impresión de que no he aprendido nada… No estoy pensando constantemente: voy a interpretar este papel… Si lo hiciera así, enloquecería, sería dos… Lo que sí pienso es por qué tal autor ha escrito lo que ha escrito, porque este concreto director de cine quiere hacer esta u otra historia… De este modo entro un poco en la intimidad del autor o del director, así que ya es su papel, no el mío…

Pero algo pondrá de su parte el actor…

¿Lo que el actor pone? Pues me parece que pone los secretos del autor o del director dentro del personaje. ¿Le parece claro?

Sí, lo parece…

No pienso nunca en el personaje que estoy interpretando… Trato de olvidar al máximo que soy actor…

¿Ése es su secreto?

Pienso que sí…

Entonces daría la impresión de que usted es como el campo, o la tierra, y que sobre usted van lloviendo experiencias que le empapan…

Mire, no está mal esa comparación, porque en efecto yo soy muy de tierra, de campo, y a mí me impregnan las cosas como si lloviera sobre mí, eso es así…

¿Y cómo le afecta como persona lo que interpreta? ¿Qué le deja esa lluvia?

Yo interiorizo lo que me dice el director, y después trabajo con él, soy su intérprete.

Quizá eso explica estas comparaciones que hicieron una vez sobre usted: "Como Cary Grant, como James Stewart, como Gary Cooper, Piccoli tiene el raro talento de adaptarse a cualquier clase de material sin alterar su esencia…".

¡Gracias! Me parece una definición muy agradable… Cualquier cosa que diga sobre ella será interpretada o como una arrogancia o como una ingratitud… De todas maneras, yo nunca he querido ser un actor inmutable…, he querido ser diferente cada vez que interpreto, en la voz, en la manera de hablar, en los gestos… Voy a darle un ejemplo clarísimo que lo explica… Ocurrió con Marco Ferreri, a quien no conocía todavía… Me fue a esperar en París, por fuera de un estudio al que yo iba esa tarde para filmar una película… Se me acerca y me expresa su deseo de hablarme, y yo le digo que no tengo tiempo, que venga otro día, mañana, en el mismo sitio… Al día siguiente viene, me extiende diez folios, "mire, lea esto". Mientras lo leía me miraba con sus profundos ojos azules, y al final le pregunté si él quería hacer una película con aquello. "Que sí". ¿Conmigo? "Que sí"… E hicimos la primera película juntos, Dillinger é morto, que yo creo que es una de mis mejores películas…

Y que parte de una idea de Rafael Azcona…

Sí, Azcona, qué gran personaje, tímido, interior; se sentaba en París, con nosotros, y no hablaba nada, pero por dentro corría una enorme corriente de simpatía mutua… Y con Ferreri todo fue muy bien; nos tratábamos así, casi sin hablar, él me daba unas orientaciones, cómo debía moverme, cómo debía estar en las distintas secuencias de la película, y yo intuía todo lo que él quería que yo hiciera…

El director ideal para usted…

El director ideal, con Luis Buñuel…

Tiene usted una gran relación con españoles excepcionales del siglo… Buñuel, Azcona, Berlanga, Semprun, Alberto Puig Palau [El Tío Alberto del que canta Serrat]…

Personajes extraordinarios, ah, recuérdeme que le hable de Puig Palau, no podemos hacer esta entrevista sin que yo le hable de Puig Palau… Los españoles son personajes extraordinarios… A veces he pensado si esa pasión, ese genio, no provienen de la experiencia y el sufrimiento de la Guerra Civil…, ese desgarro que sufrieron y que los obligó a ser aún más imaginativos y más apasionados… Acaso eso nos falta a nosotros, los franceses, aunque no quisiera ser como esos franceses que tienen la costumbre de hablar mal de su país…

Uno de los acontecimientos de su vida fue encontrarse con Buñuel…

En realidad, como me pasó con Ferreri, casi todo lo que me ha sucedido en la vida, es decir, lo mejor que me ha pasado, ha sido por casualidad… Yo tenía treinta años, y sabía que Buñuel iba a venir a París… Le escribí una carta, pidiendo verle al llegar… Él me envió un telegrama, ¡y después me llamó para confirmar que yo había recibido el telegrama! Él tenía ese aspecto de genio imaginativo y quizá despistado, pero poseía una gran organización, su genio estaba sometido a una enorme disciplina… Y cuando tenía ya la cita me llamó de nuevo para decirme que era imposible, que no nos podíamos ver… Pero después vino a una representación mía y me esperó al final. "¡Qué bien, qué obra, ha estado usted formidable!". Luego nos hicimos amigos, íbamos por París, le gustaba beber, y tenía su propia disciplina también para beber. ¡No era, nunca lo fue, un borracho! Hacía unos cócteles magníficos, a las cinco de la tarde, y como eran de su invención, nosotros los llamábamos buñolonic, como gin-tonic… Así que en un momento determinado él se olvidó de que yo era actor y yo me olvidé de que él era director, y simplemente éramos amigos que íbamos por París…

¿Y cómo se dio cuenta luego de que era en efecto actor?

Ah, él tenía su propia dinámica…, su propia diplomacia… Un día me llamaron de una productora… "Mire, Buñuel quiere hacer una película, necesita alguien que pueda ser cura y que tenga 45 años…". Yo tenía también mi propia diplomacia, así que les dije lo obvio: yo tenía 30 años, no podía ser un cura de 45… Bueno, a ellos les daba igual, así que me fui de allí, y al cabo de unos meses me llamaron de la misma productora… "El señor Buñuel quiere que usted haga de cura de 45 años…". A mí me pareció bien, al fin y al cabo era Buñuel quien me reclamaba… Así que me fui a México, con Simone Signoret, que también iba a estar en la película, y él nos recibió, muy educado, "Señora, señor…", y añadió, dirigiéndose a mí: "Para nada das el papel, pero lo vas a hacer". Y fui un cura…

De 45 años…

De 30, ¿qué más daba?, era Buñuel…

El surrealismo…

Cuando Buñuel se murió, se acabó el surrealismo… Él era el gran surrealista, con Dalí, y cuando rompieron, él siguió siendo el gran surrealista… Su modo de ver la realidad, de contarla, era también el de un surrealista español; él era muy español. Por ejemplo, él no era un anticlerical. Simplemente, tenía un sueño muchas veces, y en ese sueño, él fusilaba al Papa…

¿Y usted no tiene ese sueño?

No, en absoluto… Yo he tenido la suerte de tener dos padres que dejaron enseguida el catolicismo, por razones que no vienen al caso… Mi madre, en concreto, impidió que yo hiciera la primera comunión…

Cuando murió Buñuel, usted se negó a despedirlo, como si no se hubiera muerto…

Es que no se murió, sigue ahí, sigue su obra, sigue su manera de ver el cine, sigue su organización de las películas…

Usted hizo con Buñuel 'El discreto encanto de la burguesía', en la que se producen muchas situaciones surrealistas…, alguna vez todos están sentados en un váter…

Era Buñuel, filmaba sueños… Todos sabíamos que estábamos en un filme que no decía sólo lo que se filmaba, que había algo más que eran los sueños del director y los sueños que podíamos tener los demás acerca de lo que él estaba soñando…

Y en 'La gran comilona' hay un grupo de gente que se encierra para destruirse comiendo…

Hubo gente que creía que Ferreri había hecho una película de humor, e incluso fuertemente erótica… Durante el franquismo, que la prohibió en España, muchos españoles iban al sur de Francia creyendo que iban a ver una película cuasi pornográfica… Y el mismo Ferreri se horrorizó cuando la vio entera por primera vez, él sabía que había hecho una película fuerte y profunda, e incluso creía estar dentro del papel que interpretaba Phillippe Noiret… Se horrorizó al darse cuenta del poder interior, esencial, de indagación en la soledad del ser humano, de gente como nosotros, cerca de los cuarenta años, en aquel tiempo tan especial, después de la revolución de mayo del 68… Es una película que aún hoy sobrecoge, porque Ferreri estaba diciendo algo distinto a lo que la gente creyó que estaba diciendo… No era en absoluto una película superficial… Véala hoy.

¿Y cómo se sintió con aquellos monstruos del cine, Tognazzi, Mastroianni, Noiret…? ¿La convivencia era buena?

Excelente… En realidad, Ferreri siempre tenía una especie de troupe de actores, los mismos para todas sus películas, y nos usaba como si fuéramos payasos de esa troupe… A veces me decía: "En esta película no sirves, estaría mejor Marcello", y no pasaba nada, era así como él nos trataba, y nosotros queríamos que él nos tratara así…

Muchos atrevimientos españoles… En esa película tuvo como guionista a Azcona, como en 'Tamaño natural', de Berlanga…

Ah. Esa película… Fue una experiencia magnífica… Berlanga es un gran director, y esa película me vino como una gran alegría… Cuando recibí el guión no lo dudé un segundo, una película como esa debe hacerla un actor que tenga verdaderamente arraigada la pasión de actuar… Es una experiencia única… Yo tenía como compañera de rodaje a una muñeca, ¡una muñeca hinchable! Imagínese: ni hablaba, ni me podía dar réplica… Fabuloso: yo tenía que hacerla actuar; la movía a un lado y a otro, porque si no la hacía actuar, yo tampoco estaba completo como actor… Así que también tenía que hacer de marionetista… Algo fabuloso…

Y debía de dar un poco de reparo tener una muñeca que se convierte en amante…

Esta película sólo se les podía ocurrir a españoles… Bueno, Ferreri también la pudo haber hecho… Fíjese, cuando íbamos a rodar, Berlanga estaba más preocupado por la muñeca que por mí… A él le horrorizaba que a mí me gustara la muñeca, porque cuando la iba a ver a París, porque la fabricaron en París, le parecía horrible, y a mí me parecía magnífica…

¿Y no hay pudor, no siente pudor?

Cuando viene una película y tú ves la historia, sabes que la puedes hacer, que es buena, ya todo desaparece, y desapareces tú también, porque tú eres un intérprete, no eres ni la película ni el personaje… Si no te lo tomas así, no puedes hacer nada…

Incluso ha follado en escena en una obra de teatro dirigida por Robert Wilson…

Sí, un texto de Marguerite Duras, pero ése es el teatro, que la gente crea que está haciendo contigo algo que tú tampoco estás haciendo de verdad… Fue una sensación extraordinaria, tanta gente viéndote, y tú interpretando también sus sueños, su manera de referirse al acto de amar…

[Hubo un incidente magnetofónico, que se solventó gracias a Piccoli y a la generosidad de Serge Fohr, el agregado cultural francés en Madrid, y seguimos la conversación en Almagro, volviendo en tren a Madrid, y luego sentados en la estación de Atocha, antes de que el actor volviera a París. En Almagro le habían preguntado si se sentía Quijote. Todos somos un poco quijotes. Y luego le dijeron si había conocido a algún quijote. Se quedó pensando y dijo el nombre de Berlanga. Alguien le dijo: "También podría ser Sancho". "Ah, entonces Berlanga es un hombre extraordinario". Lo que sigue es la conversación habida en Atocha, mientras el actor se comía un inmenso pepito de ternera. Muy apetitoso, incluso sensual.]

Por cierto, no deje que me vaya sin que le hable de Puig Palau, el tío Alberto…

Sí, acaso antes dígame unas palabras sobre este cambio de costumbres que se están advirtiendo en Europa, acaba usted de asistir en España a la aprobación del matrimonio homosexual… ¿El sueño de Buñuel sobre el Papa se está haciendo realidad?

Cuando Buñuel decía eso de matar al Papa lo decía con mucha violencia, pero también con mucho humor… Para mí supone una gran interrogante el asunto del matrimonio homosexual. Me parece maravilloso que por fin se reconozca a los homosexuales sin odio y sin insultos… Y la gran pregunta no religiosa, no católica, es qué pasa cuando los matrimonios siguen a pesar del odio, qué hace la religión con eso… El único problema del matrimonio homosexual es que no se pueden tener hijos… Se abre una nueva manera de vivir para una gente que ha sido insultada a lo largo de los años…; el racismo sexual es algo terrible, cuando llamaban maricas o maricones a los homosexuales, cuando se les degradaba… La pregunta principal sería también: ¿qué es más honesto, hacer matrimonios de interés que generan odio o hacer matrimonios de pasión entre personas del mismo sexo?

Ahora hay en su país mucha inquietud respecto a la inmigración…

¿Y de dónde viene la emigración? De gente que ha sufrido guerras civiles en sus países y han buscado refugio en el extranjero… ¿Cómo les vas a negar asilo? Y el problema más grande es el conflicto que divide a los países ricos y a los que no han alcanzado un nivel mínimo de desarrollo… ¿Quiénes son los culpables de la falta de acuerdo para propiciar una situación diferente, los países ricos o los países pobres?

¿Y qué tiene que hacer Europa ahora?

Europa tiene que existir, no para tener un conflicto con Estados Unidos, sino para mantener un equilibrio mundial… Ahora estamos muy orgullosos del conflicto entre Boeing y Airbus, pero eso no es nada frente a la gran guerra sin armas que tiene al petróleo por medio… No sé si Europa va a ser capaz de mantener un punto de equilibrio interesante para los nuevos conquistadores del mundo, China, India, Estados Unidos… Voy a ir más allá, aunque pueda parecer ingenuo, hablo de la guerra entre islamistas y no islamistas. La integración de Turquía en la Europa de hoy podría ser algo inteligente; no se puede aducir que no se hace porque aún no han reconocido el genocidio armenio, y claro que ya es tiempo de que lo reconozcan. ¡Pero nosotros también hemos tardado en reconocer el genocidio contra los judíos en Europa…!

Y en ese contexto, ¿la guerra cultural Estados Unidos-Europa es una guerrita o una gran guerra?

Una guerra grande… Hollywood es sólo una parte de América, pero para nosotros es el símbolo; hay muchas Américas, está la América de un terrible fundamentalismo religioso y hay otra mitad que odia esa América, le tiene miedo… Y en lo que a nuestro mundo respecta, en Hollywood están los reyes del comercio que se enfrenta a la cultura que aquí deberíamos hacer…

Usted es tan grande que parece que nunca fue niño… ¿Cómo era de niño?

Era mudo, no hablaba. Mi madre era de una gran familia burguesa, y mi padre era senador. Una familia muy católica. La de mi madre era una familia de 11 hermanos. Por motivos de dolor personal, ella empezó a dudar de Dios: a su hermano preferido lo mataron en la I Guerra Mundial… Después, su primer hijo murió a los tres años… Y abandonó por completo la creencia de que Dios era bueno… Y aunque yo era muy pequeño, entendía esas cosas… Los dos eran músicos, y se ganaban la vida muy difícilmente… Por parte de la familia de mi madre eran ricos, y tenían una actitud muy poco correcta con mis padres… Eso suponía para mí un gran malestar, no un dolor inmenso, pero sí un gran malestar… Pronto entendí que yo había nacido gracias a que mi hermano había muerto… Ellos no habrían tenido recursos para mantener dos hijos, de modo que estaba claro que yo había nacido por esa dolorosa circunstancia… A mi madre le escuché decir muchas veces que, en contra de lo que piensa la gente, dar a luz no es algo maravilloso, es un dolor tremendo…

¿Y cómo se recuperó del trauma?

Estuve internado en un colegio fuera del país; me gustaba, era feliz. Nos hacían actuar en las fiestas, y yo hacía teatro. Y de repente me encontré en un escenario contando historias de adulto… A los 18 años yo era muy buen alumno, y les dije a mis padres que quería ser actor… Nunca me habían llevado al cine o al teatro. Ella tuvo una reacción muy sana, me metió en un curso… Y luego me hice actor; hay un misterio en todo esto: ¿cómo fue que nunca me encontré en la vida con gente en este oficio que no fueran mercaderes, sino poetas? Tuve mucha suerte.

¿Algún otro misterio?

Sí. ¿Por qué, teniendo la edad que tengo, no me doy cuenta de que la tengo?

¿Cómo le afectó la II Guerra Mundial, cuando era un adolescente?

Tenía 14 años cuando empezó. Mis padres tenían una radio y ahí oí la voz de Hitler. Sentí un miedo profundo al oír esa voz… Mi madre trabajaba en una tienda de carbón para ganarse la vida, y mi padre se quedó en París; pero mi madre me buscó una bicicleta y me dijo: "Vete a Corrers [un departamento del sur de Francia]", a quinientos kilómetros, a la finca de unos amigos, donde tenían que recogerme… Hice el trayecto velozmente, era el éxodo, un pánico total… Y yo hice solo esa distancia, era el niño más feliz del mundo huyendo con mi bicicleta… En ese cortijo había un hombre llorando, un señor mayor, que tenía por lo menos 35 años… Lloraba, y era la primera vez que yo veía a un adulto llorar… Pregunté por qué lloraba y me respondieron: "Porque es judío". Ahí entendí de qué iba todo aquello. Después escuché la voz de De Gaulle, empezaba la guerra, y De Gaulle era mi héroe…

¿Y ahora quién es su héroe?

No sé, antes podía haber sido Zidane… No tengo héroes: tengo un orgullo, tener la suerte de haber tenido dos hijos a los 64 años… O sea, que soy un hombre joven… Por cierto, no hemos hablado de Alberto Puig Palau…

Adelante…

Lo conocí en España, es cuñado de mi mujer… Lo conocí cuando rodaba Tamaño natural… En el guión había un hombre que era maître de hotel, y Luis me lo señaló, aquel papel iba a ser de Alberto… Era un hombre muy elegante. Él vivía en una finca magnífica. Y allí le conocí de veras. Era un hombre casi imaginario, con una gran fortuna, aunque ya se le había reducido algo… Pero seguía siendo amigo de Serrat, de Dalí…, tenía una elegancia que apabullaba… Había estado en la Resistencia, y le habían dado la Legión de Honor… Desprendía amor, y un amor por las mujeres ejemplar. Llegaba vestido de una manera elegante, a mediodía, después de salir del baño, y quedaba un poco antes en los bares de tapas para hablar con sus amigos gitanos… Era un príncipe, no un dandi… Un hombre modesto e inteligente… Lo sigue siendo en mi memoria.

El actor, Michel Piccoli.JORDI SOCÍAS

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