OPINIÓN DEL LECTOR

La espada en la Encarnación

Discrepo del poeta que dijo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Tampoco estoy de acuerdo con las aves de pico duro que se empeñan en hacernos creer que todo está mejor ahora. Me queda el derecho a discrepar, como a cualquier otro ciudadano, y me molesta que los romanos destruyeran la cultura tartésica, que los musulmanes construyeran sobre los templos romanos y que los cristianos aniquilaran la cultura arábigo-andalusí. Todos fueron imponiendo el derecho que la espada, o sea, el vencedor, tenía sobre la ciudad.

Una de las atrocidades que se cometieron sobre lo heredado de una de nues...

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Discrepo del poeta que dijo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Tampoco estoy de acuerdo con las aves de pico duro que se empeñan en hacernos creer que todo está mejor ahora. Me queda el derecho a discrepar, como a cualquier otro ciudadano, y me molesta que los romanos destruyeran la cultura tartésica, que los musulmanes construyeran sobre los templos romanos y que los cristianos aniquilaran la cultura arábigo-andalusí. Todos fueron imponiendo el derecho que la espada, o sea, el vencedor, tenía sobre la ciudad.

Una de las atrocidades que se cometieron sobre lo heredado de una de nuestras culturas fue la destrucción de parte de la Alhambra para construir el Palacio de Carlos V. Todas las personas cultas que visitan la ciudad nazarí y suben a la colina roja a pasear entre surtidores y acequias de agua, por los mismos jardines de Alá, suelen echarse las manos a la cabeza cuando contemplan el lugar tan inoportuno que el vencedor escogió para clavar su espada.

Otro ejemplo del mismo fenómeno puede ser, salvando las distancias, el proyecto que se quiere llevar a cabo en la plaza de la Encarnación, corazón geográfico de nuestra amada ciudad de Sevilla. Dicho proyecto, una estructura de 30 metros de altura que nada tiene que ver con su entorno, ecológicamente depredador, económicamente excesivo y socialmente innecesario, se va a erguir sobre nuestras cabezas porque alguien quiere clavar su espada sobre los vencidos: los de ayer (los restos arqueológicos, que ya han salido en camiones de escombros ante el silencio de muchos) y los de hoy, que, por lo visto, se han quedado mudos. Como en la Alhambra, la irracionalidad manda y, en este caso, con dinero público.

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