Editorial:

Oui, s'il vous plait

Nueve países de la Unión Europea -España entre ellos- que suman 220 millones de ciudadanos han ratificado ya una Constitución europea que afronta este domingo en Francia su prueba más difícil. Los últimos sondeos anticipan una victoria del frente de rechazo. La Unión Europea contiene su aliento porque sabe que si el no acaba ganando el domingo en Francia, país grande, central, fundador de la UE, difícilmente habrá marcha atrás o posibilidad de una posterior rectificación. Y menos aún si tres días después también los holandeses rechazan el tratado, como señalan las encuestas. De ahí la g...

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Nueve países de la Unión Europea -España entre ellos- que suman 220 millones de ciudadanos han ratificado ya una Constitución europea que afronta este domingo en Francia su prueba más difícil. Los últimos sondeos anticipan una victoria del frente de rechazo. La Unión Europea contiene su aliento porque sabe que si el no acaba ganando el domingo en Francia, país grande, central, fundador de la UE, difícilmente habrá marcha atrás o posibilidad de una posterior rectificación. Y menos aún si tres días después también los holandeses rechazan el tratado, como señalan las encuestas. De ahí la gran responsabilidad que incumbe a cada uno de los votantes franceses, como les ha recordado demasiado fríamente su presidente, Jacques Chirac, que no ha vinculado su suerte política al resultado de un referéndum que convoca por empeño suyo. Cabe pedir a los franceses que piensen en Europa y en Francia como socio de la UE, y no sólo se miren su ombligo. Una vez más, como en 1954 con la Comunidad Europea de Defensa, o en 1992 con el Tratado de Maastricht, nos guste o no, el futuro de Europa pasa por Francia. Por eso Zapatero ha ido a cerrar campaña en Lille, mientras el PP se ha quedado agazapado.

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Lo malo de este tipo de referendos es que en el resultado final se mezclan demasiadas cosas que poco tienen que ver con la Constitución europea: desde la crisis de identidad francesa a los recortes de su modelo social, los temores que despiertan las deslocalizaciones de empresas y la inmigración, la impopularidad de Chirac y de su primer ministro, Raffarin, junto a la profunda división de los socialistas, que después de una consulta interna que se decantó por el no han podido evitar que algunos de sus líderes, como el ex primer ministro Laurent Fabius, hagan campaña en contra. Lo que nadie podrá reprochar a los franceses es que no hayan debatido la cuestión con intensidad. Baste señalar que en las listas de libros más vendidos en el apartado de no ficción figuran siete libros sobre Europa en los diez primeros lugares, entre ellos, el texto de la Constitución. Tal vez precisamente por eso cabe confiar en que al final acabe triunfando el voto razonable, para evitar que Francia sumerja a Europa en una profunda crisis.

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La crisis no es sólo francesa. Tres días después, los holandeses pueden darle la puntilla al tratado. Y en cierto modo, las recientes elecciones en Renania del Norte en Alemania y la consiguiente decisión de Schröder de anticipar al próximo otoño las generales, ha abierto una nueva incertidumbre para Europa pese a que el Bundesrat (la Cámara territorial) ratificara ayer la Euroconstitución por abrumadora mayoría, lanzando así un oportuno mensaje positivo a los franceses.

Las elecciones anticipadas alemanas harán prácticamente imposible cerrar en junio el próximo marco presupuestario 2007-2013 de la UE. Pero no es eso lo más grave. Lo peor es que si Francia vota no el domingo, la Unión entrará en un trance de imprevisibles consecuencias. No hay plan B. Y si lo hubiera, sería derrotista anunciarlo de antemano. Por tanto, amigos franceses: Oui, s'il vous plait.

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