Crítica:

El malestar en la política

La actualidad política a cuya simplona escenificación asiste atónito el ciudadano medio a través de la televisión, curiosamente es uno de los pocos asuntos que apenas entran en la novelística contemporánea. ¿No interesa la política como tema literario o es que la omnipresencia de los medios de comunicación hace imposible transportar los familiares discursos y personajes en parábolas o representaciones que nos aclaren un poco las cosas? La dificultad del cometido lo sitúa, sin duda, fuera del alcance de la mayoría de los escritores; requiere una gran capacidad de distanciamiento crítico, aparte...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La actualidad política a cuya simplona escenificación asiste atónito el ciudadano medio a través de la televisión, curiosamente es uno de los pocos asuntos que apenas entran en la novelística contemporánea. ¿No interesa la política como tema literario o es que la omnipresencia de los medios de comunicación hace imposible transportar los familiares discursos y personajes en parábolas o representaciones que nos aclaren un poco las cosas? La dificultad del cometido lo sitúa, sin duda, fuera del alcance de la mayoría de los escritores; requiere una gran capacidad de distanciamiento crítico, aparte de que obliga a una decidida toma de posición ética. El gran logro de El invernadero reside en la clarividencia frente a los signos políticos del momento, y en la firmeza con la que Wolfgang Koeppen denunció, en 1953, las oportunidades perdidas en Alemania para un nuevo comienzo y se opuso a la restauración de la tradición autoritaria. "La dimensión de todas las afirmaciones hechas en el libro está más allá de toda referencia a personas, organizaciones y acontecimientos; la novela tiene su propia verdad poética."

EL INVERNADERO

Wolfgang Koeppen

Traducción de Carlos Fortea

RBA. Barcelona, 2005

189 páginas. 16 euros

Con admirable lucidez refleja El invernadero, si bien ligeramente veladas, las turbias constelaciones y convulsiones de la política alemana de los primeros años de la República Federal. Todavía humean las ruinas y en la pequeña ciudad de provincias, que ha sido declarada capital del nuevo Estado, se negocia la distribución del poder. En la cuenca del Rin, en el cerrado ambiente de salón pequeño burgués de Bonn -castigados por su clima de invernadero-, antiguos nazis, conservadores católicos y socialistas petrificados ensayan la democracia, cara al público, mientras en secreto pactan el rearme. Frente a la feroz fauna parlamentaria, se debate, achacado del malestar en la política, un intelectual dubitativo, un defensor de ideales humanistas: "Al principio Keetenheuve se lanzó con celo al trabajo de las comisiones, le impulsaba la idea de recuperar los años perdidos, y se habría encontrado en su apogeo si hubiera desfilado con los nazis porque ésa era la eclosión, la quiebra maldita de su generación y ahora todo su celo estaba condenado al fracaso, al ridículo de un adolescente que empezaba a encanecer, estaba derrotado cuando empezó".

Lo que es cierto para este

melancólico connaisseur de la poesía moderna, también lo es para su autor. Koeppen (19061996), del que Marcel Reich-Ranicki dijo que era "el más original poeta en prosa, el estilista más excelente de nuestra literatura contemporánea", a principios de los cincuenta era un escritor de trayectoria truncada. En los años treinta había publicado dos novelas notables. Después de la llegada al poder de los nazis emigró a Holanda, pero agotados sus recursos volvió a Alemania, donde invernó clandestinamente durante parte de la guerra. Veinte años después de su debut escribió finalmente su famosa trilogía. Si Palomas en la hierba (1951) parece escrito en un estado de rabia y Muerte en Roma (1954) hierve de angustia, El invernadero trasmite una profunda sensación de asco. A Keetenheuve, el apasionado traductor de Cummings y Baudelaire y enfant terrible de su grupo parlamentario, le quedan lejos el empuje y las convicciones que le llevaron a la política, quemados en el exilio. Demasiado conoce las motivaciones de sus coparlamentarios, de los "caballeros del codo" y gladiadores de los grupos de intereses. Los distintos tipos de político que dibuja Koeppen no tienen desperdicio: el taimado y eternamente bienintencionado cristianodemócrata, el gruñón líder de la oposición, socialista íntegro pero endurecido por el poder, el impenetrable decano canciller momificado.

]]>El invernadero]]> es, medio si-

glo después de su publicación, una novela política terriblemente actual. Y no tanto por anticipar el desengaño con la política hoy generalizado, sino por mostrar la creciente dificultad de orientación del ciudadano en un mundo político no regido por la discusión y gestación de los intereses colectivos, sino por la omnipresencia de los medios de poder. La incipiente guerra fría, el telón de fondo de la novela, moviliza menos las estrategias políticas que las fuerzas militares. En estas condiciones, la democracia, como la entiende Keetenheuve -y como la entendió Koeppen, quien tuvo el valor de confrontar a sus contemporáneos con una crítica implacable de la actualidad política-, está fatalmente condenada al fracaso.

El Palacio de Berlín antes de su demolición en 1950.AP

Archivado En