Algo más que clases para inmigrantes

La ONG cuenta con cerca de 40 voluntarios para atender a 60 alumnos

Son las seis de la tarde en el colegio Jesús Obrero de Vitoria. Ya han terminado las horas lectivas oficiales, pero a esa hora, de lunes a jueves, decenas de niños y niñas acceden a las aulas del centro para participar en unos cursos de refuerzo que ofrecen profesores voluntarios. Todos ellos, convocados por la Asociación Afroamericana de Vitoria que ha puesto en marcha esta experiencia inédita para apoyar a los inmigrantes que tienen dificultades de integración. El resultado, de momento, es todo un éxito: la mayor parte de los alumnos han remontado un curso que empezaron con dificultades debi...

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Son las seis de la tarde en el colegio Jesús Obrero de Vitoria. Ya han terminado las horas lectivas oficiales, pero a esa hora, de lunes a jueves, decenas de niños y niñas acceden a las aulas del centro para participar en unos cursos de refuerzo que ofrecen profesores voluntarios. Todos ellos, convocados por la Asociación Afroamericana de Vitoria que ha puesto en marcha esta experiencia inédita para apoyar a los inmigrantes que tienen dificultades de integración. El resultado, de momento, es todo un éxito: la mayor parte de los alumnos han remontado un curso que empezaron con dificultades debido, sobre todo, al desconocimiento de la lengua.

No es tan fácil para un inmigrante adaptarse a la enseñanza vasca, aunque proceda del continente europeo. Que se lo pregunten si no a Atidzhe, natural de Goce Delchev (Bulgaria), quien llegó a Vitoria hace menos de dos años. Ella, su marido y sus hijos vinieron en busca de una vida mejor que la que tenían en esa convulsa región de su país, cercana a Grecia.

Su integración tenía sobre todo el inconveniente del idioma, y así lo comprobó Atidzhe a principios de curso. Sus hijos no daban una y tenían grandes dificultades para asimilar los conocimientos que recibían en la escuela. Se enteró de las clases de apoyo que ofrecía de la Asociación Afroamericana y ahora Talip, de nueve años, es uno de los primeros de la clase.

El proceso se repite casi al milímetro con otros alumnos, la mayor parte de ellos nacidos fuera de España. Sin embargo, también hay casos como el de Assia, de 12 años, quien vino al mundo en Vitoria, pero que se ha apuntado a estos cursos porque sus padres no le pueden ayudar con los deberes escolares. "Lo más difícil es la Geografía, eso de los ríos y sus afluentes, o los montes; a mí me gustan las matemáticas que son como un juego", comenta delante de una satisfecha Marisa Seco, licenciada en Químicas hace doce años y una de las encargadas de hacer que las Ciencias dejen de ser el ogro.

Assia es la excepción en estos grupos de refuerzo académico. Este encuentro internacional de las clases particulares sirve también para confirmar lo supuesto: las Matemáticas, la Física y la Química son el hueso duro de roer, lo mismo para un chino que para un magrebí, un ecuatoriano o un ruso.

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El encuentro de todas las tardes en Jesús Obrero es algo más que una clase particular. "Se trata de que estos niños y niñas que tantas dificultades tienen de integración no sólo reciban apoyo académico, también todo es mundo de afectos del que carecen", apunta Ramona Graña, una de las voluntarias.

El interés porque la cita tenga otro cariz se prolonga en la excursión que todos los trimestres mantienen alumnos, voluntarios y miembros de la asociación, con una salida de un día al campo. Y lo cierto es que la idea funciona, porque gracias al boca a oreja cada semana se apuntan dos o tres alumnos. Al interés académico que todos presentan se une la posibilidad de pasar un rato sin ser el otro de la clase.

El cuadro de la Arcadia feliz que transmiten voluntarios, niños y responsables de la Asociación Afroamericana no ha sido tan fácil de conseguir. Cuando esta ONG se fundó en 1994, la inmigración en Vitoria era una simple anécdota. No resultaba difícil ayudar a los pequeños que habían llegado del Magreb, sobre todo, y otros lugares del mundo. Sin embargo, en los últimos tres años la llegada de extranjeros a la capital alavesa ha sido ingente (suponen ya el 5% de la población) y todo un desafío para la asociación. "Al principio, nos arreglábamos entre los miembros y algún voluntario de la Escuela de Magisterio, pero ya este curso ha sido la locura. Por suerte, la gente ha respondido con generosidad: estamos 60 alumnos y unos 40 educadores, casi llegamos al profesor por niño que es lo queríamos", resume Filomena Abrantes, responsable de la entidad.

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