Columna

La vista desde Montaña Cheyenne

Montaña Cheyenne (Cheyenne Mountain), una preciosa montaña en las Rocosas, cerca de Colorado Springs, no se visita por arriba, sino por dentro. En su corazón y subsuelo se aloja la base central de NORAD (Mando de Defensa Aeroespacial Norteamericana), cuyo lema es "disuadir, detectar, defender", y su labor, servir de "ojos y oídos". Fue construida en los años sesenta para detectar cualquier ataque con misiles nucleares provenientes del norte, pero en los ochenta ya no hubiera sido capaz de resistir un impacto de la última generación de las armas soviéticas, sino tan sólo de verlas venir. Produc...

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Montaña Cheyenne (Cheyenne Mountain), una preciosa montaña en las Rocosas, cerca de Colorado Springs, no se visita por arriba, sino por dentro. En su corazón y subsuelo se aloja la base central de NORAD (Mando de Defensa Aeroespacial Norteamericana), cuyo lema es "disuadir, detectar, defender", y su labor, servir de "ojos y oídos". Fue construida en los años sesenta para detectar cualquier ataque con misiles nucleares provenientes del norte, pero en los ochenta ya no hubiera sido capaz de resistir un impacto de la última generación de las armas soviéticas, sino tan sólo de verlas venir. Producto de la guerra fría, con el fin de ésta perdió importancia. Desde 2001, a raíz del ataque terrorista del 11-S, ha recobrado nueva vida. Se ha modernizado y ampliado para proteger el espacio aéreo norteamericano, no sólo hacia amenazas que vengan de fuera, sino también de dentro. Es parte del operativo de defensa exterior, pero también de la interior, de la Homeland Defense de EE UU, y de Norteamérica.

Canadá siempre ha colaborado, y sigue haciéndolo, en esta defensa de Norteamérica. De hecho, NORAD está bajo el mando de un general estadounidense y de otro canadiense. En respuesta al 11-S, ambos países firmaron en diciembre de 2001 un acuerdo sobre lo que se llamó su "frontera inteligente" común. Según expertos, más sospechosos de terrorismo islamista entran en EE UU a través de Canadá que de México (aunque ahora crecen las preocupaciones de que por el sur se cuelen terroristas). En 2002, EE UU y Canadá establecieron un Grupo de Planeamiento binacional, con su sede en NORAD, para hacer frente a posibles crisis derivadas de ataques terroristas u otros, o de catástrofes naturales.

La confianza entre Estados Unidos y Canadá, ambos aliados en la OTAN, iba bien, cuando empezó a torcerse. En marzo de 2003, en el último momento, ante las presiones de la opinión pública, el entonces primer ministro liberal, Jean Chrétien, se negó a que Canadá participara en la invasión de Irak, aunque su país ha contribuido muy activamente en Afganistán. Nada cambió con su sucesor, Paul Martin, que el pasado 24 de febrero, también por presión de la opinión pública, tras años de consultas con Washington, anunció repentinamente que Canadá rechazaba participar en el escudo antimisiles, el sistema de defensa antimisiles BMD, la guerra de las galaxias II, programa que Bush aceleró en 2002, y que no se sabe ni siquiera si funcionará. Para el Gobierno de Martin, la defensa canadiense -que ha visto la mayor subida en años de su presupuesto- tiene otras prioridades. Estados Unidos no buscaba de Canadá demasiado; sobre todo apoyo político. A la Administración de Bush le molestó más el cómo -que poco cambia en la realidad- que el qué. Condoleezza Rice suspendió su visita a Canadá, prevista para mediados de abril.

Y así se llegó a la reunión del pasado miércoles en Waco (Tejas), de los Bush, Martin y el presidente mexicano, Fox, en el marco del Nuevo Partenariado de Seguridad y Prosperidad de América del Norte, que pretende ir más allá de la zona de libre comercio de la NAFTA, sin por ello llegar al grado de integración de la Unión Europea.

En noviembre pasado, un grupo de trabajo independiente trinacional había anunciado la controvertida iniciativa de crear para 2010 un "perímetro común para la economía y la seguridad de Norteamérica", visto por algunos como un oasis económico tras un muro de seguridad. Hacia ello avanzarán sus ministros, aunque no se le llamará "perímetro", pues los canadienses son alérgicos al término al temer que Estados Unidos se considere único responsable de él. Lo que no se aprecia desde el interior de Cheyenne Mountain, sin embargo, es el desaguisado medioambiental que se puede generar en Alaska si Bush otorga los permisos de explotación petrolera que demanda el sector.

En todo caso, Bin Laden también habrá contribuido a impulsar la construcción de América del Norte, aunque el propio Bush admitiera en Waco que "tiene diferencias" con sus vecinos. aortega@elpais.es

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