SOCAVÓN EN EL CARMEL

El 80% de los afectados pudieron entrar en sus casas para recoger enseres y animales

300 profesionales de emergencias y el Ayuntamiento trabajan en las tareas de atención

El 80% de los 1.054 vecinos del Carmel -según la última cifra oficial- que el miércoles tuvieron que salir apresuradamente de sus casas por el hundimiento de un edificio pudieron volver ayer un instante para recoger lo imprescindible: documentación, ropa y animales domésticos. Los habitantes de los pisos más alejados del lugar donde la tierra se tragó el garaje entraron acompañados de un bombero. En los casos más críticos, los de las viviendas más cercanas al cráter, accedieron sólo los bomberos. A pesar del susto, ver las paredes enteras fue para la mayoría una inyección de tranquilidad.
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El 80% de los 1.054 vecinos del Carmel -según la última cifra oficial- que el miércoles tuvieron que salir apresuradamente de sus casas por el hundimiento de un edificio pudieron volver ayer un instante para recoger lo imprescindible: documentación, ropa y animales domésticos. Los habitantes de los pisos más alejados del lugar donde la tierra se tragó el garaje entraron acompañados de un bombero. En los casos más críticos, los de las viviendas más cercanas al cráter, accedieron sólo los bomberos. A pesar del susto, ver las paredes enteras fue para la mayoría una inyección de tranquilidad.

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La jornada de ayer fue mucho más sosegada que la del jueves en el escarpado barrio barcelonés. En el centro cívico Boca Nord, donde se centraliza la operación municipal de atención, reinaba una relativa calma, en comparación con la angustia del día anterior. Los 300 profesionales de los servicios sociales del Ayuntamiento y de los cuerpos policiales y de seguridad que se han volcado en las tareas de atención a los afectados se distribuyeron entre este centro y los nueve hoteles en los que se han alojado provisionalmente 631 personas. Además 420 permanecen en casa de amigos o familiares y hay tres ancianos alojados en residencias geriátricas.

La imagen que se sucedió decenas de veces en la zona de seguridad de las calles cortadas fue la de agentes de policía ordenando pequeñas colas de vecinos y dando turnos de entrada: se cantaba el nombre de la calle y los números en los que inmediatamente se podría entrar. Dos personas y cinco minutos como máximo por piso. "He cogido lo justo: documentación, mudas para dos días y las llaves del coche", explicaba Jorge Cortés junto a su mujer y su hija de 13 años, que llevaba bien agarrada la correa de su perro.

Y es que las mascotas, sobre todo perros, gatos y pájaros, se revelaron como uno de los bienes más preciados. El rescate de los tres chihuahuas de José Pizarro fue uno de los más épicos. Este vecino, peluquero en el mismo barrio, vive en la calle de Sigüenza, justo enfrente del socavón, y los bomberos no consideraron seguro entrar a por los animales, que están enfermos, hasta pasadas las tres de la tarde. El reencuentro fue un mar de lágrimas. Como el de Laura Alcampel, de Conca de Tremp, con sus dos perros. También tiene tres gatos, pero estaban tan asustados que no hubo manera de convencerles para que salieran del lugar donde se habían escondido.

El único alumno

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Otra de las anécdotas de la jornada se vivió en los dos colegios, el CEIP el Carmel y el Santa Teresa, que también cerraron el jueves. Aunqu se habilitaron espacios alternativos, sólo Fernando, un chaval de quinto curso del Santa Teresa, acudió al edificio de primaria del centro, que sí abrió las puertas, explicó el director, Reynaldo León. Mientras, los profesores del CEIP el Carmel esperaron sin éxito la llegada de alumnos en la biblioteca Juan Marsé.

En todo el proceso, los vecinos que están más descontentos son los que han optado por alojarse en casa de familiares. Algunos se quejan de que en los hoteles los servicios sociales centralizan la información y ofrecen transporte de ida y vuelta al barrio, pero ellos tienen que informarse por su cuenta.

Los vecinos recogen ropa

El 80% de los afectados por el precipitado desalojo pudieron entrar ayer unos minutos en sus casas, recoger lo imprescindible para pasar dos días más fuera de casa, sobre todo ropa, y a los animales que se habían quedado solos en los pisos. Por seguridad, lo hicieron uno por uno y siempre acompañados de un bombero. Todo un bálsamo después de la angustiosa jornada del jueves.

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