Editorial:

Por los suelos

Raro es el día en el que no afloran datos que revelan la creciente pérdida de competitividad de la economía española. La Comisión Europea, en su último informe trimestral sobre la eurozona, destaca a nuestro país como uno de los más vulnerables a la depreciación del dólar. La española es una de las cuatro economías que más competitividad han perdido desde 2002. También es, a pesar de la relativa contención en el crecimiento de los salarios en los últimos años, una de las que han registrado mayores subidas de costes. El Gobierno acaba de reconocer que la única posibilidad de recuperar tasas ace...

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Raro es el día en el que no afloran datos que revelan la creciente pérdida de competitividad de la economía española. La Comisión Europea, en su último informe trimestral sobre la eurozona, destaca a nuestro país como uno de los más vulnerables a la depreciación del dólar. La española es una de las cuatro economías que más competitividad han perdido desde 2002. También es, a pesar de la relativa contención en el crecimiento de los salarios en los últimos años, una de las que han registrado mayores subidas de costes. El Gobierno acaba de reconocer que la única posibilidad de recuperar tasas aceptables de crecimiento el próximo año es a través del aumento de la demanda interna.

El sector exterior drena más posibilidades de crecimiento cada año. Hace tiempo que se puso de manifiesto la imposibilidad de competir con las economías emergentes a través de costes más bajos, en un entorno cada vez más abierto. La diferenciación, el aumento de la calidad de nuestros bienes y servicios, es la única alternativa viable. Y ello exige, junto a mercados más eficientes y flexibles, un mayor fortalecimiento de nuestra base de capital: humano, físico y tecnológico. De la insuficiencia del primero han dejado constancia diversos informes que denuncian el penoso estado de la educación, la insuficiencia de los recursos asignados y su inadecuación para satisfacer las habilidades que precisan las empresas de los sectores más avanzados y competitivos. La inversión en bienes de equipo sólo parece dar síntomas de querer abandonar esa hibernación en la que ha estado inmersa durante demasiados años. La innovación y el desarrollo tecnológico, finalmente, tampoco permiten a nuestro país abandonar las posiciones más rezagadas de Europa. El último informe publicado por la Comisión Europea sobre el desarrollo de la innovación destaca a España como uno de los ejemplos típicos de países con una menor propensión innovadora, no sólo en la creación, sino en la mera adopción de las innovaciones.

Razones no faltan para que el Gobierno ponga sobre la mesa actuaciones destinadas a la urgente modernización y fortalecimiento competitivo de la economía. Que concrete las intenciones que hicieron del crecimiento de la productividad su principal bandera electoral. Y para eso, no hay más que observar lo que hicieron sus colegas de aquellos países que hoy exhiben un elevado grado de inserción en la sociedad de la información y, consecuentemente, una envidiable competitividad.

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