Reportaje:

Jude Law, el hombre sin defectos

El actor británico, de 32 años, vive el mejor momento de su carrera. Seis películas se avecinan, en las que mostrará su variedad interpretativa: ligón, aventurero, culto, infantil, nostálgico o familiar. Y siempre, el más guapo.

En Jude Law no parece haber ni un solo defecto. A no ser que se considere su obsesión por la moda algo digno de reseñar. "Le podrías decir algo por ser tan pijo con la ropa", propone el director Anthony Minghella en un tono que suena a envidia. "Le gusta el equipo de fútbol equivocado, el Tottenham Hotspurs", añade el productor y director Jon Avnet, que por sus comentarios debe de ser seguidor del rival Arsenal. Ya puestos, quizá habría que decir que Law tartamudea un poco, lo suficiente para que sus labios carnosos se ajusten a la velocidad de sus pensamientos, claros, rápidos y muy precisos....

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En Jude Law no parece haber ni un solo defecto. A no ser que se considere su obsesión por la moda algo digno de reseñar. "Le podrías decir algo por ser tan pijo con la ropa", propone el director Anthony Minghella en un tono que suena a envidia. "Le gusta el equipo de fútbol equivocado, el Tottenham Hotspurs", añade el productor y director Jon Avnet, que por sus comentarios debe de ser seguidor del rival Arsenal. Ya puestos, quizá habría que decir que Law tartamudea un poco, lo suficiente para que sus labios carnosos se ajusten a la velocidad de sus pensamientos, claros, rápidos y muy precisos. Alguien que no se anda por las ramas y que, libre de críticas, ahora ha tomado Hollywood al asalto.

"No te dejes engañar. Es un gran ligón", apunta Nia Long después de trabajar con él en Alfie. Con la misma risa coqueta, la actriz añade eso de que "todas las mujeres en el rodaje estaban enamoradas de él. Y no creo que ni se diera cuenta". "Sólo hice mi papel", se defiende Law sin darle mayor importancia a los comentarios. La única crítica que le haría daño es que alguien le considerase una cara bonita haciéndose pasar por actor. Eso le enfadaría. Pero nadie parece poner en duda ni su belleza ni su talento.

Y le han llamado de todo, especialmente en un año en el que este británico, que en diciembre cumple los 32, parece omnipresente. Se avecinan seis estrenos en los que mostrará todas las caras de su prisma artístico: Jude el culto (I heart Huckabees), Jude el héroe (Sky captain y el mundo del mañana), Jude el nostálgico (El aviador), Jude el casado (Closer), Jude el infantil (Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket) y Jude el tenorio (Alfie). "Tiene como 35 películas este año, ¿no? Pero no me extraña con esa gracia que tiene, algo difícil de encontrar en las estrellas actuales", explica Susan Sarandon, otra de las seducidas en Alfie. "Es un actor que ofrece mucha más calidad de la que necesitaría para triunfar, dada su belleza", añade alguien con experiencia en Hollywood como para saber de estas cosas.

El club de 'fans' de Law se extiende con rapidez entre ambos sexos, y Minghella parece ser el presidente tras haber trabajado con el actor en los dos papeles que le acercaron al Oscar, El talento de Mr. Ripley y Cold Mountain. "Siempre está listo para hacer lo que la película le pida, sin quejas, sin más explicaciones", alaba en un prefacio al guión de Cold Mountain que titula El indómito Jude Law. "Es la combinación de belleza con el talento de un Dustin Hoffman, un artista estrella", añade Avnet. "Jude es primero un actor, pero su belleza es tan obvia que se ha convertido en el secreto peor guardado de Hollywood. Jude es una estrella y lo será por mucho tiempo", corrobora el productor Harvey Weinstein. "La sorpresa hubiera sido lo contrario", apostilla Jean Jacques Annaud, uno de los primeros directores en darle a Law un papel protagonista en Enemigo a las puertas. Aquí es cuando Law tartamudea, incómodo ante tanto halago. Un tartamudeo que no enturbia su respuesta. "Ya sé que sería peor que me llamaran feo o se metieran con mi modo de actuar, pero lo cierto es que preferiría que hablaran más de mi trabajo y menos de mi supuesta belleza", puntualiza.

Es imposible no hablar de su físico. Y de "supuesta belleza" nada, porque la de Law cumple con todos los cánones clásicos. Quizá tirando a bajo, pero a la hora de la belleza los griegos nunca pusieron un excesivo énfasis en la altura. Como resumió la revista Time, Jude Law es "más joven que Cruise, más guapo que Clooney y mucho más agradable que Crowe". Hubiera sido una buena portada para acabar el año 2003 de no haber sido por la captura de Sadam Husein que le robó el honor mediático a este descubrimiento británico. El dictador iraquí fue la única noticia más impactante que sus ojos penetrantes de brillo mediterráneo (que se deja al gusto de cada cual describirlos como azules verdosos o verdes azulados); que sus facciones delicadas, pero afiladas; que su boca sin desperdicio, amplia y firme, que se derrite en sonrisa perfecta cuando quiere. "No sé cómo lo hace, pero soy consciente de que nos besaba a cada una de forma diferente", reflexiona Jane Krakowski, otra de las correrías sexuales de Law en Alfie.

Los mismos atributos se aplican a todo su cuerpo, que ahora muestra ligeramente bajo una camisa negra desabrochada un botón más de lo correcto, pero uno menos de lo deseable. Un cuerpo que, como asegura Stephen Fry, "tiene el trasero más estupendo en la historia de la creación" y que se puede ver en toda su gloria en El talento de Mr. Ripley. O que mostró hace años en la obra Les parents terribles, en Londres, o Indiscretions, en Broadway, versiones del mismo trabajo de Cocteau donde un aún desconocido Law salía desnudo tomando un baño en el escenario. Nunca se alquilaron tantos prismáticos en el teatro, y ahora Internet está inundada de fotos de aquel momento. "Había poco que ver, te lo aseguro. Y no es modestia. Es que el agua estaba muy fría", aclara sin un ápice de sonrojo.

Este británico nacido en el barrio de Lewisham, en Londres, está aprendiendo a aceptar su belleza. Porque hasta hoy lo único que le había separado de la fama a gran escala era él mismo. Y esa barrera acaba de caer. "No diría que se trata de aceptación", aclara para los que ya le han descrito como sex symbol. "Fue más llegar a un punto, al cumplír los 30, en el que me di cuenta de que tenía muchos papeles aún sin probar. Que después de una década sin tener interés en ese tipo de trabajos, comprendí que podía seguir haciendo de mi interpretación un reto, intentar cosas nuevas y a la vez divertirme", agrega.

Fue un despertar enérgico porque si antes no quería más que secundarios sólidos, retorcidos y sabrosos, al estilo de El talento de Mr. Ripley o el fotógrafo mugriento y asesino de Camino a la perdición, ahora se apunta a protagonistas heroicos. Y si en su día, tras su candidatura al Oscar, se escondió en el teatro, ahora se pasa el rodaje de Alfie hablando a la cámara, explotando su sonrisa de seductor y haciendo lo que siempre detestó, un remake. "No uno sino dos", agrega ante la proyectada nueva versión de otro clásico de Michael Caine como Sleuth. "Tras verlos durante años como una vergüenza, ahora los veo como otra forma de aventurarse en una obra. Siguen existiendo guiones maravillosos y autores que escriben trabajos originales, como Frank Darabont, Charlie Kauffman o Steve Zaillian. Pero también está Shakespeare. ¿Cuántos montajes distintos de Hamlet se han hecho en la historia? Prefiero ver Alfie como un clásico del que daré otra versión, y no como el papel de Michael Caine. Pero, claro, afirmo esto porque estoy en dos remakes y sólo rezo para que sea cierto lo que digo", añade.

Según Law, el germen de esta nueva etapa en su carrera es Minghella. Él fue quien le dijo lo de "relájate y disfruta". También, que para él no había papel grande. "Creo que al fin ha aceptado que puede sostener una película de principio a fin", agrega el realizador que puso sobre sus hombros la tarea de mantener una historia de amor imposible como la de Cold Mountain, trabajo del que Law salió con su segunda candidatura al Oscar en las manos, como mejor actor principal.

Como añade el director, Jude está a punto de ser uno de estos actores de nombre propio, como Brad, Jack, Tom, el otro Tom o Brando. Todo depende del camino que quiera tomar. "Es innegable que ha tenido buen juicio al escoger sus trabajos", indica el presidente de Sony, Howard Stringer. Weinstein va más allá: "Lo mejor ha sido su elección de directores. Spielberg (A. I.), Sam Mendes (Camino de perdición), Minghella, Scorsese (El aviador). El equivalente a los Yankees en 1927". Más cómodo en este ambiente laboral, Law echa mano del comentario que le hizo otro de sus directores, Clint Eastwood, cuando estuvo a sus órdenes en Medianoche en el jardín del bien y del mal. "Le recuerdo diciéndome eso de 'has conseguido el papel. Ahora dale vida'. Es así de simple. Tienes que creer en tu trabajo, estar seguro de que te han dado el papel que mereces. Y luego, darle vida. Soy uno de esos que vive con lo que le cae. Prefiero no gastar energía pensando en lo que podría haber sido", resume. Law nunca pensó que lo que le caería era ser estrella. Como mucho, dice, se veía en los escenarios de Londres. "Para alguien criado en Inglaterra, la idea de trabajar en Hollywood sonaba muy lejana", rememora.

A los 12 años ya se había apuntado al Teatro Musical Juvenil Nacional tras descubrir la interpretación durante una versión experimental de Macbeth. "Lo recuerdo como una experiencia alucinógena. Mi encuentro con un lenguaje que en seguida comprendí y disfruté", dice. A los 14 años, Law había abandonado cualquier estudio que no estuviera relacionado con el teatro. Un duro golpe para sus padres, Peter y Maggie, ambos profesores retirados, aunque el consejo que le dieron entonces aún lo recuerda: "Sé bueno en lo que quieras ser". También mantiene el nombre que le dieron al nacer, Jude, un homenaje a la canción de los Beatles y a la obra de Thomas Hardy, Jude the Obscure. "Al menos la canción es buena", apunta aún abrumado por el depresivo protagonista de la novela. Desde entonces Law se ha dedicado a su trabajo como actor, siguiendo los pasos de los que considera sus héroes. "Siempre fui gran admirador de Gary Oldman y de Daniel Day-Lewis", destaca de una lista que va de Chaplin y los clásicos del cine mudo a Michael Caine.

"Jude se ha convertido en su propio actor. Me he dado cuenta viéndole crecer delante de la cámara. Su habilidad para estar completamente relajado y a la vez dominar su trabajo", admira Minghella. "Siempre se sabía hasta la última línea de diálogo", corrobora Annaud. Además está el grupo de actores con los que Law se crió, una élite artística que tiene poco de elitista y que incluye a amigos como Ewan McGregor o Jonny Lee Miller (Trainspotting), a los que conoce desde la infancia, o más recientemente a Gwyneth Paltrow o Cate Blanchett, actrices con las que ya ha trabajado varias veces. "Fue y sigue siendo un amigo. Uno de los más sólidos que tengo en esta industria", admite Paltrow.

"No puedo más que felicitarle por su éxito y corroborar nuestra amistad, a pesar de que nos siguen ofreciendo los mismos papeles…", añade McGregor con cierto sarcasmo. "Ewan y yo vivimos juntos cuando comenzábamos; los dos siempre a la espera de un trabajo", recuerda Law. Años en los que lo importante era conseguir algo, no importaba qué, para pagar la renta. "Fue más tarde cuando pudimos empezar a escoger porque la renta ya estaba pagada", añade. Aún así, tanto Law como McGregor hicieron lo posible por mantener su integridad, por alejarse de lo que veían como cine corrupto. Aunque eso significara arriesgar sus ingresos con una productora como Natural Nylon, nacida en 1996 de su asociación con Miller, Sean Pertwee y Sadie Frost, durante años esposa de Law. Su meta: revitalizar la industria con proyectos que merecieran la pena.

El resultado: frustrante. La mayor parte de los proyectos fracasaron. "Pero la relación que mantuve con Ewan y los amigos de Londres no pudo ser mejor, porque eliminó el sentimiento de competencia de nuestras carreras. Nos hizo ver desde muy pronto que todo depende de quién sea el director, o de lo que esté buscando para el papel. No de si eres mejor o peor", resume.

Su comodidad es palpable ante su nueva carrera como estrella a 12 millones de dólares por papel. "Bueno, esto tampoco es del todo cierto, porque en Sky Captain, Gwyneth y yo trabajamos casi gratis con un director novato, un rodaje de seis semanas y 45 escenas al día", puntualiza sobre un filme visualmente innovador donde todo el decorado es informático. "Y en el caso de Huckabees trabajé por lo que marca el convenio", agrega, y añade eso de que tampoco hay nada malo en dejarse llevar por la ambición de vez en cuando.

Al final lo que la fama le brinda es algo más importante que el dinero: "La oportunidad de trabajar con gente que respeto, con aquellos que me harán mejorar. Me da el poder de hacer esas películas con calidad que siempre admiré y deseé hacer". Un juego que en ocasiones permite recompensas inesperadas, como lo fue compartir su tiempo con Mick Jagger, de los Rolling Stones, y Dave Stewart, de Eurythmics. Ambos se encargaron de la banda sonora de Alfie, y junto a ellos pudo entonar lo que se le brindara en los estudios Abbey Road de Londres, conocidos por las grabaciones de los Beatles.

"Ahí estaba, con mi hijo, jugando con el mismo piano en el que Paul McCartney grabó Lady Madonna. La verdad, una jornada así es la guinda del pastel de mi carrera", añade con una sonrisa de oreja a oreja. Tanto Conran, director de Sky Captain, como Charles Shyer, realizador de Alfie, coinciden en su gusto por el actor. "Jude tiene una energía contagiosa". Pero, dentro de este optimismo, el actor es el primero en reconocer que incluso en el éxito "siempre hay algo que falta o falla". La culminación de lo que él define como "la década más importante y productiva de mi carrera" ha coincidido con el divorcio de su esposa, Sadie Frost. Cinco años mayor que él, ambos compartieron una intensa relación que dio al mundo tres hijos: Rafferty, de siete años; Iris, de cuatro, y Rudy, de dos. Ambos se conocieron en el rodaje de Shopping y poco importó que Frost estuviera casada con Gary Kemp, de Spandau Ballet, con el que ya tenía un hijo.

Law selló su matrimonio aumentando su colección de tatuajes con la frase You come along to turn everyone, sexy sadie (Apareces para excitar a todo el mundo) en homenaje a su esposa y a la canción de los Beatles. La pareja más idolatrada del cine británico después de Kenneth Branagh y Emma Thompson, que con el tiempo y la persecución de los paparazzi se fue transformando en una mezcla de Madonna y Guy Ritchie o Victoria y David Beckham. "Sabía que con la fama perdería parte de mi intimidad, pero lo que no esperaba era perder la de mis hijos. Eso me parece irresponsable", agrega sobre un periodo en el que a las noticias del divorcio se sumó el accidente sufrido por su hija al ingerir de manera fortuita una pastilla de éxtasis, la depresión posparto de la que Frost fue víctima al nacer su tercer hijo y los rumores, desmentidos en los tribunales, de que las tórridas escenas de sexo de Cold Mountain junto a Nicole Kidman hubieran ido más allá.

"Se me hace muy duro hablar de lo personal. Tengo que proteger a mis hijos", afirma tajante y educado. La misma educación que parece reinar tras su divorcio de Frost, que supuestamente le costó 15 millones de dólares, y que ha dejado a ambos contentos: Law, con una casa en Londres frente a la de su ex esposa para poder estar lo más cerca posible de sus hijos; y Frost, 37 años, del brazo de un guitarrista de flamenco llamado Jackson Scott, de 22.

En la vida de Law hay también ya una nueva persona, la actriz Sienna Miller, a quien conoció en el rodaje de Alfie y que es una década más joven que él. Pese a lo público que ha sido su idilio, el actor es fiel a sus principios y mantiene la boca cerrada. "Es una gran actriz", resume. Ella tampoco es más locuaz, limitando sus comentarios a la característica más obvia de su pareja: "No se preocupa por su apariencia. De ahí su belleza".

Por lo demás, Law sigue dedicando todo el tiempo que puede a sus hijos, un padrazo que gusta del fútbol y las chapuzas caseras. "Ellos fueron la razón para hacer estas seis películas una tras otra, porque se rodaron en Londres y pude combinarlas con mis hijos. Prepararles el desayuno antes de llevarlos al colegio, irme al trabajo, y, a la vuelta, recogerlos, darles de cenar y a la cama. Suena muy normal, pero para mí fue todo un privilegio", admite. Aunque su estatus de estrella es indiscutible, Law es creíble en estos ataques de normalidad. Cierto que tiene un asistente personal, pero es su amigo Ben Jackson, quien desde el fondo hace señas con el pulgar hacia arriba para saber que todo va bien. También tiene chófer y su propia productora, Rorschach Films, desde la que ha hecho realidad Sky Captain y el mundo del mañana y piensa producir Sleuth. "A Jude siempre le picó el gusanillo de la producción", reconoce McGregor. Y él sigue comentando proyectos (entre ellos, una nueva adaptación de All the King's Men, junto a Sean Penn, Meryl Streep y Kate Winslet) y trabajos: "Scorsese fue muy generoso dejándome sacarle todo el partido a los cinco días de rodaje que tuve para interpretar a Errol Flynn", indica algo frustrado sobre su papel en El aviador, una mirada a la biografía de Howard Hughes. Y si uno quiere saber algún cotilleo del rodaje de Closer, donde se rumorearon tensiones entre Julia Roberts y Natalie Portman, ha ido al lugar equivocado. "El rodaje con Mike Nichols fue diferente. Nunca trabajé en un filme donde se comiera tanto y tan bien. Y siempre con una gran conversación para acompañar".

Aún hay otro estreno, pero en este caso su belleza no tuvo que ver porque en Una serie de catastróficas desdichas… el que da la cara es Jim Carrey, Law sólo pone voz a la narración. "Tampoco lo hubiera hecho de no ser por mis hijos. Me descubrieron los libros y me encantó hacer algo escogido por ellos". Y hay más cosas sobrevolando la carrera de Law: ha sido mencionado como aspirante al papel de James Bond y hasta hace poco se le veía como el próximo Superman. Sólo hay que esperar a ver qué es lo que le cae ahora.

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