Editorial:

Misión final

Colin Powell, el miembro del Gabinete saliente de George Bush más popular en la escena internacional, anunció ayer que no estará en el nuevo equipo presidencial. Pero le quedan todavía algunos encargos importantes antes de abandonar su puesto, como es el viaje de la próxima semana a Oriente Próximo, en una última misión clave de sus cuatro durísimos años al frente de la política exterior de EE UU. Powell podría acudir a Cisjordania para entrevistarse con los nuevos líderes de la Autoridad Palestina, en lo que supondría el final de una congelación de los contactos directos desde hace más de año...

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Colin Powell, el miembro del Gabinete saliente de George Bush más popular en la escena internacional, anunció ayer que no estará en el nuevo equipo presidencial. Pero le quedan todavía algunos encargos importantes antes de abandonar su puesto, como es el viaje de la próxima semana a Oriente Próximo, en una última misión clave de sus cuatro durísimos años al frente de la política exterior de EE UU. Powell podría acudir a Cisjordania para entrevistarse con los nuevos líderes de la Autoridad Palestina, en lo que supondría el final de una congelación de los contactos directos desde hace más de año y medio.

El anuncio del viaje se ha efectuado pocos días después de que Bush proclamara su intención de reactivar de inmediato la Hoja de Ruta y lograr durante su nuevo mandato la constitución de "un Estado palestino libre, democrático y viable". Tras casi dos años de dejación por parte de Washington, en los que el primer ministro israelí, Ariel Sharon, ha tenido manos libres para su implacable política en los territorios ocupados, la visita de Powell es indicio de que la Casa Blanca quiere recuperar protagonismo en el nuevo escenario creado por la muerte de Arafat y la victoria de Bush en las urnas.

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No será fácil, ya que si hasta hace unas semanas Washington no tenía interlocutor, por haber descartado a Arafat como tal, ahora es la muy débil bicefalia en la ANP la que genera interrogantes sobre la viabilidad de acuerdos. El nuevo presidente de la OLP, Mahmud Abbas, estuvo a punto de ser asesinado el domingo por milicias palestinas que le acusan de ser un títere de EE UU. Ni él ni el primer ministro, Ahmed Qurei, gozan de la credibilidad necesaria para poder garantizar una mínima estabilidad de cara al periodo de transición hacia las elecciones previstas para el 9 de enero. Y éste no ha empezado con muy buen pie. Abbas consiguió ayer de Yihad y las Brigadas Al Aqsa, pero no de Hamas, que suspendan los ataques contra Israel durante 60 días, hasta las elecciones. Tanto Yihad como Hamas quieren elecciones legislativas, además de las presidenciales. Evitar conflictos armados entre las diferentes fuerzas palestinas en las próximas siete semanas es ahora el objetivo.

Las posibilidades de Powell son, hoy por hoy, mínimas. Por eso el saliente secretario de Estado haría bien en intentar llevar a Ramala alguna promesa o concesión israelí. La Casa Blanca habrá de exigirlas a Sharon si quiere recuperar un mínimo de credibilidad.

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