Columna

Vertederos

De manera periódica se suceden por la geografía andaluza todo tipo de movilizaciones contra proyectos de impacto ambiental, protagonizados por colectivos ecologistas que luego son utilizados por las fuerzas opositoras a los gobiernos de turno. Pasó hace años con el cementerio de residuos nucleares de Hornachuelos, hasta que llegó Papá Noel con un saco lleno de dinero y se acabó la bronca. Luego tuvimos el conflicto del vertedero de Nerva. El cable de Tarifa produjo el esperpento de que la oposición la protagonizó el PP, que llevó a entregarle la alcaldía de la ciudad al único concejal que habí...

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De manera periódica se suceden por la geografía andaluza todo tipo de movilizaciones contra proyectos de impacto ambiental, protagonizados por colectivos ecologistas que luego son utilizados por las fuerzas opositoras a los gobiernos de turno. Pasó hace años con el cementerio de residuos nucleares de Hornachuelos, hasta que llegó Papá Noel con un saco lleno de dinero y se acabó la bronca. Luego tuvimos el conflicto del vertedero de Nerva. El cable de Tarifa produjo el esperpento de que la oposición la protagonizó el PP, que llevó a entregarle la alcaldía de la ciudad al único concejal que había tenido IU, para nada más conseguir el Gobierno de la nación continuar y ampliar el proyecto. Las térmicas de Arcos concitaron una amplia respuesta ciudadana que acabó con el gobierno del PP y la sorpresa de la izquierda que cuando llegó a los expedientes no pudo cambiar las decisiones ya tomadas so pena de cometer graves delitos.

Ahora lo vemos en Baena con el vertedero, en Huelva con la central de ciclo combinado y en todo el litoral gaditano con los parques eólicos. Todo un reguero de rechazos a vertederos de basura, de residuos industriales, centrales térmicas, cables de alta tensión, aerogeneradores y las instalaciones que nos permiten mantener el confort y la calidad de vida de la que disfrutamos en nuestras casas.

Es normal que nadie quiera un vertedero o una central en las puertas de su casa. Pero si no se pone en Arcos, se tendrá que poner en cualquier otro lugar, porque luego ponemos el grito en el cielo si hay un apagón durante una ola de calor o de frío. Todos esperamos que cuando le damos al interruptor de la luz, al aparato de aire acondicionado o a la calefacción, funcione y nos dé la comodidad que buscamos. Nadie quiere volver al abanico o al brasero de cisco y picón. Y cuando tiramos algo a la basura, no preguntamos dónde va.

Todo el mundo rechaza las instalaciones militares, aunque cuando se las llevan se hacen plataformas ciudadanas. Y siempre queda, claro, el recurso al pacifismo y al anarquismo, al "yo estoy en contra de todos los ejércitos".En resumen, la sociedad vive en la hipocresía absoluta. Nadie quiere saber de dónde viene la energía ni a dónde van nuestros desperdicios. Casi siempre hay réditos políticos que obtener. Incluso Arenas se ha hecho de Greenpeace.

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