Reportaje:

Españoles en Haití

Los 200 infantes de marina se despliegan en Fort Liberté y formarán un batallón junto a los marroquíes

La madre de uno de los 200 infantes de marina enviados a Haití asume que su hijo dé la vida por España, pero teme que la malogre en las Antillas porque al mozo andaluz le gusta el fornicio y escuchó sobre la glotonería de la negra insular. "Que te conozco mejor que tu novia. Ten cuidado, que allí hay mucho sida". Los soldados difícilmente podrán yacer con hembra placentera porque el entorno no invita al refocile, los mosquitos son feroces, y dedicarán su tiempo a patrullar el noreste de Haití, combatir el contrabando en la frontera con la República Dominicana, apoyar a la policía local y escol...

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La madre de uno de los 200 infantes de marina enviados a Haití asume que su hijo dé la vida por España, pero teme que la malogre en las Antillas porque al mozo andaluz le gusta el fornicio y escuchó sobre la glotonería de la negra insular. "Que te conozco mejor que tu novia. Ten cuidado, que allí hay mucho sida". Los soldados difícilmente podrán yacer con hembra placentera porque el entorno no invita al refocile, los mosquitos son feroces, y dedicarán su tiempo a patrullar el noreste de Haití, combatir el contrabando en la frontera con la República Dominicana, apoyar a la policía local y escoltar convoyes. Ayer se desplegaron en Fort Liberté, a 60 kilómetros de Cabo Haitiano.

"Las españolas son tropas preparadas, equipadas, con mucha voluntad, y van a estar en una zona donde conviene que tengamos presencia para disuadir a los grupos armados", declaró, a bordo del buque Castilla, el general brasileño Augusto Heleno Pereira, jefe de la misión militar de la ONU para la pacificación de Haití. Su mando alcanza a 3.290 hombres, que serán más con la próxima llegada del contingente marroquí. Heleno espera contar con 6.200, de diferentes países, a finales de noviembre.

Españoles y marroquíes vigilarán un territorio extenso, pero relativamente tranquilo

El Castilla atracó en Cabo Haitiano el miércoles e inmediatamente comenzó la travesía de tres horas, por una ruta bacheada, hacia la base en Fort Liberté. Tanquetas, ambulancias, camiones, vehículos todoterreno y de alta movilidad, armamento ligero y equipos de zapadores marcharon hacia la ciudad fundada por los españoles en 1578 y conquistada por los franceses en 1725. El buque embarcó también diez toneladas de carne enlatada y dos toneladas de medicinas para ayudar a los necesitados: la inmensa mayoría del cerca del millón de habitantes del área al cuidado del batallón hispano-marroquí, bajo mando del coronel español Javier Hertfelder de Aldecoa.

"La misión me gusta y además cobramos más del doble de los 800 euros de nuestro salario mensual, que me vendrá muy bien porque quiero comprarme un piso", dice un infante de marina. Durante los 11 días de navegación, los 200 marinos, entre los que se encuentran 15 mujeres y 16 oriundos de Bolivia, Colombia y Ecuador, recibieron clases teóricas, tuvieron acceso a Internet y se entretuvieron con juegos de mesa y los libros de la biblioteca del moderno Castilla, a las órdenes del capitán de navío José María Pelluz. Antes del desembarco, los helicópteros y lanchas de la nave colocaron una avanzadilla de 25 hombres en Cabo Haitiano y Fort Liberté, donde se firmó, en 1803, la proclamación de independencia de la primera república negra de América.

La infantería de marina montará un campamento provisional, de un mes o mes y medio, con carpas y contenedores para alojar al batallón y preparar toda su capacidad operativa. El primer grupo lo componen 60 hombres. Previsiblemente, el 4 de noviembre comenzarán a operar con los chilenos (que llevan cuatro meses en el noreste) para hacer los reconocimientos de zona y el relevo.

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El batallón hispano-marroquí vigilará una geografía extensa pero relativamente tranquila, lejos de Puerto Príncipe, la capital, cuyos disturbios fueron minimizados por el general Heleno Pereira. Más de 50 personas murieron este mes en reyertas atribuidas a bandas que exigen el regreso del ex presidente Jean Bertrand Aristide, derrocado en febrero. Poco antes de subir al Castilla para saludar a sus mandos, el jefe brasileño declaró que "el problema de Puerto Príncipe es que sufre el síndrome del pánico. Dos disparos son suficientes para que la prensa diga que la ciudad es un caos".

La tranquilidad de esa urbe, de acuerdo con su optimista versión, es mayor que la de otras ciudades del mundo. Pero en este país los rumores adquieren a veces la categoría de hechos y en su opinión "son, tal vez, el mayor enemigo". La capital "puede recorrerse por todas las partes, aunque ocurran algunos hechos criminales sin connotación política". La tanqueta, sin embargo, es el vehículo más adecuado para adentrarse en los barrios donde imperan pandillas que claman por la vuelta de Aristide y roban carteras.

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