El Louvre propone una nueva mirada de 'Le Sacre', de David

La exposición se celebra coincidiendo con el bicentenario de la coronación de Napoleón

El 2 de diciembre de 1804, en la catedral de Notre-Dame de París, Napoleón Bonaparte se autocorona emperador en presencia del papa Pío VII y de la representación diplomática de buena parte de Europa. Su mujer, Joséphine, también es elevada al rango de emperatriz. El pintor Jacques-Louis David inmortalizó el momento en un cuadro que el Museo del Louvre invita a contemplar para volver a releer, con otras perspectivas, esta página de la historia del mundo.

El cuadro de Jacques-Louis David es conocido como Le Sacre, tiene casi diez metros de ancho por más de seis de alto y ha pasado ...

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El 2 de diciembre de 1804, en la catedral de Notre-Dame de París, Napoleón Bonaparte se autocorona emperador en presencia del papa Pío VII y de la representación diplomática de buena parte de Europa. Su mujer, Joséphine, también es elevada al rango de emperatriz. El pintor Jacques-Louis David inmortalizó el momento en un cuadro que el Museo del Louvre invita a contemplar para volver a releer, con otras perspectivas, esta página de la historia del mundo.

El cuadro de Jacques-Louis David es conocido como Le Sacre, tiene casi diez metros de ancho por más de seis de alto y ha pasado a la historia por su calidad pero también por lo que dice, incluso cuando miente. El Louvre, con el patrocinio de la joyería Chaumet -la misma que hizo las joyas que se ven en Le Sacre- ofrece hasta el 17 de enero la posibilidad de releer esa página de la historia del mundo. Por ejemplo, es bien sabido que la madre de Napoleón, que desaprobaba los orígenes de Joséphine, no acudió a la ceremonia, pero David la sitúa en lugar destacado del palco de invitados. Fotografías y grabados de la iglesia demuestran también que la perspectiva elegida por David es falsa, para conseguir un equilibrio adecuado entre el protagonismo de los personajes y la magnificencia del marco.

Pío VII, en una primera versión de la tela, permanece con los brazos cruzados. "No le he hecho venir de tan lejos para que no haga nada", le dijo el emperador a su pintor. Y de ahí que en la versión definitiva el Papa esté bendiciendo la coronación de Joséphine por Napoleón. David pintó primero al emperador poniendo en su propia cabeza, de espaldas al altar, la corona de laurel de oro. La nueva posición y gestualidad del emperador "descubrieron" un hueco en la tela y David lo llenó con la figura de un sacerdote desconocido que tiene las facciones de Julio César.

Para Napoleón se trataba de demostrar que todos los poderes -terrenales y divinos- se sometían a un destino individual, el suyo, que era también el del pueblo francés. La simbología del momento es compleja: hay que reconciliar el ideal revolucionario de una soberanía que viene del pueblo con la instauración de una dinastía. De ahí que los símbolos del poder que aparecen sean los que, mil años antes, blandió Carlomagno en Aquisgrán. Poco importa que la Revolución hubiera destruido la corona de Carlomagno: los joyeros Chaumet hicieron una réplica exacta asegurando que se trataba de una "restauración".

David era consciente de la importancia política del cuadro pero aún más de su potencial artístico: "Me infiltraré en la posteridad a la sombra de mi héroe", dijo el pintor. El historiador Masson, al descubrir Le Sacre, declaró: "Las cosas no fueron así pero ahora serán así para siempre". El emperador estaba encantado porque "esto no es una pintura, uno se puede pasear por el cuadro". Y durante seis meses estuvo expuesto en el Louvre para contarle al pueblo cómo habían sucedido las cosas y cómo tenía que interpretarlas.

La exposición, que va acompañada de más de cuarenta obras -grabados, objetos, pinturas, dibujos preparatorios- de David y de otros artistas, identifica, como mínimo, a 140 personajes de los casi 200 de rostro bien definido que aparecen en la tela. Se aprecia también que algunos mariscales napoleónicos no estuvieron, que el único niño de la tela era entonces el presumible heredero de un imperio que no tardaría en estallar, que la situación en los dos extremos de hermanos y ex cónsules corresponde a que son personajes que han perdido en la lucha por el poder, que el cardenal Caprara aparece sin peluca porque David necesitaba reforzar la claridad de la zona, y que el cuadro, tras sus seis meses de presentación exitosa, fue ocultado porque Napoleón, por razones de alianzas políticas, se casó con María Luisa de Austria y, más tarde, una vez derrocado el emperador, porque sus fastos de intruso en la Corte de la auténtica nobleza no tenían por qué ser rememorados.

Fragmento de Le Sacre, de Jacques-Louis David.RMN / ARNAUDET- BLOT
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