Columna

Escuela y trena

El núcleo urbano de Llucena -y a pesar de algún que otro desmadre en edificaciones recientes- viene a ser, para quien lo visita, como una serie de "edificios engarzados que parecen despeñarse hacia el abismo". Así lo describía un cronista decimonónico. Sobre la cresta de los montes de l'Alcalaten, Llucena tenía hace un siglo noventa escolares de cada sexo, 180 masías, 16 molinos, juzgado de primera instancia, registro de la propiedad y notaría, puesto de la Guardia Civil, una fonda, tres posadas, un río, catorce barrancos, y un clima fresco y saludable. Decenas de niños correteaban por sus est...

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El núcleo urbano de Llucena -y a pesar de algún que otro desmadre en edificaciones recientes- viene a ser, para quien lo visita, como una serie de "edificios engarzados que parecen despeñarse hacia el abismo". Así lo describía un cronista decimonónico. Sobre la cresta de los montes de l'Alcalaten, Llucena tenía hace un siglo noventa escolares de cada sexo, 180 masías, 16 molinos, juzgado de primera instancia, registro de la propiedad y notaría, puesto de la Guardia Civil, una fonda, tres posadas, un río, catorce barrancos, y un clima fresco y saludable. Decenas de niños correteaban por sus estrechas y tortuosas callejuelas: en 1911 hubo en la población 126 nacimientos. Estas últimas semanas, Llucena ha estado en la primera página de la actualidad en las comarcas norteñas valencianas porque el número de niños y adolescentes en edad escolar ha quedado reducido a dos o tres decenas, y porque el sistema educativo vigente obliga a los alumnos entre 12 y 16 años a estar escolarizados en centros donde se imparte una enseñanza general básica de dudosos resultados, llamada ESO. El centro comarcal donde deben acudir los alumnos de Llucena está a 15 kilómetros de la población, y las autoridades académicas ponen a disposición de los mismos autobuses gratis para que los lleven al colegio y lo devuelvan a casa por una serpenteante y escarpada carretera de montaña. El conflicto estaba, y está, servido: si lo chavales salen del pueblo, detrás de ellos salen sus padres. El pueblo se despuebla más todavía de lo que se ha despoblado en las cinco o seis últimas décadas. Los padres protestan y el munícipe principal Vicente Nebot protesta. Razón y coherencia no les faltan a los padres de la muchachada para quedarse con sus hijos en el pueblo, evitando carretera, transporte y preocupaciones. Al cabo, de las gentes de Llucena escribió el cronista Sarthou Carreres que eran "de agradable trato, sagaces y formales". Al alcalde Nebot, sin embargo, le falta esa razón y esa coherencia. Nebot es un afiliado del PSPV-PSOE y, como sabe el vecindario, fue su formación política la que diseñó e implantó el sistema educativo que obliga a los transportes de marras y a la más que previsible despoblación de los pequeños núcleos urbanos de nuestro interior. Que sepamos y en su día, no clamó Nebot contra la Logse, ni reclama ahora su urgente reforma para que los muchachos de Llucena se queden en la escuela de su pueblo recibiendo, a lo mejor, una enseñanza de más calidad que la que les facilita el transporte. Y la misma incoherencia y falta de razón se hallan en aquellos ediles del Partido Popular -que no modificó en su momento la ley de marras, es decir, la Logse- de Atzeneta, Les Coves, Villahermosa o cualquiera otra población del interior, aunque consiguieron evitar los autobuses.

Demasiada incoherencia. Porque en Albocàsser, donde en 1910 hubo 95 nacimientos, y era y es cabeza de arciprestazgo, con registro de la propiedad de cuarta clase y juzgado de primera instancia hace cien años, con clima fresco y mucho patrimonio cultural, con encinas y huertas con noria, con olivares en el Pla del Puig, con la majestuosa rambla Carbonera, con... en Albocàsser, digo, proyectó el Partido Popular la construcción de una cárcel y prometió a las gentes del lugar el oro y el moro del desarrollo económico a cambio. El PSPV-PSOE con Jordi Sevilla a la cabeza prometieron durante la última campaña electoral echar el proyecto atrás y buscar otras formas de desarrollo en nuestro interior. Ahora donde dijeron digo dicen Diego, y el proyecto sigue adelante. Mucha coherencia también en torno a la trena.

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