Columna

Sevilla, 10 de agosto

No es justo lo que viene ocurriendo año tras año, en Sevilla, tal día como ayer, 10 de agosto. La dinámica autonomista, con su artificioso homenaje a la figura de Blas Infante en el kilómetro 4 de la antigua carretera de Carmona, no hace justicia completa a la verdad de lo que allí pasó. Junto a Blas Infante fueron fusilados por los franquistas otras tres personas: José González y Fernández de Labandera, que había sido alcalde de Sevilla por la coalición republicano-socialista, y líder contra la intentona de Sanjurjo; Manuel Barrios, diputado socialista, y Fermín de Zayas Madera, secretario de...

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No es justo lo que viene ocurriendo año tras año, en Sevilla, tal día como ayer, 10 de agosto. La dinámica autonomista, con su artificioso homenaje a la figura de Blas Infante en el kilómetro 4 de la antigua carretera de Carmona, no hace justicia completa a la verdad de lo que allí pasó. Junto a Blas Infante fueron fusilados por los franquistas otras tres personas: José González y Fernández de Labandera, que había sido alcalde de Sevilla por la coalición republicano-socialista, y líder contra la intentona de Sanjurjo; Manuel Barrios, diputado socialista, y Fermín de Zayas Madera, secretario de la Masonería Andaluza. De todos ellos apenas se habla ese día. Pero así se suele escribir la historia, con renglones torcidos que luego cuesta la propia vida enderezar, cuando se consigue.

Por suerte, el Aula para la Recuperación de la Memoria Histórica, que se viene celebrando bajo los auspicios del Ayuntamiento de Sevilla en los Reales Alcázares, acaba de publicar su primer libro (El Ayuntamiento de Sevilla, dos siglos de Historia), que anuncia un clima más riguroso con la verdad, entre otras, la del 10 de agosto del 36, y su antecedente: la Sanjurjada, el fallido golpe de otro militar africanista, el taimado general Sanjurjo, que se alzó contra la República esa misma fecha del calendario, solo que cuatro años antes. Un verdadero ensayo de la sublevación que luego sí tendría éxito, la de Franco y sus secuaces. Es más, la fecha del 10 de agosto del 36 fue elegida por los insurgentes, al mando de un Queipo de Llano ya triunfante en su orgía de sangre y manzanilla, justo para "celebrar" la intentona anterior y dejar en la memoria de Sevilla esa efemérides como su fecha más nefasta. Y lo lograron.

Lo triste es que hoy muy poca gente relaciona ya una cosa con otra, cuando precisamente el nexo de unión entre los dos 10 de agosto, el del 32 y el del 36, debería servir para recordar cada año cómo fue que esta ciudad sirvió dos veces de ensayo general para la más terrible carnicería que un país "civilizado" ha conocido en su propio seno, y cómo aquí aprendieron los militares golpistas, arropados por los grandes terratenientes y por la Iglesia católica, de qué manera había de producirse el triunfo final, sin los errores cometidos la primera vez, es decir, las equivocaciones estratégicas de Sanjurjo. Estas consistieron, como ha descrito muy bien Juan Ortiz Villalba en otro lugar, en permitir que las masas obreras se organizaran y se unieran, unos barrios con otros, y sobre todo que accedieran rápidamente al centro de la ciudad. Queipo, asesorado por otros militares que habían estado con Sanjurjo, ya no lo permitió. Y la ciudad que tenía fama como "Sevilla la roja", por la extraordinaria movilidad social de sus tres sindicatos obreros, el anarquista (CNT), el socialista (UGT) y el comunista (Unión Local), sirvió también para escarmiento y aviso general de toda España. El 10 de agosto, pues, debería ser instituido como día de la clase obrera sevillana, verdadera protagonista en el éxito contra Sanjurjo, y en la masacre vengativa que padeció de la mano de su insaciable verdugo. Hora va siendo de que seamos consecuentes con toda la verdad del kilómetro 4 de la carretera de Carmona.

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