Columna

Si no se ratifica

Pese a sus defectos, la llamada Constitución europea no es otro tratado más en la construcción, pero tampoco el último texto para llegar a la tierra nunca prometida. La cuestión es si llegará a entrar en vigor. Pues, pese al trabajo que ha dado, tiene muchas posibilidades de que más de un país no llegue a ratificarlo. ¿Qué pasaría, o pasará, entonces? Paradójicamente, lo principal seguirá adelante. Europa avanzaría aún más por la línea que apunta de la geometría variable.

El Tratado Constitucional contiene un esquema institucional lioso que puede generar disfunciones en esta Unión de 25...

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Pese a sus defectos, la llamada Constitución europea no es otro tratado más en la construcción, pero tampoco el último texto para llegar a la tierra nunca prometida. La cuestión es si llegará a entrar en vigor. Pues, pese al trabajo que ha dado, tiene muchas posibilidades de que más de un país no llegue a ratificarlo. ¿Qué pasaría, o pasará, entonces? Paradójicamente, lo principal seguirá adelante. Europa avanzaría aún más por la línea que apunta de la geometría variable.

El Tratado Constitucional contiene un esquema institucional lioso que puede generar disfunciones en esta Unión de 25, en la que el centro de gravedad se ha desplazado aún más desde una Comisión que pierde peso y supranacionalidad hacia el Consejo, es decir, hacia los Gobiernos actuando conjuntamente. No contiene una idea clara de hacia dónde va Europa, porque no existe o porque hay varias distintas, incluso en la materia inacabada de sus límites geográficos. Como el Acta Única fue la del mercado interior, y el Tratado de Maastricht el de la moneda única, el hilo más conductor del nuevo texto es la política exterior y de seguridad común, a pesar de, o en parte debido a, la crisis provocada por la guerra de Irak y la amenaza de los terrorismos.

El andamiaje de esta política ha empezado a montarse sin esperar a la Constitución. El servicio exterior común (una especie de servicio diplomático europeo que se va a empezar a poner en pie de inmediato y ya cuenta con la extensa red de representaciones de la Comisión en el mundo), la agencia europea de armamentos o los grupos de combate se van a poner en marcha sin esperar a la ratificación. Este aspecto central se puede salvar de un fracaso.

Los muñidores de esta Constitución llevan tiempo pensando que puede no ratificarse; por ejemplo, en el Reino Unido si Blair lleva a cabo su promesa de un referéndum. O en Dinamarca, Irlanda o en cualquiera de los Estados miembros que acaban de entrar como enfadados en la UE. Las recientes elecciones europeas refuerzan esta perspectiva. Evidentemente, en un terremoto así de múltiples epicentros, no es lo mismo el rechazo de un país pequeño y/o periférico que un país grande y central. Siempre hay la posibilidad de repetir el referéndum, como ocurrió con el Maastricht en Dinamarca o con el de Niza en Irlanda. Pero tal solución es una farsa electoral que en el caso británico no sería aceptable. Claro que para entonces Blair puede no continuar y llevarse consigo la promesa de consulta. Pero si la hace y la pierde, podría ser el primer paso hacia la retirada de un Estado de la UE, posibilidad por vez primera contemplada en este tratado, pero no en los anteriores, como el de Niza al que, formalmente, se revertiría, aunque el Consejo Europeo se reserva la posibilidad de decidir si 20 de los actuales 25 ya han procedido a la ratificación de la Constitución.

Chirac ya anunció hace tiempo que pedirá que se marche de la UE el país que rechace la Constitución. ¿Y si fuera Francia? Chirac no está libre de las presiones para un referéndum ni tendría garantizado ganarlo. Pero así como la UE podría seguir sin el Reino Unido, o (con más de un 70% de abstención en las elecciones europeas) Polonia o la República Checa (este último comprometido a un referéndum) no podría hacerlo sin Francia. Si hubiera un rechazo francés habría que volver a Niza, o volver a empezar. En todo caso, habría una crisis. En otros casos, se podría abrir la puerta a una Unión basada en diversos tratados diferenciados, por ejemplo, Niza para todos, y otro u otros para los que aprueben la Constitución formando una comunidad más estrecha dentro de un conjunto más amplio. Pero, sin Francia, no.

Si en otros aspectos la Unión puede teóricamente prescindir del Reino Unido, la política común de seguridad, incluida la lucha contra el terrorismo que se ha puesto en marcha, quedaría completamente coja sin esta pata de la mayor, casi única con Francia, potencia militar que existe en Europa. Es decir, habría que retomar por fuera el hilo conductor la, entonces, fracasada Constitución. aortega@elpais.es

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