Columna

Una Constitución sin Estado

La nueva Constitución debería llevar a elecciones en el verano, aunque ni la falta de seguridad ni las crecientes tensiones internas facilitan esta perspectiva. El texto codifica de hecho un nuevo sistema de presidencialismo tribal. Pues, más allá de un sistema parlamentario bicameral en el que el Ejecutivo no puede disolver el Parlamento, lo que se crea es una presidencia fuerte, como quería el actual y provisional presidente, Hamid Karzai, y se mantiene un sistema tribal, con la persistencia de la Loya Jirga, que, formada por miembros de la Asamblea Nacional y presidentes de los conse...

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La nueva Constitución debería llevar a elecciones en el verano, aunque ni la falta de seguridad ni las crecientes tensiones internas facilitan esta perspectiva. El texto codifica de hecho un nuevo sistema de presidencialismo tribal. Pues, más allá de un sistema parlamentario bicameral en el que el Ejecutivo no puede disolver el Parlamento, lo que se crea es una presidencia fuerte, como quería el actual y provisional presidente, Hamid Karzai, y se mantiene un sistema tribal, con la persistencia de la Loya Jirga, que, formada por miembros de la Asamblea Nacional y presidentes de los consejos provinciales y de distritos, es decir, todo el caciquismo y los tentáculos de muchos señores de la guerra, queda como "la manifestación más elevada del pueblo de Afganistán". No obstante, la Constitución prohíbe partidos de carácter étnico, religioso, militar y regional, lo que puede frenar la creación de movimientos políticos ligados a estas tribus, pero también la transformación de los grupos guerreros. Tampoco prevé un sistema, federal o regional, que permita gestionar la convivencia de los distintos grupos étnicos a comenzar por los tayicos, hazaras y uzbekos, algunos de los cuales critican a Karzai, pastún, de haber diseñado a su medida la Constitución, lo que no ayuda a forjar esa doble lealtad a la que apunta esta Constitución, al Estado y a las tribus.

La Constitución, fechada en el año 1382 musulmán, define a Afganistán como una "República islámica", y deja sentado que "ninguna ley podrá ser contraria a la religión sagrada y a los valores del islam". ¿Cabía esperar otra cosa? En el fondo, en casos así (que se puede repetir en el Irak post-Sadam), la elección no está entre que el Estado (suponiendo que exista) sea laico o confesional, sino entre un islamismo templado que representa Karzai, o uno radical, como el de los talibanes. La realidad es muy terca. La democratización y la modernización, que no occidentalización, pasa probablemente por aceptar un grado de islamismo.

El texto mantiene el sistema educativo de las madrasas, aunque se hará un esfuerzo especial hacia las mujeres, que consiguen igualdad formal con los hombres -lo que no fue fácil de lograr- y a las que se reserva un 25% de la Asamblea. Se propone la creación de una "sociedad civil (...) basada en la voluntad popular y la democracia", y se proclama el respeto a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. De todas estas contradicciones pueden surgir avances; o retrocesos. Pues muchos temen una aplicación encubierta y estricta de la sharia, la ley musulmana. Lo importante es que se vayan abriendo zonas de libertades y ampliando el control real sobre el territorio, y que el país se desarrolle política y económicamente. EE UU y los europeos están creando polos de desarrollo, como en la castigada Kandahar, pero sin el dinero necesario. Casi todo está aún por hacer. Esta Constitución no marca un final. Si acaso, un principio.

Milicianos tayikos se desmovilizan y entregan sus armas.AP
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