Un estado de guerra comercial permanente

La UE y EE UU viven en permanente estado de guerra comercial desde hace por lo menos cuatro años. Aunque la guerra del plátano fue el conflicto más largo y ya estaba en 1999, ha sido desde el último mandato del ex presidente Clinton, y más precisamente desde la cumbre de la OMC de Seattle de 1999, cuando los desacuerdos comerciales se recrudecieron.

La negativa de la UE a importar carne hormonada, la denuncia europea contra la política fiscal de EE UU que permite a sus empresas exportadoras pagar impuestos en paraísos fiscales, la acusación cruzada de EE UU sobre subvenciones de ...

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La UE y EE UU viven en permanente estado de guerra comercial desde hace por lo menos cuatro años. Aunque la guerra del plátano fue el conflicto más largo y ya estaba en 1999, ha sido desde el último mandato del ex presidente Clinton, y más precisamente desde la cumbre de la OMC de Seattle de 1999, cuando los desacuerdos comerciales se recrudecieron.

La negativa de la UE a importar carne hormonada, la denuncia europea contra la política fiscal de EE UU que permite a sus empresas exportadoras pagar impuestos en paraísos fiscales, la acusación cruzada de EE UU sobre subvenciones de Bruselas al fabricante aeronáutico Airbus y, finalmente, la llamada guerra del acero, son los enfrentamientos más sonados entre las dos potencias comerciales. A esto se añaden los enfrentamientos por leyes estadounidenses como la Helms-Burton, que va contra las empresas que inviertan en Cuba.

La guerra del acero fue si duda la disputa más agria entre Bruselas y Washington, debido a la arbitrariedad con que fue impuesta por una Administración de Bush que no cayó precisamente "simpática", como dijo un diplomático europeo en la cumbre de la OMC de Doha. Bush, además de enfrentarse a la UE y Japón por el asunto del acero, también puso en marcha una agresiva política comercial que irritó a la Comisión Europea.

Bruselas llevó a EE UU ante la OMC por el caso de los aranceles a la importación del acero y también por la política fiscal estadounidense que permite a sus empresas exportadoras pagar impuestos en paraísos fiscales. La OMC dio la razón a la UE en sus dos reclamos y, aunque en el tema del acero Washington dio marcha atrás, en el otro aún no ha hecho las reformas que Bruselas quiere y la UE todavía no ha ejercido su derecho a sancionar a EE UU por este tema, probablemente para no tensar más las ya difíciles relaciones.

El fin de la guerra del acero, sin duda, calma la fricción entre las dos potencias comerciales, pero sólo de momento. Como bien explicó hace unos años el ex secretario de Comercio estadounidense William Daley, "la UE y EE UU siempre van a vivir en estado de guerra comercial, y ello es lógico debido al enorme volumen de intercambios entre ambas potencias".

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