El tetrapléjico Vincent Humbert muere al quitarle los médicos la respiración asistida

Los facultativos toman la decisión siguiendo los deseos expresados por el paciente antes del coma

Al final, la decisión fue de los profesionales. La madre de Vincent Humbert intentó ayudar a morir a su hijo el miércoles por la tarde y la primera reacción del equipo hospitalario fue reanimarle. Pero los médicos cambiaron ayer de criterio: "Colectivamente" y "con plena independencia", decidieron dejar de hacerlo. El ministro de Justicia, Dominique Perben, ha pedido al fiscal que se trate a la madre con la mayor clemencia, un gesto que pesa en un país traumatizado por una tragedia que comenzó cuando Marie Humbert administró una dosis de pentobarbital sódico a su hijo, de 22 años, a través de ...

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Al final, la decisión fue de los profesionales. La madre de Vincent Humbert intentó ayudar a morir a su hijo el miércoles por la tarde y la primera reacción del equipo hospitalario fue reanimarle. Pero los médicos cambiaron ayer de criterio: "Colectivamente" y "con plena independencia", decidieron dejar de hacerlo. El ministro de Justicia, Dominique Perben, ha pedido al fiscal que se trate a la madre con la mayor clemencia, un gesto que pesa en un país traumatizado por una tragedia que comenzó cuando Marie Humbert administró una dosis de pentobarbital sódico a su hijo, de 22 años, a través de la sonda que llevaba puesta. La madre pudo velar ayer el cadáver de su hijo durante una hora.

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La jornada comenzó temprano en el hospital de Berck-sur-Mer, el establecimiento privado en el que Vincent Humbert ha pasado los tres últimos años de su vida, desde que sufrió un accidente de carretera. Horas antes, los médicos todavía afirmaban que la vida del muchacho, aunque vegetativa, no corría peligro inminente. Pero el equipo médico se reunió ayer por la mañana y tomó una decisión que permitió cumplir con la voluntad de Vincent. El doctor Frédéric Chaussoy, al frente del servicio de reanimación, anunció el fallecimiento del muchacho y lo explicó así: "Teniendo en cuenta el cuadro clínico, la evolución y los deseos que Vincent había expresado en varias ocasiones, [el equipo médi-co] ha decidido limitar las medidas terapéuticas activas. El equipo médico que le ha acompañado durante tres años ha tomado esta decisión, colectiva y difícil, con toda independencia".

No existen normas que encuadren un comportamiento como éste en Francia. Hay una ley reciente sobre los derechos de los enfermos, según la cual "ningún acto médico ni ningún tratamiento puede ser practicado sin el consentimiento libre y consciente de la persona, y ese consentimiento puede ser retirado en todo momento". El ex ministro socialista de Sanidad Bernard Kouchner lamenta no haber introducido específicamente la cuestión de la eutanasia aprovechando el debate de esa ley, como confiesa que le pidió el entonces primer ministro, Lionel Jospin.

A falta de clarificación legal, los tribunales franceses equiparan la eutanasia activa al homicidio. Teóricamente es lo que corresponde al intento de la madre de Vincent Humbert para ayudar a su hijo a morir. En cambio, la eutanasia pasiva -así podría ser considerado lo que hicieron los médicos de Berck- se puede equiparar al delito de denegación de auxilio a persona en peligro.

Pero el drama de la familia Humbert hace que salten por los aires todas esas disquisiciones. Los médicos ya reconocen abiertamente la práctica de la eutanasia. En declaraciones a la emisora RTL, el propio doctor Chau-ssoy informó de que se ayuda discretamente a morir -"se deja que la enfermedad siga su curso"- cuando los pacientes lo desean, después de un debate con la familia y con el equipo que le atiende. Eso es lo que sucedía antes del caso de Humbert, por supuesto.

¿Qué diferencia hay entre esa actitud y lo que ocurrió ayer? Que los médicos elevaron a público lo que se hacía en privado. Con el libro de Vincent Humbert en la calle pidiendo el derecho a morir, y los medios de comunicación pendientes del drama, el equipo del hospital de Berck-sur-Mer puso a la opinión pública frente al derecho a la muerte.

No acaban aquí los hechos extraordinarios vinculados al drama. Otro de ellos es el manejo de este caso como un verdadero asunto de Estado. El presidente Chirac fue informado del intento de Marie Humbert para poner fin a la vida de su hijo, tan pronto como aterrizó en París procedente de Nueva York. Hacía casi un año que Chirac había recibido una carta del joven tetrapléjico suplicándole el derecho a morir, idea de la que el presidente intentó disuadir a la madre. Marie Humbert fue invitada a almorzar por la esposa y la hija de Chirac; la mujer del presidente, Bernardette Chirac, viajó al hospital y Jacques Chirac telefoneó al enfermo por Navidad y en su cumpleaños. Además se ha facilitado ayuda económica a la madre para vivir dignamente en los últimos meses, sin depender de su anterior trabajo como asistenta.

Sin acusación

La madre de Vincent aún no ha sido acusada de nada. Es posible que sea procesada, pero el ministro de Justicia, Dominique Perben, pide al fiscal del caso que "dé pruebas de la mayor humanidad" hacia ella. En Francia, el ministro de Justicia depende sólo del presidente de la República, hasta el punto de que los indultos ni siquiera pasan por el Consejo de Ministros: se resuelven directamente entre Chirac y el titular de Justicia.

Todo apunta a que Marie Humbert saldrá judicialmente indemne. No es poco para un caso que se ha convertido en el catalizador de un debate sobre la despenalización de la eutanasia. Hay quien propone que se levante un monumento a Marie Humbert: así lo pide el socialista Bernard Kouchner. Pero, sin llegar a tanto, se escuchan pocas voces de condena a Marie Humbert y a los médicos del hospital en que murió Vincent, el muchacho que clamaba por el derecho a morir.

El padre y el hermano de Vincent Humbert hablan el pasado jueves. / EFE

"Una liberación para él y para la familia"

"Me siento verdaderamente feliz, feliz de que mi hermano se haya liberado", afirmaba ayer Laurent Humbert, el hermano del fallecido, ante las cámaras de televisión, casi con una media sonrisa en el rostro. " Esto es una liberación para toda nuestra familia y para Vincent". El día anterior había acudido con su padre, Francis, al hospital de Berck-sur-Mer, donde los médicos intentaban reanimar a Vincent. Ninguno de los dos ocultaba su indignación por el "encarnizamiento terapéutico" del equipo médico hacia quien había dejado claro su deseo de terminar de sufrir.

El padre y el hermano estaban nerviosos la víspera del fallecimiento. El médico al cargo del servicio de reanimación vio venir a unas personas que le pedían, casi a gritos, que dejase a Vincent en paz. Esto les valió que les invitaran a marcharse a primera hora de la noche. Ayer, más tranquilo, el padre pensaba que el médico le había escuchado finalmente. Su reacción era una mezcla de sentimientos: una enorme tranquilidad, por una parte, junto a la "pena enorme" de perder a un hijo.

Francis Humbert, que se dedica a actividades comerciales, está separado de Marie Humbert desde hace varios años. Ella es la que permaneció constantemente junto al hospital donde el muchacho estaba ingresado y la que tomó la decisión de ayudarle a morir, después de resistirse a ello durante muchos meses.

En su desesperación por encontrar alguien que le diera la muerte, Vincent Humbert explica en su libro que pidió a la madre que buscase "un tirador de la mafia, alguien que venga a liquidarme en mi habitación". Ella se mofaba de tamaña idea. Poco a poco fue cediendo en su resistencia a la eutanasia. Vincent Humbert lo describe paso a paso en el libro citado. Hasta el día en que Marie, su madre, le dijo: "Sabes, Vincent, mi vida también quedó rota el 24 de septiembre de 2000 [el día del accidente]. Saber que quedarás en paz me hará bien, porque es tu elección. Sin embargo, sufriré, como una madre puede sufrir al perder a su hijo".

El ex marido de Marie Humbert dice que conocía el proyecto de ambos desde hace un año. Hace un par de meses, la madre consiguió -se ignora cómo- el producto que debía inyectar en la sonda de Vincent. Tras el fallecimiento, el padre apoya "completamente" el gesto de la madre hacia su hijo. "Se ha tranquilizado al ver que Vincent ha conseguido lo que quería. Supongo que su tristeza es enorme porque también ella pierde a un hijo".

Vincent habla poco del padre en su libro, apenas para recordar experiencias deportivas cuando era niño. Las muestras de amor filial hacia la madre ocupan, sin embargo, tres cuartas partes de las 188 páginas publicadas con su nombre. "Yo querría que todas las madres en la misma situación hicieran lo que ella hizo después de mi accidente. Con tanta insistencia, con tanta perseverancia, con tanto amor. Pensad en todo lo que ella ha cumplido por mí. Pensad en toda la capacidad de amor que una madre debe tener para amar tanto. Y dejadla vivir en paz la apariencia de vida que le quede por vivir".

Son las últimas palabras de Vincent. O al menos así figuran, atribuidas a él, en el libro que ya se ha convertido en un éxito de ventas. La editorial niega haberse aprovechado del drama, pese a la coincidencia entre la llegada de los ejemplares a las librerías y la muerte del joven tetrapléjico programada por él y por su madre, y consumada finalmente ayer tras la "limitación" de actos médicos.

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