Editorial:

Efectos y causas

Aznar se ha quedado prácticamente solo frente a Annan, Lula o Chirac en su defensa sumaria de la necesidad de plantear el combate contra el terrorismo prescindiendo de cualquier consideración sobre sus causas. De entrada, el presidente del Gobierno fuerza las cosas al hablar de terrorismo para referirse a situaciones muy diversas. Tiene razón al rechazar entrar en el juego de las "motivaciones", o el intento de trasladar "la atención desde la ignominia del acto a la nobleza de la causa". Pero una cosa es negar que puedan existir causas que justifiquen el recurso al terrorismo, abyecto en toda ...

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Aznar se ha quedado prácticamente solo frente a Annan, Lula o Chirac en su defensa sumaria de la necesidad de plantear el combate contra el terrorismo prescindiendo de cualquier consideración sobre sus causas. De entrada, el presidente del Gobierno fuerza las cosas al hablar de terrorismo para referirse a situaciones muy diversas. Tiene razón al rechazar entrar en el juego de las "motivaciones", o el intento de trasladar "la atención desde la ignominia del acto a la nobleza de la causa". Pero una cosa es negar que puedan existir causas que justifiquen el recurso al terrorismo, abyecto en toda circunstancia, y otra no prestar la debida atención a lo que él mismo llama "el caldo de cultivo" en el que germina y se perpetúa.

Algunos de estos terrorismos pueden incluso ser efecto de políticas occidentales. Así, Aznar, al rebufo de Bush, pretende librar ahora en Irak una guerra antiterrorista. Pero si Irak se ha convertido en un problema de terrorismo ha sido tras una invasión ilegal de imprevistas consecuencias. EE UU también alimentó unos movimientos violentos islamistas en Afganistán para enfrentarse a la invasión soviética y luego abandonar el país, donde se instalaron los talibanes y Bin Laden. Israel puede estar siguiendo una política para luchar contra los terroristas suicidas que no hace sino alimentar más suicidas.

La lucha contra los efectos y la que intenta atajar las causas más profundas de estos movimientos tienen horizontes temporales distintos. Las desigualdades mundiales pueden acabar alimentando esta violencia, pero no se corregirán sino a largo plazo. Y mientras, hay que perseguir a los terroristas. En este sentido, Aznar ha sabido aprovechar la coyuntura del 11-S para reforzar el apoyo internacional contra ETA. También se carga de razón con su "exigencia moral" para la creación de un foro institucional donde sean escuchadas las víctimas. Que Maite Pagazaurtundua y otras víctimas hayan hecho oír su voz en Nueva York en un debate auspiciado por la ONU es un paso en la buena dirección. Pero sería hacer un favor a ETA identificar sin más su actuación con la de los terroristas palestinos, por ejemplo, que sí cuentan con un causa legítima, aunque tenerla tampoco justifique en ningún caso sus atentados.

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