Editorial:

Locomotora americana

La economía mundial crecerá más el próximo año que el presente, arrastrada por el mayor dinamismo esperado en la estadounidense. Las previsiones del FMI, presentadas en su reunión anual, sitúan en el 4,1% la tasa de crecimiento frente al 3,2% de este año. El conjunto de las economías avanzadas crecerá el 2,9%, el de la zona euro no alcanzará el 2% y el de EE UU rozará el 4%. Ese renovado papel de locomotora mundial lo ejercerá la economía estadounidense gracias a intensos estímulos fiscales y monetarios, que ya están dejando ver algunas de sus consecuencias en el crecimiento de la demanda y, d...

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La economía mundial crecerá más el próximo año que el presente, arrastrada por el mayor dinamismo esperado en la estadounidense. Las previsiones del FMI, presentadas en su reunión anual, sitúan en el 4,1% la tasa de crecimiento frente al 3,2% de este año. El conjunto de las economías avanzadas crecerá el 2,9%, el de la zona euro no alcanzará el 2% y el de EE UU rozará el 4%. Ese renovado papel de locomotora mundial lo ejercerá la economía estadounidense gracias a intensos estímulos fiscales y monetarios, que ya están dejando ver algunas de sus consecuencias en el crecimiento de la demanda y, desde luego, en los desequilibrios de la balanza de pagos y el presupuestario. A medio plazo esos déficit pueden constituir un serio problema, pero por el momento parece primar la garantía de recuperación (2004 es año electoral) sobre el mantenimiento de la ortodoxia en política económica.

En Europa, y en particular en la zona euro, las cosas son distintas. Tanto las condiciones monetarias, apreciación del euro incluida, como la orientación de las políticas presupuestarias, no son las propias de un área estancada. La sugerencia de flexibilización del Pacto de Estabilidad que hace el FMI se acompaña de la correspondiente a una política monetaria más laxa, con el fin de asegurar el crecimiento. Orientaciones que en modo alguno deberían ser incompatibles con las reformas estructurales reclamadas desde hace tiempo para todas las economías europeas.

La ortodoxia económica también ha quedado marginada con ocasión del acuerdo alcanzado con Argentina, por el que, sin la severidad de las condiciones tradicionales del Fondo, se prorroga durante tres años el pago a ese organismo de los 12.500 millones de dólares vencidos a finales del pasado agosto, al tiempo que se extienden los plazos sobre el desembolso por 2.400 millones impagados el 9 de septiembre. Una prueba más de la disposición de los grandes a sortear cualquier obstáculo a la mejora prevista para 2004. En esa misma dirección hay que considerar las insistentes sugerencias del Fondo y del Grupo de los Siete a las economías asiáticas, China preferentemente, de flexibilizar sus tipos de cambio con el fin de reducir las ventajas competitivas de sus exportaciones y, en consecuencia, de sus abultados superávit exteriores frente a EE UU y Europa.

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