Editorial:

Educación del gasto

El gasto en educación ha aumentado en términos absolutos, pero no en la proporción correspondiente al fuerte crecimiento de la economía española en los últimos años. Esta asimetría, que ha mantenido al país en la segunda fila de la financiación educativa, es uno de los datos inquietantes que se desprenden del análisis comparativo hecho público ayer por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre la educación en los países desarrollados. La conclusión no es nueva, pero señala uno de los puntos débiles de la política del Gobierno: la falta de una apuesta decidida p...

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El gasto en educación ha aumentado en términos absolutos, pero no en la proporción correspondiente al fuerte crecimiento de la economía española en los últimos años. Esta asimetría, que ha mantenido al país en la segunda fila de la financiación educativa, es uno de los datos inquietantes que se desprenden del análisis comparativo hecho público ayer por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre la educación en los países desarrollados. La conclusión no es nueva, pero señala uno de los puntos débiles de la política del Gobierno: la falta de una apuesta decidida para impulsar esa inversión en futuro que es la educación.

El informe establece que en 2000 España gastó un 4,9% del PIB en educación, muy por debajo de la media de los países desarrollados (5,9%) e incluso inferior a la de 1995 (5,5%). Esta desalentadora reducción del gasto educativo global, que no puede explicarse exclusivamente por la reducción del censo estudiantil, se ve corregida en parte por el incremento del gasto por alumno, que creció más del 31% durante esos cinco años. Este aumento, uno de los mayores registrados en el área de la OCDE, fue especialmente alto en el terreno universitario.

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Con todo, este incremento, al que se aferra como argumento supremo el Ministerio de Educación, no justifica el triunfalismo gubernamental. La cifra deja a España en gasto por alumno más cerca de Turquía o México que de países como Estados Unidos. Entre las deficiencias señaladas por el informe de la OCDE, una de las más llamativas es la penosa introducción de la informática en las aulas, apartado en el que España se situaba en 2000 en el penúltimo puesto de la lista y que el fracasado plan gubernamental Info XXI no ha enmendado. Todo ello apunta al desinterés en la promoción de capacidades futuras, que no dan réditos inmediatos, pero en los que se juega España su porvenir.

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