Editorial:

La partida del Sáhara

El Consejo de Seguridad, bajo la presidencia rotatoria de España, debe pronunciarse próximamente sobre la nueva versión del plan sobre el Sáhara elaborado por el ex secretario de Estado James Baker y que cuenta con todo el apoyo de Washington. La propuesta constituye un estimable esfuerzo por integrar las dos lógicas de las partes enfrentadas: la lógica jurídica, a la que apela el Frente Polisario, consciente de que la legalidad internacional reconoce a los saharauis el derecho a la autodeterminación, y la lógica política, esgrimida por Marruecos, para el que cualquier solución impuesta, inclu...

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El Consejo de Seguridad, bajo la presidencia rotatoria de España, debe pronunciarse próximamente sobre la nueva versión del plan sobre el Sáhara elaborado por el ex secretario de Estado James Baker y que cuenta con todo el apoyo de Washington. La propuesta constituye un estimable esfuerzo por integrar las dos lógicas de las partes enfrentadas: la lógica jurídica, a la que apela el Frente Polisario, consciente de que la legalidad internacional reconoce a los saharauis el derecho a la autodeterminación, y la lógica política, esgrimida por Marruecos, para el que cualquier solución impuesta, incluso en nombre del derecho, supondría un cierre en falso de la interminable crisis.

El plan de Baker, el quinto que presenta en 12 años, se apoya en un equilibrio de mutuas concesiones y al mismo tiempo en la flexibilidad necesaria para no prejuzgar el final del proceso. Contempla una autonomía para el Sáhara, como venía proponiendo Marruecos, pero compensa a los saharauis con la instauración de una administración elegida sobre la base del censo que acepta el Polisario. Del mismo modo, sugiere la celebración de un referéndum, como vienen exigiendo los saharauis, pero esta vez la propuesta de Baker plantea que se realice sobre el censo aceptado por Marruecos.

El Frente Polisario, hasta ahora reticente a este plan, ha anunciado inesperadamente su disposición a explorar las posibilidades del documento. Al parecer, ha entendido que, si surgen obstáculos en el periodo de cuatro o cinco años previstos para la autonomía transitoria, los saharauis ya habrán ganado, al menos, el disponer de unos interlocutores políticos legitimados por las urnas para cualquier negociación futura. Y eso es, entre otras cosas, lo que Marruecos considera como un retroceso. Rabat rechaza el proyecto, apoyado por París, su garante en el Consejo de Seguridad.

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Presumiblemente el órgano decisorio de la ONU, que mantendrá esta semana una nueva reunión preparatoria, no impondrá una solución contra la voluntad de Marruecos, que ni siquiera Washington desea. Todavía queda tiempo para idear garantías políticas que contribuyan a disipar los temores de Rabat para el supuesto de que el proceso descarrile en mitad del periodo transitorio. Los cuatro o cinco años de autonomía propuestos por Baker pueden servir para retomar los planes de democratización interna; una democratización cuyo avance favorecería la posición de Marruecos en el caso de que se llevase a cabo el referéndum previsto en esta enésima iniciativa de paz sobre la ex colonia española.

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