Ari Fleischer, el portavoz oficial de la Casa Blanca durante el conflicto de Irak, abandona su cargo

Ari Fleischer ya no es portavoz de la Casa Blanca, sino presidente de Ari Fleischer Communications, una empresa de relaciones públicas. Desde ayer, el atril de la sala de prensa lo ocupa Scott McClellan, que tiene una puesta en escena tan anodina como su discurso.

Fleischer, de 42 años, ha ejercido de portavoz desde la llegada de Bush a la Casa Blanca. Se marcha para descansar y para saltar al sector privado como experto en comunicación de mensajes. Y bien que lo es: amable y arrogante a partes iguales, ha sido capaz de defender argumentos antagónicos con el mismo entusiasmo. O con la m...

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Ari Fleischer ya no es portavoz de la Casa Blanca, sino presidente de Ari Fleischer Communications, una empresa de relaciones públicas. Desde ayer, el atril de la sala de prensa lo ocupa Scott McClellan, que tiene una puesta en escena tan anodina como su discurso.

Fleischer, de 42 años, ha ejercido de portavoz desde la llegada de Bush a la Casa Blanca. Se marcha para descansar y para saltar al sector privado como experto en comunicación de mensajes. Y bien que lo es: amable y arrogante a partes iguales, ha sido capaz de defender argumentos antagónicos con el mismo entusiasmo. O con la misma falta de entusiasmo, si se tiene en cuenta su legendaria frialdad.

Fleischer promete un libro con su experiencia en un edificio "en el que incluso he conocido a quien hoy es mi esposa", dijo el lunes en un sermón de despedida tan interminable que parecía un discurso de agradecimiento después de haber recibido un Oscar. Llegó a dar las gracias, uno por uno, a los taquígrafos de la Casa Blanca.

El ex portavoz se marcha tras haber creado el mayor revuelo político de los últimos tiempos, al reconocer la semana pasada que la acusación de Bush contra Irak por la supuesta compra de uranio en África era "incorrecta". Tras admitir el error durante toda la semana pasada, la Casa Blanca ha cambiado su estrategia y ahora dice que la acusación es técnicamente correcta porque quizá alguna vez pueda llegar a demostrarse su veracidad.

Dado que Fleischer es capaz de defender este argumento con la misma vehemencia que el anterior, los periodistas que acuden cada día a su rueda de prensa planearon una venganza de despedida. Conscientes de que habitualmente se usa la expresión "pastel amarillo" para referirse al uranio, la prensa se despidió de Fleischer con una tarta color amarillo chillón. "Nos han asegurado que no es pastel amarillo", dijo un periodista, "pero eso no significa que no lo sea".

Fleischer estuvo rápido: "Si es pastel amarillo, lo encontraremos". Tendrá más ocasiones para indagar en su vertiente cómica cuando acuda a partir de hoy a los programas nocturnos de entrevistas en televisión.

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A Fleischer le corresponde la implantación de algunas de las mejores y peores costumbres mediáticas del Gobierno actual. Ha sido accesible y ha luchado siempre por mantener el contacto con todos los periodistas, nacionales e internacionales, pero ha usado esa cercanía para difundir machaconamente el mensaje de cada día.

Se dice que estaba tan vinculado a Bush que éste le permitía escuchar sus conversaciones telefónicas con otros líderes extranjeros. En sus 300 ruedas de prensa sólo lamenta un error: haber sugerido que el conflicto de Irak "podría resolverse con una bala" en la cabeza de Sadam Husein.

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